Le deseé buenas noches a Chaz Frati y regresé a mi apartamento. Guardé el frasco de Kaopectate en el botiquín del cuarto de baño, y dejé en la mesa de la cocina el cojín souvenir que tenía la torre depósito bordada con hilos dorados. Saqué un cuchillo del cajón de la cubertería y con cuidado corté en diagonal la funda del almohadón. A continuación, embutí el revólver dentro, enterrándolo en el relleno.
No estaba seguro de si dormiría, pero lo hice profundamente. «Hazlo lo mejor posible y que Dios se ocupe del resto» es solo uno de los muchos aforismos que Christy arrastró de sus reuniones de Alcohólicos Anónimos. No sé si existe un Dios o no —para Jake Epping, el jurado aún no ha alcanzado un veredicto—, pero cuando me acosté esa noche, estaba convencido de haberlo hecho lo mejor posible. Lo único que podía hacer ya era dormir y confiar en que lo mejor posible fuera suficiente.