Pensaba en ello mientras el anticuado ascensor chirriaba de camino al tercer piso. Era cierto. Y si el resto de lo que me había contado Fred Toomey también lo era, ¿le extrañaría a alguien que otro padre la emprendiera con su familia con un martillo? Creía que no. Creía que la gente diría que simplemente se trataba de otro caso de Derry actuando como Derry. Y quizá tuvieran razón.
Al entrar en mi habitación, se me ocurrió una idea verdaderamente horrible: ¿y si en las próximas siete semanas cambiaba las cosas de tal modo que el padre de Harry mataba también a Harry en lugar de dejarle con una cojera y un cerebro parcialmente eclipsado?
Eso no pasará, me dije. No lo permitiré. Como decía Hilary Clinton en 2008, juego para ganar.
Salvo que, por supuesto, había perdido.