Me quedé un rato más sentada en la pasarela, contemplando el agua con una gran paz interior. No sentía dolor en mi corazón. Con su cariñoso beso, Joshua se había encargado de que no sufriera y de que me sintiera libre para poder enamorarme algún día de otro hombre. Cuando el sol empezó a ponerse lentamente, hice el esfuerzo de levantarme y me fui para casa. A medio camino, la sensación, profana pero urgente, de «tengo pis» pasó a primer plano. Puesto que los matorrales, a mí, ni fu ni fa, me acerqué al videoclub de Michi, que me caía muy cerca. Evidentemente, quiso saber qué había ocurrido y, a través de la puerta del lavabo, le expliqué que el martes de la semana siguiente ya no era el día fijado para el fin del mundo.
—¡Eso es genial! —celebró Michi, aliviado.
No obstante, entre nosotros seguía interponiéndose el hecho de que estaba enamorado de mí. Por eso, después de lavarme las manos, me acerqué al mostrador y le pregunté con cautela:
—¿Qué piensa hacer Franko Potente con el tiempo que acaba de ganar?
—El bueno de Franko —contestó Michi— ha entendido que la vida puede terminar en cualquier momento.
—¿Y?
—No va a seguir lamentándose por un amor que nunca obtendrá y va a apuntarse a todas las páginas web que hay para ligar por Internet. Bueno, a sadomaso.com, quizás no.
—Franko es un tío bastante listo —constaté.
—Yo nunca he dicho lo contrario —contestó Michi sonriendo con ironía. Y yo me alegré de que pudiéramos mantener nuestra amistad platónica.
* * *
Cuando llegué a casa, Kata estaba sentada en el jardín, debajo de un precioso árbol frondoso, aprovechando los últimos minutos de claridad del día para dibujar. Me senté a su lado y me dijo con tristeza:
—No soy una heroína.
—Para mí, sí —contesté.
—Le obedecí.
—No en todo…
—Tendría que haberle hecho frente… Pero, sola, no soy tan fuerte como siempre había pensado, de lo contrario, quizás lo habría conseguido…
Kata parecía muy frágil.
—… Pero ya no quiero estar sola, necesito a alguien…
Mi hermana me necesitaba. Igual que yo a ella.
—¿Vas a quedarte en Malente? —pregunté.
—¿Por qué lo preguntas?
—Será mejor que me quede contigo hasta que vuelvas a estar bien —dije.
—¿Los próximos cien años?
—Lo que haga falta —contesté sonriendo.
Entonces me abrazó.
—Me estás estrujando —me quejé.
—¡Es lo que quiero! —replicó.
Yo también la estreché. Después de toda aquella locura, era agradable volver a sentir entre sus brazos algo parecido a la paz.
* * *
—¿Scotty?
—¿Sí, capitán?
—Me encanta nuestra granja ecológica.
—A mí también, capitán, a mí también.
* * *
Cuando Kata y yo dejamos de estrujarnos, me enseñó la historieta más reciente en su bloc.
—Ahí abajo pone «Fin» —señalé sorprendida.
—Es la última tira que dibujo de la historieta «Hermanas» —explicó Kata.
—¿La última?
—Yo ya no soy la misma —dijo sonriendo—. Y tú tampoco.
Kata tenía razón. Me había reconciliado con mis padres e incluso había encontrado el valor para llevarle la contraria a Dios y enfrentarme a Satanás. Había descubierto lo que valía.
Ya no era un M.o.n.s.t.e.r.
Y todo porque me había enamorado.
FIN