Capítulo 44

Entretanto

Satanás estaba a la puerta de la consulta donde Kata había pedido hora urgentemente porque casi hacía veinticuatro horas que no le dolía nada. El príncipe de las tinieblas ya no se paseaba como George Clooney, sino como la esbelta diva negra del soul Alicia Keys. Sabía que así se aproximaba más al ideal de belleza de Kata. Aunque ya poseía el alma de la dibujante, quería causarle una impresión muy seductora, puesto que seguía teniéndolo fascinadísimo. Si vencía en la batalla final, a lo mejor podría sentarse junto a él en el trono que pensaba construir con los huesos del Mesías.

—¡Eh, tú, choco!

Satanás dejó de concentrarse en sus pensamientos. Dos skinheads adolescentes se le acercaron. Normalmente, los idiotas de los skins eran uno de sus grupos meta, y tener que vérselas en el infierno con tipos de esa calaña era otro aspecto de su trabajo que cada vez lo deprimía más… Pero aquellos skinheads iban en plan de bronca.

—Lárgate de nuestro pueblo, ¡negrata! —amenazó el más fuerte de los dos.

—Hazme el favor de correr a toda pastilla contra esa pared —le indicó Satanás con su voz femenina de cantante soul, y el skin, como le habían indicado, tomó carrerilla para lanzarse contra la pared de ladrillo más cercana.

Al verlo, el otro skin palideció.

—Y tú —le dijo Satanás— ve al gimnasio de kung-fu más cercano y dile al gran maestro: ¡amarillo de mierda!

—Eso está hecho —asintió el skin, y echó a correr.

Entonces Kata salió por fin de la consulta. No se fijó en el skin tendido en el suelo. Se sentía demasiado confusa. También se sentía aliviada, pero principalmente confusa. ¡El tumor había desaparecido! De manera milagrosa. Era increíble. ¿Tenían algo que ver con ello el friki de Jesús o el chiflado de Clooney? De repente vio a Alicia Keys. Kata se frotó los ojos.

—Hola —dijo Alicia Keys.

—Hola… —contestó Kata, no había motivos para ser maleducada.

—¿Me permites que me presente? Soy Satanás —declaró Alicia Keys.

Como prueba, se transformó, acompañado por un horrible olor a azufre, en un ser con el rostro de color rojo sangre, cuernos, pezuñas y un rabo bastante feo. Alrededor de su cuerpo ardían llamas que, evidentemente, no quemaban a Satanás. Se mostró así sólo durante unos breves instantes, luego se transformó de nuevo en Alicia Keys y las llamas también desaparecieron. Cuando el olor a azufre se disipó y Kata recuperó el habla, dijo valerosa:

—Guau, unos efectos especiales buenísimos.

—Y tengo tu alma —dijo Alicia, sonriendo irónica.

Kata tragó saliva, le estaba entrando miedo de verdad. Y eso que, hasta un segundo antes, nunca había creído que existiera algo como el alma.

—Me figuro lo que estás pensando ahora —dijo Satanás sonriendo irónicamente—. Tienes la sensación de que te he embaucado. Pero c’est la vie, soy Satanás, y lo de engañar y ser engañado forma parte de la naturaleza del mundo. Seguro que también piensas que podrás recuperar tu alma engañándome a mí. Es lo que piensan todos, pero nadie lo ha conseguido aún.

Kata torció el gesto.

—Me figuro también lo que estás pensando ahora. Que tú serás la primera en conseguirlo. Es lo que esperan todos. Habéis leído demasiadas novelas y habéis visto demasiadas películas donde salen bien cosas tan poco realistas.

Alicia Keys sonrió mientras Kata pensaba que su hermana probablemente estaría con el verdadero Jesús. A lo mejor podía ayudarla. Tenía que ir corriendo a ver a Marie y…

Pero Satanás no tenía en mente dejarla marchar.

—Ahora voy a presentarte a los otros jinetes —dijo Satanás.

—¿Jinetes?

Kata no entendía nada. ¿Qué quería Satanás? ¿Que lo acompañara a la caza del zorro?

Satanás chasqueó los dedos y, de repente, Kata ya no estaba con él delante de la consulta del médico, sino sentada a una mesa en la terraza de la heladería de Malente. Y no estaban solos.

—Permíteme que te presente —dijo Satanás—, este caballero será el jinete apocalíptico llamado Guerra…

Y señaló al ex novio de Marie, Sven.

—… y este de aquí será el jinete apocalíptico llamado Hambre.

Señaló a un hombre vestido de sacerdote y calzado con zapatillas deportivas.

—Y tú serás el jinete llamado Enfermedad.

Kata no entendía ni la mitad de lo que estaban hablando. Sólo sabía una cosa: quería salir de aquel numerito.

—¡Yo me largo! —dijo con todo el coraje que pudo reunir.

—Yo que tú no lo haría —advirtió Alicia Keys sonriendo.

—Si no lo he entendido mal —objetó Kata—, tendrás mi alma cuando me muera. O sea que, hasta entonces, puedo hacer lo que quiera. Por ejemplo, irme.

—Sí, pero puedo matarte en cualquier momento —dijo Satanás sonriendo, y de su mano femenina, negra y con una manicura perfecta, brotó una bola de fuego.

—Eso debe de ser muy útil cuando el encendedor del coche no funciona —replicó Kata tragando saliva.

—Y cuando estés muerta, tendré tu alma y, como castigo por haberte enfrentado a mí, sufrirás eternamente los dolores de tu tumor.

Un temor irrefrenable invadió a Kata, ¿tendría esos dolores eternamente? El miedo no le hizo perder completamente los estribos porque se aferró a una única y pequeña esperanza: ser la primera persona que conseguiría recuperar el alma engañando a Satanás.