Entretanto
Mientras Marie y Kata se alejaban del lago de Malente, el cisne negro nadó hasta la orilla. Anduvo como un pato sobre los guijarros que lo separaban del camino que bordeaba la orilla, se sacudió las plumas húmedas y… se transformó en George Clooney.
Clooney se pasó la mano por el pelo brillante y seco, se alisó el elegante traje negro que llevaba y se sentó en el banco a la sombra donde acababan de descansar las dos hermanas. Estuvo sentado un rato, esperando algo. O a alguien. Mientras tanto se dedicó a tirar castañas a los patos del lago, con tanta fuerza y puntería que unos cuantos quedaron K.O. y se ahogaron. Pero ese pequeño divertimento no consiguió alegrar al hombre. Estaba cansado. Estaba quemado. ¡Maldito último siglo!
Antes las cosas funcionaban, pero últimamente ya podía esforzarse, ya, que los hombres siempre eran muchísimo mejores a la hora de convertir el mundo en un infierno que él, Satanás.
Sí, claro, él también había puesto en práctica algunas buenas ideas para martirizar a la gente: el neoliberalismo, los reality-shows, los Modern Talking (de cuya canción Cheri, Cheri Lady, estaba muy orgulloso), pero no había manera de ponerse a su altura. Con su estúpido libre albedrío, los humanos eran demasiado creativos.
—Cuánto tiempo sin vernos —dijo de repente una voz detrás de él.
Satanás se dio la vuelta y vio… al pastor Gabriel.
—Hace casi seis mil años —replicó Satanás—, cuando me expulsaron del cielo. O mejor dicho, me despeñaron.
Gabriel asintió.
—Eran buenos tiempos.
—Sí que lo eran —asintió Satanás.
Los dos se sonrieron como dos hombres que una vez fueron amigos y que, en el fondo de sus corazones, lamentaban no seguir siéndolo.
—Pareces cansado —dijo Satanás.
—Gracias, igualmente —contestó Gabriel.
Los dos se sonrieron más abiertamente.
—Bueno, ¿y a qué viene este encuentro? —quiso saber Satanás.
—Tengo que darte un recado de parte de Dios —respondió Gabriel.
—¿De qué se trata?
—El Juicio Final es inminente.
Satanás caviló un momento; luego suspiró con alivio.
—Ya iba siendo hora.