Meredith se sentó sobre la pared de la iglesia en ruinas, que le llegaba a la altura de las rodillas.
—Dijiste que sería peligroso, Stefan, pero no dijiste que ibas a dejar que me estrangulara.
—Lo siento. Esperaba que diera alguna información, en especial después de que admitiera que había estado allí cuando Sue murió. Pero no debería haber esperado tanto.
—¡No he admitido nada! No podéis demostrar nada —dijo Tyler.
El gañido animal volvía a aparecer en la voz, pero durante la caminata hasta allí el rostro y el cuerpo habían regresado a la normalidad. O más bien habían regresado al aspecto humano, se dijo Meredith. La hinchazón y los moretones y la sangre seca no tenían nada de normal.
—Esto no es un tribunal de justicia, Tyler —dijo ella—. Tu padre no puede ayudarte ahora.
—Pero si lo fuera, tendríamos un caso muy bueno —añadió Stefan—. Suficiente para encerrarte por conspiración para cometer asesinato, creo.
—Eso si alguien no funde las cucharas de té de la abuela para confeccionar una bala de plata —terció Matt.
Tyler paseó la mirada de uno a otro.
—No os diré nada.
—Tyler, ¿sabes qué eres? Eres un bravucón —dijo Bonnie—. Y los bravucones siempre hablan.
—No te importa inmovilizar a una chica contra el suelo y amenazarla —dijo Matt—, pero cuando sus amigos aparecen te mueres de miedo.
Tyler se limitó a fulminarlos con la mirada.
—Bueno, si tú no quieres hablar, imagino que tendré que hacerlo yo —indicó Stefan.
Se inclinó hacia el suelo y tomó el grueso libro que había sacado de la biblioteca. Con un pie en el reborde de la tumba, apoyó el libro sobre la rodilla y lo abrió. En aquel momento, Meredith se dijo que resultaba aterradoramente parecido a Damon.
—Éste es un libro de Gervase de Tilbury, Tyler —dijo—. Lo escribió hacia el año 1210. Los hombres lobo son una de las cosas sobre las que habla.
—¡No puedes probar nada! No tienes ninguna prueba…
—¡Cállate, Tyler! —Stefan le miró—. No necesito probarlo. Puedo verlo, incluso ahora. ¿Has olvidado lo que soy? —Se hizo el silencio, y a continuación Stefan prosiguió—: Cuando llegué aquí hace unos pocos días, había un misterio. Una chica, estaba muerta. Pero ¿quién la mató? Y ¿por qué? Todas las pistas que podía ver parecían contradictorias.
»No era un asesinato corriente, no el de un psicópata humano suelto por las calles. Tenía la palabra de alguien en quien confiaba respecto a eso… y pruebas independientes, además. Un asesino corriente no puede manejar una tabla ouija mediante telequinesia. Un asesino corriente no puede provocar que salten los fusibles de una planta eléctrica situada a cientos de kilómetros.
»No, se trataba de alguien con unos poderes físicos y psíquicos tremendos. Por todo lo que Vickie me contó, parecía que se trataba de un vampiro.
«Excepto que Sue Carson seguía teniendo su sangre. Un vampiro le habría succionado al menos una parte. Ningún vampiro podría resistirse a eso, en especial si era un asesino. De ahí surge la sensación de euforia, y la euforia es la razón para matar. Pero el médico de la policía no encontró agujeros en las venas, y sólo una pequeña pérdida de sangre. No tenía sentido.
»Y había otra cosa. Tú estuviste en esa casa, Tyler. Cometiste el error de agarrar a Bonnie esa noche, y luego cometiste el error de hablar demasiado al día siguiente, diciendo cosas que no podrías saber a menos que hubieras estado allí.
»Así que, ¿qué teníamos? ¿Un vampiro experimentado, un asesino despiadado con poder de sobra? ¿O un matón de instituto de secundaria incapaz de llegar al baño sin tropezar con sus propios pies? ¿Cuál? Las pruebas indicaban en ambas direcciones, y yo no conseguía decidirme.
«Entonces fui a ver el cuerpo de Sue por mí mismo. Y ahí estaba el mayor misterio de todos. Un corte aquí. —El dedo de Stefan dibujó una clara línea que descendía desde su clavícula—. Típico corte tradicional… que efectúan los vampiros para compartir su propia sangre. Pero Sue no era un vampiro, y ella no se hizo ese corte. Alguien se lo hizo mientras yacía agonizando en el suelo.
Meredith cerró los ojos y oyó cómo Bonnie tragaba saliva junto a ella. Extendió una mano, encontró la de Bonnie y la sujetó con fuerza, pero siguió escuchando. Stefan no había entrado en aquella clase de detalle en la explicación que les había dado anteriormente.
—Los vampiros no necesitan hacer cortes como ése a sus víctimas; usan los dientes —siguió Stefan, y su labio superior se alzó ligeramente para mostrar sus propios dientes—. Pero si un vampiro quisiera extraer sangre para que bebiera otra persona, podría hacer un corte en lugar de morder. Si un vampiro quisiera dar a alguien más esa primera y especial degustación, podría hacer eso.
»Y eso me puso a pensar en sangre. La sangre es importante, ¿sabes? A los vampiros les da vida, poder. Es todo lo que necesitamos para sobrevivir, y hay ocasiones en que su necesidad nos enloquece. Pero es buena para otras cosas también. Por ejemplo… la iniciación.
«Iniciación y Poder. En ese momento empecé a pensar en esas dos cosas, a juntarlas con lo que había visto de ti, Tyler, cuando estuve en Fell's Church la otra vez. Pequeñas cosas en las que no me había fijado en realidad. Pero recordé algo que Elena me había contado sobre la historia de tu familia, y decidí comprobarlo en el diario de Honoria Fell.
Stefan alzó un trozo de papel de entre las páginas del libro que sostenía.
—Y ahí estaba, escrito por Honoria. Saqué una fotocopia de la página para podértela leer. El pequeño secreto familiar de los Smallwood… si uno es capaz de leer entre líneas.
Bajando los ojos hacia el papel, leyó:
—«12 de noviembre. Las velas están hechas, el lino hilado. Andamos escasos de harina de maíz y sal, pero pasaremos el invierno. Anoche hubo una alarma; unos lobos atacaron a Jacob Smallwood cuando regresaba del bosque. Traté la herida con arándano y corteza de sauce, pero es profunda y estoy asustada. Tras llegar a casa eché las runas. A.parte de a Thomas, no he contado a nadie los resultados.»
»Echar las runas significa realizar una adivinación —añadió Stefan, alzando la mirada—. Honoria era lo que nosotros llamaríamos una bruja. Sigue escribiendo aquí para hablar sobre "problemas con lobos" en varias otras zonas del poblado; parece ser que de improviso se produjeron ataques frecuentes, en especial a chicas jóvenes. Cuenta cómo ella y su esposo empezaron a inquietarse cada vez más. Y finalmente, hay esto:
»"20 de diciembre. Los Smallwood han vuelto a tener problemas con el lobo. Oímos los gritos hace unos pocos minutos, y Thomas dijo que había llegado la hora. Preparó las balas ayer. Ha cargado el rifle e iremos hacia allí. Si salimos con vida, volveré a escribir.
"21 de diciembre. Fuimos a casa de los Smallwood anoche. No se podía hacer nada por Jacob. Matamos al lobo.
"Enterraremos a Jacob en el pequeño cementerio al pie de la colina. Que su alma encuentre la paz en la muerte."
»En la historia oficial de Fell's Church —explicó Stefan—, eso ha sido interpretado como que Thomas Fell y su esposa fueron hasta la casa de los Smallwood y encontraron a Jacob Smallwood siendo atacado por un lobo otra vez, y que el lobo lo mató. Pero eso es erróneo. Lo que realmente dice no es que el lobo mató a Jacob Smallwood, sino que mataron a Jacob Smallwood, el lobo.
Stefan cerró el libro.
—Tu tatara-tatara lo que sea abuelo, Tyler, era un hombre lobo. Se convirtió en eso cuando lo atacó otro hombre lobo. Y transmitió el virus del hombre lobo al hijo que nació ocho meses y medio después de su muerte. Del mismo modo que tu padre te lo transmitió a ti.
—Siempre supe que había algo en ti, Tyler —intervino Bonnie, y Meredith abrió los ojos—. Jamás pude definir qué era, pero en el fondo de mi mente algo me decía que eras repulsivo.
—Bromeábamos sobre ello —dijo Meredith, la voz todavía ronca—. Sobre tu «magnetismo animal» y tus enormes dientes blancos. Simplemente, nunca supimos lo cerca que estábamos de acertar.
—En ocasiones, los médiums pueden percibir esa clase de cosa —concedió Stefan—. A veces, incluso la gente corriente. Yo debería haberlo visto, pero estaba absorto en otras cosas. Con todo, eso no es excusa. Y, evidentemente, alguien más, el asesino con poderes psíquicos, lo vio en seguida. ¿No es cierto, Tyler? Un hombre vestido con una gabardina vieja vino a verte. Era alto, de cabellos rubios y ojos azules, e hizo alguna especie de trato contigo. A cambio de… algo… te mostraría cómo reclamar tu herencia. Cómo convertirte en un auténtico hombre lobo.
»Porque, según Gervase de Tilbury —Stefan dio un golpecito al libro sobre su rodilla—, un hombre lobo al que no han mordido necesita que lo inicien. Eso significa que puedes llevar encima el virus del hombre lobo toda tu vida pero no saberlo nunca porque nunca se ha activado. Generaciones de Smallwood han vivido y muerto, pero el virus estaba aletargado en ellos porque no conocían el secreto de cómo despertarlo. Pero el hombre de la gabardina lo sabía. Sabía que tienes que matar y probar sangre fresca. Después de eso, con la primera luna llena ya puedes cambiar. —Stefan alzó la vista, y Meredith siguió su mirada hasta el blanco disco de la luna en el cielo.
Aparecía limpia y bidimensional en aquellos instantes, ya no era un sombrío globo rojo.
Una expresión suspicaz cruzó las facciones carnosas de Tyler, y luego una mirada de renovada furia.
—¡Me engañasteis! ¡Planeasteis esto! —Muy listo —dijo Meredith, y Matt repuso: —No me digas.
Bonnie humedeció un dedo y escribió un imaginario «1» sobre un marcador invisible.
—Sabía que no podrías resistirte a seguir a una de las chicas aquí si creías que estaría sola —dijo Stefan—. Pensarías que el cementerio sería el lugar perfecto para matar; tendrías una intimidad total. Y sabía que no podrías evitar jactarte de lo que habías hecho. Esperaba que hablases a Meredith sobre el otro asesino, el que realmente arrojó a Sue por la ventana, el que le hizo el corte para que pudieras beber sangre fresca. El vampiro, Tyler. ¿Quién es? ¿Dónde se esconde?
La mirada cargada de odio de Tyler se trocó en una mueca de desprecio.
—¿Crees que te diré eso? Es mi amigo.
—No es tu amigo, Tyler. Te utiliza. Y es un asesino.
—No te involucres más, Tyler —añadió Matt.
—Eres ya un cómplice. Esta noche intentaste matar a Meredith. Muy pronto no vas a poder volver atrás, incluso aunque quieras. Sé listo y pon fin a esto ahora. Cuéntanos lo que sabes.
Tyler les mostró los dientes.
—No voy a deciros nada. ¿Cómo vais a obligarme a hacerlo?
Los demás intercambiaron miradas. La atmósfera cambió y se cargó de tensión a medida que todos se volvían hacia Tyler.
—Realmente, no lo entiendes, ¿verdad? —dijo Meredith con voz sosegada—. Tyler, tú ayudaste a matar a Sue. Murió debido a un ritual obsceno para que pudieras convertirte en esa cosa que vi. Planeabas matarme, y a Vickie y a Bonnie también, estoy segura. ¿Crees que sentimos lástima por ti? ¿Crees que te trajimos aquí arriba para ser amables contigo?
Hubo un silencio. La mueca burlona empezaba a desaparecer de los labios de Tyler, que paseó la mirada de una cara a otra.
Todas eran implacables. Incluso el menudo rostro de Bonnie aparecía inexorable.
—Gervase de Tilbury menciona una cosa interesante —dijo Stefan, casi en tono afable—. Existe una cura para los hombres lobos, aparte de la tradicional bala de plata. Escuchad. —A la luz de la luna, empezó a leer del libro que tenía sobre la rodilla—: "Informan y sostienen de modo generalizado médicos serios y respetados que si a un hombre lobo se le despoja de uno de sus miembros, éste recuperará con toda seguridad su cuerpo original". Gervase pasa a continuación a contar la historia de Raimbaud de Auvergne, un hombre lobo que se curó cuando un carpintero le cortó una de las patas posteriores. Por supuesto, eso fue sin duda horrorosamente doloroso, pero, según cuenta la historia, Raimbaud le dio las gracias al carpintero por «librarle para siempre de la maldita y deplorable forma». —Stefan alzó la cabeza—. Bien, pienso que si Tyler no quiere ayudarnos con información, lo menos que podemos hacer es asegurarnos de que no salga y vuelva a matar. ¿Qué decís vosotros?
Matt tomó la palabra.
—Creo que es nuestro deber curarle.
—Todo lo que tenemos que hacer es quitarle uno de sus miembros —estuvo de acuerdo Bonnie.
—Yo ya he pensado en uno —dijo Meredith entre dientes.
Los ojos de Tyler empezaban a desorbitarse. Bajo la mugre y la sangre, su rostro normalmente rubicundo había palidecido.
—¡Os estáis marcando un farol!
—Trae el hacha, Matt —dijo Stefan—. Meredith, tú quítale uno de los zapatos.
Tyler asestó patadas cuando ella lo hizo, apuntando a su rostro. Matt se acercó y le inmovilizó la cabeza con una llave.
—No lo empeores más para ti, Tyler.
El pie descalzo que quedó al descubierto era grande, la planta tan sudorosa como las palmas de Tyler. Pelos ásperos brotaban de los dedos. La visión le provocó repelús a Meredith.
—Acabemos con esto —dijo la muchacha.
—¡Estáis de broma! —aulló Tyler, debatiéndose de tal modo que Bonnie tuvo que acercarse, agarrar su otra pierna y arrodillarse sobre ella—. ¡No podéis hacerlo! ¡No podéis!
—Mantenedle inmóvil —indicó Stefan.
Trabajando juntos, tendieron a Tyler sobre el suelo, la cabeza sujeta por el brazo de Matt, las piernas estiradas e inmovilizadas por las muchachas. Asegurándose de que Tyler podía ver lo que hacía, Stefan colocó en equilibrio una rama sobre el reborde de la tumba; luego alzó el hacha y la descargó con fuerza, partiendo el palo de un solo golpe.
—Está bastante afilada —dijo—. Meredith, enrolla la pernera del pantalón. Luego ata un poco de esa cuerda justo por encima del tobillo, tan fuerte como puedas para que actúe de torniquete. De lo contrario, se desangrará.
—¡No podéis hacerlo! —chillaba Tyler a voz en cuello—. ¡No podéis hacerloooo!
—Chilla todo lo que quieras, Tyler. Aquí arriba, nadie te oirá, ¿de acuerdo? —dijo Stefan.
—¡No eres mejor que yo! —aulló Tyler en medio de una rociada de baba—. ¡También eres un asesino!
—Sé exactamente lo que soy —respondió Stefan—. Créeme, Tyler. Lo sé. ¿Todo el mundo preparado? Bien. Sujetadlo fuerte; dará un brinco cuando yo lo haga.
Los alaridos de Tyler habían dejado de ser palabras. Matt lo sujetaba de modo que pudiera ver cómo Stefan se arrodillaba y apuntaba, alzando la hoja del hacha por encima del tobillo de Tyler para calcular fuerza y distancia.
—Ahora —anunció Stefan, alzando mucho el arma.
—¡No! ¡No! ¡Hablaré con vosotros! ¡Hablaré! —se desgañifó Tyler.
Stefan le dirigió una veloz mirada.
—Demasiado tarde —dijo, y dejó caer el hacha.
Rebotó en el suelo de piedra con un retumbo metálico y un chisporroteo, pero el ruido quedó ahogado por los alaridos de Tyler, que pareció necesitar varios minutos para darse cuenta de que la hoja no le había tocado el pie. Calló para recuperar el aliento sólo cuando sintió que se asfixiaba, y volvió unos ojos enloquecidos y a punto de saltar de las órbitas en dirección a Stefan.
—Empieza a hablar —dijo éste con voz glacial y despiadada.
Pequeños lloriqueos surgían en aquellos momentos de la garganta de Tyler, que tenía espumarajos en los labios.
—No sé su nombre —jadeó—. Pero su aspecto es como el que tú dijiste. Y tienes razón; ¡es un vampiro, tío! Le vi chuparle toda la sangre a un ciervo de diez puntas mientras éste todavía pateaba. Me mintió —añadió Tyler mientras el gañido volvía a arrastrarse hasta su voz—. Me dijo que sería más fuerte que nadie, tan fuerte como él. Dijo que podría tener a cualquier chica que quisiera, de cualquier modo que quisiera. El muy asqueroso mintió.
—Te dijo que podías matar y quedar impune —dijo Stefan.
—Dijo que podía acabar con Caroline esa noche. Se lo merecía tras el modo en que me plantó. Quería hacerla suplicar… pero consiguió salir de la casa de algún modo. Podía tener a Caroline y a Vickie, dijo. Todo lo que él quería era a Bonnie y a Meredith.
—Pero tú acabas de intentar matar a Meredith.
—Eso es ahora. Las cosas son distintas ahora, estúpido. Dijo que estaba bien.
—¿Por qué? —preguntó Meredith a Stefan en voz baja.
—A lo mejor porque ya habíais cumplido con vuestro propósito —dijo—. Me habíais traído aquí. —Luego siguió—. De acuerdo, Tyler, muéstranos que estás cooperando. Dinos cómo podemos atrapar a este tipo.
—¿Atraparle? ¡Estáis chiflados! —Tyler prorrumpió en desagradables carcajadas, y Matt apretó el brazo que le rodeaba la garganta—. Puedes asfixiarme todo lo que quieras; sigue siendo la verdad. Me dijo que es uno de los Antiguos, uno de los Originales, lo que sea que eso signifique. Dijo que ha estado creando vampiros desde antes de la época de las pirámides. Dijo que había hecho un trato con el diablo. Podrías clavarle una estaca en el corazón y no le haría nada en absoluto. No podéis matarle. —Las carcajadas se volvieron incontrolables.
—¿Dónde se esconde, Tyler? —espetó Stefan—. Todo vampiro necesita un lugar donde dormir. ¿Dónde está el suyo?
—Me mataría si os dijera eso. Me comería, tío. Dios, si te contara lo que le hizo a aquel ciervo antes de que muriera… —La risa de Tyler se iba convirtiendo en algo parecido a sollozos.
—En ese caso será mejor que nos ayudes a destruirle antes de que pueda encontrarte, ¿no es cierto? ¿Cuál es su punto débil? ¿Cómo es vulnerable?
—Dios, aquel pobre ciervo… —Tyler lloriqueaba.
—¿Qué hay de Sue? ¿Lloraste por ella? —inquirió Stefan en tono seco, y levantó el hacha—. Creo —dijo— que nos estás haciendo perder el tiempo.
El hacha ascendió.
—¡No! ¡No! Hablaré; os diré algo… Mirad, existe una clase de madera que puede hacerle daño… no matarle, pero sí hacerle daño. ¡Lo admitió pero no me dijo cuál era! ¡Os juro que es la verdad!
—No es lo bastante bueno, Tyler —dijo Stefan.
—Por el amor de Dios…, os diré adonde va a ir esta noche. Si llegáis allí bastante rápido, quizá podáis detenerle.
—¿Qué quieres decir? ¿Adonde va a ir esta noche? Habla rápido, Tyler.
—Va a ir a casa de Vickie, ¿de acuerdo? Dijo que esta noche tendríamos una cada uno. Eso es útil, ¿verdad? ¡Si os dais prisa, quizá podáis llegar allí!
Stefan se había quedado helado, y Meredith sintió que el corazón se le desbocaba. Vickie. Ni siquiera habían pensado en un ataque contra Vickie.
—Damon la está custodiando —dijo Matt—. ¿Cierto, Stefan? ¿Cierto?
—Se supone que sí —respondió él—. Le dejé allí al anochecer. De suceder algo, me habría llamado…
—Chicos —murmuró Bonnie, sus ojos estaban abiertos como platos y sus labios temblaban—, creo que será mejor que vayamos allí ahora mismo.
La miraron fijamente por un momento, y luego todo el mundo se puso en movimiento. El hacha repicó contra el suelo al soltarla Stefan.
—¡Eh, no podéis dejarme así! ¡No puedo conducir! ¡Vendrá a buscarme! ¡Regresad y desatadme las manos! —vociferó Tyler.
Ninguno de ellos respondió.
Corrieron todo el camino colina abajo y se amontonaron en el coche de Meredith. La joven salió a toda velocidad, doblando esquinas peligrosamente de prisa y pasándose señales de stop, aunque había una parte de ella que no quería llegar a casa de Vickie, que quería dar media vuelta y conducir en dirección contraria.
«Estoy tranquila; yo soy la que siempre está tranquila», pensó. Pero eso era exteriormente. Meredith sabía muy bien lo tranquila que una podía parecer por fuera cuando en el interior todo se hacía añicos.
Doblaron la última esquina, entraron en la calle Birch y Meredith pisó los frenos.
—¡Dios mío! —exclamó Bonnie desde el asiento posterior—. ¡No! ¡No!
—Rápido —dijo Stefan—. Todavía puede existir una posibilidad.
Abrió de golpe la portezuela y salió antes de que el coche se hubiese detenido. Pero en el asiento de atrás, Bonnie sollozaba.