Dejé la esfera de nieve en su caja y la guardé en mi armario detrás de una pila de jerséis con rombos que le había birlado a mi padre. Al abrir el regalo delante de Patch, el Delphic me había parecido reluciente y precioso, con sus arcos iris formados por el reflejo de la luz en los alambres. Pero en mi habitación, el alegre parque parecía embrujado. Un campamento ideal para seres incorpóreos. Y no estaba del todo segura de que no contuviera una minicámara.
Después de cambiarme y de ponerme el pijama floreado, llamé a Vee.
—¿Y bien? —dijo ella—. ¿Cómo ha ido? Es evidente que no te ha asesinado. Un buen comienzo, ¿no?
—Hemos jugado al billar.
—Tú odias el billar.
—Me ha enseñado un par de cosas. Ahora que sé de qué va, no me parece tan aburrido.
—Apuesto a que podría enseñarte unas cuantas cosas más en otras áreas de tu vida.
—Ya. —En circunstancias normales me habría sonrojado con su comentario, pero estaba demasiado seria. Me esforzaba mucho, pensando.
—Sé que no es la primera vez que te lo digo, pero Patch no me inspira confianza —dijo Vee—. Todavía tengo pesadillas con el tipo del pasamontañas. En una de mis pesadillas se arranca la máscara, y adivina quién es: Patch. Creo que deberías tratarlo como a un arma cargada. Hay algo en él que no es normal.
Eso era exactamente de lo que quería hablar.
—¿Cuál podría ser el origen de una cicatriz con forma de uve en la espalda? —le pregunté.
Hubo un silencio.
—Ostras —graznó Vee—. ¿Lo has visto desnudo? ¿Dónde lo habéis hecho? ¿En el Jeep? ¿En su casa? ¿En su habitación?
—¡No lo vi desnudo! Fue casualidad.
—Ya, eso ya lo he oído antes.
—Tiene una cicatriz enorme en la espalda. Como una uve al revés. ¿No es un poco raro?
—Claro. Éste es el Patch del que estamos hablando. Le falta un tornillo. A bote pronto, se me ocurre que podría ser consecuencia de… ¿una pelea callejera? ¿Un recuerdo de la cárcel? ¿Un coche que lo arrolló y se dio a la fuga?
Una mitad de mi mente estaba atenta a la conversación, pero la otra, más profunda, estaba en otra parte. Me vino a la memoria la noche en que Patch me retó a subir al Arcángel. Recordé las pinturas extrañas y horripilantes en el lateral de los carritos. Recordé las bestias con cuernos arrancándole las alas a un ángel. Recordé la marca de la V al revés donde antes estaban las alas del ángel.
Por poco no dejé caer el teléfono.
—Pe-perdona, ¿qué? —pregunté al darme cuenta de que Vee había seguido con la conversación y esperaba mi respuesta.
—¿Qué ha pa-sa-do des-pués? —enfatizó cada sílaba—. Tierra llamando a Nora. Necesito detalles. Me estoy muriendo.
—No ha pasado nada. Ha tenido una pelea y su camisa se ha rasgado. Fin de la historia.
Vee se quedó sin aliento.
—De eso te estoy hablando. Salís juntos, ¿y él va y se mete en una pelea? ¿Qué problema tiene? Parece más animal que humano.
Mentalmente comparé las cicatrices de aquel ángel con las de Patch. Ambas se habían vuelto del color oscuro del regaliz, ambas iban desde los omóplatos hasta los riñones, y ambas se curvaban hacia fuera a medida que recorrían la longitud de la espalda. Me convencí de que era muy probable que sólo fuera una horripilante coincidencia que las cicatrices de Patch estuvieran fielmente representadas en los carritos del Arcángel. Me dije que había muchas clases de accidentes que podían dejar cicatrices así. Una pelea callejera, un recuerdo de la cárcel, un coche, como había señalado Vee. Lamentablemente, todo eso me parecía falso. Como si tuviera la verdad delante de los ojos y me faltara el valor para verla.
—¿Es un ángel? —me preguntó Vee.
—¿Qué?
—¿Es un ángel o mantiene su imagen de chico malo? Porque no me trago eso de que no ha intentado nada.
—Vee, tengo que dejarte. —Mi voz parecía cubierta de telarañas.
—Ya veo. Vas a colgarme antes de que pueda sonsacarte detalles.
—No ha pasado nada durante la cita, y tampoco después. Nos hemos encontrado con mi madre en la entrada de casa.
—¡Qué dices!
—Creo que Patch no le ha caído bien.
—No me digas. ¿Por qué será?
—Te llamo mañana, ¿vale?
—Que tengas dulces sueños, chica.
«Va a ser difícil», pensé.
Bajé al pequeño despacho de mi madre y encendí nuestro viejo ordenador IBM. La habitación era pequeña, con un tejado a dos aguas, más un cuartucho que una habitación. Una ventana grasienta con cortinas desteñidas de los años setenta daba a un lado del jardín. En un tercio de la habitación no podía estar totalmente de pie. En el resto, mi coronilla tocaba las vigas del techo. Allí colgaba una bombilla desnuda.
Al cabo de diez minutos, el ordenador se conectó a Internet mediante llamada telefónica. Escribí en la barra de Google: «ángel+alas+cicatrices». Dejé mi dedo suspendido encima de enter, temerosa de que seguir adelante implicaba admitir la posibilidad de que Patch no fuera… en fin, humano.
Le di a la tecla e hice clic sobre el primer enlace antes de arrepentirme.
ÁNGELES CAÍDOS: UNA VERDAD ATERRADORA
En la creación del Jardín del Edén, los ángeles celestiales fueron enviados a la Tierra para vigilar a Adán y a Eva. Pronto, sin embargo, algunos ángeles ambicionaron lo que había más allá de los muros del jardín. Se vieron a sí mismos como los futuros soberanos de la Tierra, codiciando el poder, la riqueza e incluso a las mujeres humanas.
Juntos tentaron y convencieron a Eva para que comiera del fruto prohibido, y abrieron las puertas custodiadas del Edén. Como castigo a su grave pecado y desobediencia, Dios los despojó de sus alas y los condenó a vivir en la Tierra para siempre.
Leí por encima algunos párrafos; el corazón me latía de forma irregular.
Los ángeles caídos son los mismos espíritus malignos (o demonios) descritos en la Biblia como usurpadores de cuerpos humanos. Vagan por la Tierra en busca de cuerpos humanos que acosar y controlar. Tientan a los humanos para que hagan el mal introduciendo pensamientos e imágenes en sus mentes. Si un ángel caído consigue pervertir a un humano, puede entrar en su cuerpo e influir sobre su personalidad y sus acciones.
Sin embargo, la ocupación de un cuerpo humano por un ángel sólo puede ocurrir durante el mes hebreo de Jeshván. El Jeshván, conocido como el mes amargo, es el único que carece de festividades judías de importancia, lo que lo convierte en un mes profano. Durante el Jeshván, entre la luna nueva y la luna llena, los ángeles caídos invaden en masa los cuerpos humanos.
Me quedé mirando fijamente el monitor varios minutos. Sin pensamientos. Nada. Sólo un cúmulo de emociones que se enredaban en mi interior. Frío, pánico y… un horrible presentimiento.
Un escalofrío me despertó. Recordé las pocas ocasiones en que Patch había traspasado los métodos de comunicación normal y había susurrado mensajes en mi mente, tal como afirmaba el artículo acerca de los ángeles caídos. Comparando esta información con las cicatrices de Patch… ¿era posible que él fuera un ángel caído? ¿Pretendía tomar posesión de mi cuerpo?
Seguí leyendo por encima el resto del artículo, deteniéndome cuando encontraba algo todavía más extraño.
Los ángeles caídos que tienen una relación sexual con un humano producen una descendencia de seres sobrenaturales llamados Nefilim. La raza de los Nefilim es una raza maligna y antinatural que no estaba destinada a habitar la Tierra. Aunque muchos creen que el Diluvio Universal en los tiempos de Noé tenía el propósito de purificar la Tierra de los Nefilim, no hay manera de saber si esta raza híbrida se extinguió o si los ángeles caídos han seguido reproduciéndose con humanos desde entonces. Parece lógico que así sea, lo que significa que es muy probable que la raza de los Nefilim habite hoy sobre la faz de la Tierra.
Me aparté del escritorio. Metí todo lo que había leído en una carpeta y lo guardé. El archivo lo guardé como «miedo». No quería pensar en eso ahora. Ya lo haría más tarde. Quizás.
El móvil sonó en mi bolsillo y me asusté.
—¿Dijimos que los aguacates eran verdes o amarillos? —me preguntó Vee—. Ya he comido todas las frutas verdes que me tocaban hoy, pero si me dices que los aguacates son amarillos la he pifiado.
—¿Tú crees en los superhéroes?
—Después de ver a Tobey Maguire en Spiderman, sí. Y también está Christian Bale. Es más viejo, pero está muy bueno. Dejaría que me rescatase de los ninjas espadachines.
—Hablo en serio.
—Yo también.
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste a la iglesia? —le pregunté.
Escuché el pequeño estallido de un globo de chicle.
—El domingo.
—¿Crees que la Biblia es de fiar? Es decir, ¿crees que lo que dice es real?
—Creo que el pastor Calvin es guapo. A la manera de los cuarentones. Eso resume bastante bien mi convicción religiosa.
Fui a mi habitación y me metí debajo de las mantas. Cogí una manta extra para protegerme de un frío repentino. O en la habitación hacía frío, o bien era yo la que me sentía helada por dentro, no estaba segura. Palabras como «ángel caído», «ocupación de humanos» y «Nefilim» me obsesionaban, alejándome del sueño.