En primer lugar, me gustaría dar las gracias a Kathi Appelt, Coe Booth, Carolyn Coman, Nancy Werlin y Gene Luen Yang, por cambiar mi vida como escritora. Mi más profundo agradecimiento, por todo.
A Alexandra Saperstein y Stephanie Perkins, por leer cada fragmento de este libro una y otra vez sin perder la pasión. Todo escritor debería tener lectores así. Aunque no podrán teneros a vosotras, porque sois mías. ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
A Jane Putch, por ser mucho más que una agente: gracias. Gracias. Este es para ti.
A mi encantadora Clementine, por ser un bebé tranquilo —me atrevería a decir un bebé perfecto—. De no ser así, terminar este libro hubiera resultado una experiencia totalmente distinta.
Y por supuesto, a Jim Di Bartolo, mi maravilloso marido. Por todo, desde leer mis textos y animarme, hasta elaborar café y listas de canciones, o compartir el cuidado del bebé y guardar el fuerte mientras yo estaba en Otra Parte. Mi adorado compañero en tareas creativas y mundanas —libros, risas, viajes, cambio de pañales—, no podría hacerlo sin ti, y tampoco querría.
Montañas y fuentes de gratitud para Alvina Ling y toda la increíble pandilla de Little, Brown, mi nueva casa. Ha sido increíblemente divertido. Vuestra creatividad y entusiasmo iluminan mi horizonte. Gracias. En cualquier idioma real e imaginario: gracias.
Por último —aunque suene algo tontorrón, pero qué más da—, gracias al mundo por ser un lugar disparatado e inspirador, lleno de criaturas curiosas, personas extrañas y misteriosas ciudades. Espero poco a poco conocerte mejor.