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INSTANTÁNEO

Karou jadeó. Sus manos se apresuraron hacia su cuello y lo rodearon, estaba intacto.

Miró a Akiva y parpadeó, y cuando exhaló su nombre, había una nueva sonoridad en su voz, un halo de asombro y amor y súplica que parecía surgir de otro tiempo. Y así era.

—Akiva —exclamó con todo su ser.

Con ansiedad, con angustia, Akiva la miró, y esperó.

Karou retiró las manos de su cuello y, temblando, se quitó los guantes para dejar al descubierto sus palmas. Clavó sus ojos en ellas.

Ellas le devolvieron la mirada.

Ellas le devolvieron la mirada —dos ojos color índigo— y entonces comprendió lo que Brimstone había hecho.

Finalmente, lo comprendió todo.