12 de enero

Promesa

HAY ALGO EN EL AMBIENTE. Cuando oyes esta frase, lo normal es que no pase nada, pero cuanto más inminente era el cumpleaños de Lena, la sensación era más intensa. A la vuelta de las vacaciones navideñas nos encontramos las taquillas y las paredes llenas de pintadas, pero no eran las pintadas habituales, no se entendían y, de hecho, de no haber echado antes un vistazo al Libro de las Lunas ni siquiera habríamos sabido de qué se trataba.

Una semana más tarde, todas las ventanas se abrieron de pronto en plena clase de inglés. Podía haber sido otra vez el viento, salvo que no soplaba ni una ligera brisa. Por otra parte, ¿cómo era posible que el viento se notara sólo en una única aula?

Como ya no estaba en el equipo de baloncesto, tenía que ir a clase de educación física el resto del curso. Era la peor asignatura del Instituto Jackson con diferencia. Después de una hora de sprints cronometrados y de hacerme unas cuantas quemaduras de tanto subir y bajar hasta el techo del gimnasio en una soga con nudos fui a la taquilla y me encontré con que estaba abierta y todos mis papeles tirados por el pasillo. Mi mochila había desaparecido. Link la localizó al cabo de unas horas en un contenedor de basura fuera del gimnasio, pero aprendí la lección: el instituto no era un lugar adecuado para el Libro de las Lunas.

A partir de ese momento lo guardé en mi armario y esperé a que Amma lo descubriera, dijera algo o cubriera con sal el suelo de mi cuarto, pero no ocurrió nada de eso.

Me enfrascaba en la lectura de sus páginas, estuviera o no con Lena, con el desgastado diccionario de latín de mi madre. Utilizaba unas manoplas de Amma para reducir al mínimo las quemaduras. Había miles de hechizos y sólo unos pocos estaban traducidos. El resto estaba escrito en idiomas ilegibles para mí o en la lengua Caster, que ni siquiera podía aspirar a descifrar. La inquietud de Lena aumentaba conforme nos familiarizábamos cada vez más con sus páginas.

—Llámate a ti misma. Eso no significa nada.

—Por supuesto que sí.

—Ningún capítulo lo menciona. No existe ni una sola descripción sobre la Llamada en el libro.

—Basta con seguir mirando. Esto no vamos a encontrarlo en ningún resumen.

El libro tenía la respuesta… si lográbamos encontrarla. No éramos capaces de pensar en otra cosa, bueno, en eso y en que quedaba un mes antes de que todo estuviera perdido.

Por la noche nos quedábamos despiertos hasta las tantas, charla que te charla, cada uno en nuestra casa, sobre todo ahora, que cada velada parecía estar más cerca de la que podía ser la última.

¿En qué piensas, Lena?

¿De verdad quieres saberlo?

Siempre lo quiero saber.

¿Siempre? Contemplé el mapa arrugado de mi pared. La delgada línea verde unía todos los lugares que conocía por mis lecturas. Ahí figuraban los escenarios de mi futuro imaginario unidos con cinta, indicadores y chinchetas. Habían cambiado muchas cosas en seis meses. Ninguna cinta verde me conducía al futuro, ya no, sólo una chica.

Me costaba oír sus pensamientos. Tenía que esforzarme para escucharla.

Una parte de mí desearía no haberte conocido.

Es una broma, ¿no?

Ella no contestó, al menos no inmediatamente.

Hace que todo sea mucho más complicado. Antes tenía mucho que perder, pero ahora te tengo a ti.

Entiendo lo que quieres decir.

Di un golpe a la pantalla de la lámpara, situada junto a la cama, y me encontré con la vista clavada en la bombilla. Si la miraba directamente, el brillo del filamento me cegaba y me hacía llorar.

Y ahora podría perderte a ti.

Eso no va a suceder, L.

Se mantuvo en silencio mientras espirales y destellos luminosos me cegaban hasta el punto de que era incapaz de ver el tono azul del techo a pesar de tenerlo delante.

¿Lo prometes?

Lo prometo.

No estaba en mi mano cumplir ese compromiso, y ella lo sabía, pero lo hice de todos modos porque iba a encontrar la forma de hacer realidad mi promesa.

Me quemé la mano al intentar quitar la luz.