Starling despertó en la olorosa semioscuridad sabiendo de una forma instintiva que estaba cerca del mar. Se movió ligeramente en la cama. Sintió un profundo escozor en todo el cuerpo y enseguida volvió a caer en la inconsciencia. Cuando volvió a despertar, una voz suave le hablaba ofreciéndole una taza caliente. Tomó unos sorbos y el sabor le recordó los tés curativos que la abuela de Mapp mandaba a su nieta.
Pasó la mañana, y luego la tarde, y entre el aroma a flores recién cortadas apenas fue consciente de otra cosa que la débil punzada de una aguja. Como el silbido y la explosión de distantes fuegos artificiales, los residuos de miedo y dolor estallaban en el horizonte, pero no cerca, nunca cerca. Estaba en el jardín del ojo del huracán.
—Despierta. Despierta, tranquila. Despierta en esta hermosa habitación —dijo una voz. Oyó una suave música de cámara.
Se sentía muy limpia y la piel le olía a menta, alguna crema que procuraba un profundo y agradable calor.
Starling abrió los ojos de par en par.
El doctor Lecter estaba de pie a poca distancia, muy quieto, tanto como lo había estado en su celda la primera vez que lo vio. Nosotros ya nos hemos acostumbrado a verlo libre. No nos sorprende encontrarlo en un espacio abierto con otra criatura mortal.
—Buenas noches, Clarice.
—Buenas noches, doctor Lecter —respondió ella en consonancia, sin tener una idea real del momento del día.
—Si te sientes incómoda, son sólo cardenales que te hiciste en una caída. Te pondrás bien. Pero me gustaría asegurarme de una cosa. Por favor, ¿podrías mirar hacia aquí? El doctor Lecter se inclinó sobre ella con una pequeña linterna. Olía a seda limpia. Hizo un esfuerzo para mantener abiertos los ojos mientras él examinaba sus pupilas antes de volver a erguirse.
—Gracias. Hay un cuarto de baño muy bien equipado, justo ahí. ¿Quieres probar a levantarte? Las zapatillas están junto a la cama, me temo que tuve que tomar prestadas tus botas.
Estaba y no estaba despierta. El cuarto de baño era realmente cómodo y no faltaba de nada. En los días que siguieron disfrutó de largos baños en él, pero no se molestó en contemplarse en el espejo, tan ajena a sí misma se sentía.