89

Clarice Starling yace inconsciente en una gran cama bajo una sábana de lino y una colcha. Los brazos, cubiertos por las mangas de un pijama de seda, están sobre la colcha, atados con pañuelos de seda, sólo lo bastante para que no pueda tocarse la cara ni el catéter del dorso de su mano.

Hay tres fuentes de luz en la habitación, la lámpara baja con tulipa y las puntas de aguja rojas en el centro de las pupilas del doctor Lecter, que la observa.

Está sentado en un sillón, con las palmas de las manos juntas y las puntas de los dedos sujetando la barbilla. Al cabo de un rato se levanta y le toma la tensión. Le examina las pupilas con una linterna de bolsillo. Mete la mano bajo las ropas de la cama y le encuentra un pie, lo saca fuera y, vigilándola de cerca, estimula la planta con el extremo de una llave. Se yergue un momento, al parecer absorto en sus pensamientos, sosteniendo el pie con delicadeza, como si tuviera un animalillo en su mano.

Ha averiguado la composición del tranquilizante poniéndose en contacto con el fabricante del dardo. Dado que el segundo la alcanzó en el hueso de la espinilla, cree muy probable que no recibiera dos dosis enteras. Le está administrando estimulantes con infinita precaución.

Entre cuidado y cuidado, se sienta en el sillón con un fajo de papel basto, haciendo cálculos. Las hojas están llenas de símbolos, tanto de astrofísica como de física subatómica. Se repiten una y otra vez los esfuerzos por encadenar los símbolos en una teoría coherente. Los pocos matemáticos que podrían seguirlo dirían que sus ecuaciones comienzan con brillantez y luego decaen, lastradas por una quimera: el doctor Lecter está empeñado en hacer revertir el tiempo, en lograr que la entropía en aumento deje de marcar la dirección del tiempo. En vez de eso, quiere que un orden en aumento señale el camino. Quiere que los dientecillos de leche de Mischa regresen del pozo ciego. Tras sus cálculos febriles hay un deseo desesperado de hacer sitio en el mundo para Mischa, tal vez el sitio ocupado hasta ahora por Clarice Starling.