79

Krendler se enteró de la declaración de secuestro de inmediato. Llamó a sus fuentes y después se puso en contacto con Mason por un teléfono seguro.

—Starling ha presenciado la captura; no habíamos contado con eso. Está armando jaleo en el centro de operaciones de Washington. Pidiendo una orden para registrar tu casa.

—Krendler… —Mason esperó que la máquina le proporcionara oxígeno, o tal vez estaba exasperado, Krendler no hubiera sabido decirlo—. Ya he puesto denuncias ante las autoridades locales, el sheriff y la oficina del fiscal por el acoso a que me está sometiendo esa Starling, que me llama a las tantas de la noche con amenazas absurdas.

—¿Lo ha hecho?

—Por supuesto que no, pero no podrá probarlo y servirá para enturbiar las aguas. Sobre lo otro, puedo invalidar cualquier orden en este condado y en este estado. Pero quiero que llames al fiscal de aquí y le recuerdes que esa puta histérica no me deja en paz. De los otros ya me ocupo yo, no sufras.