QUINTO ACTO

ESCENA I

Entran dos patanes

¿Hay que enterrar con entierro cristiano a la qué voluntariamente busca su propia salvación?

Te digo que lo es, y por lo tanto haz su tumba derecha, el alguacil ha indagado sobre ella, y encuentra que debe ser un entierro cristiano.

¿Cómo es posible eso, a menos que se haya ahogado en defensa propia?

Bueno, así se ha visto.

Debe ser se offendendo, no puede ser de otra manera; porque ahí está el asunto: si me ahogo voluntariamente, eso supone un acto, y un acto tiene tres ramas, que son actuar, hacer y ejecutar; érgolis, sé ahogó voluntariamente.

No, pero escúchame, señor zapador.

Permíteme: aquí está el agua; bien. Aquí está el hombre; bien. Si el hombre va hacia esa agua y se ahoga, es, quieras que no, que él va, ¿te das cuenta? Pero si el agua viene a él y lo ahoga, no se ahoga a sí mismo. Ergolis, el que no es culpable de su propia muerte no acorta su propia vida.

¿Pero es eso legal?

Claro que lo es, es la Ley de la encuesta del alguacil.

¿Quieres saber la verdad del asunto? Si no hubiera sido una mujer principal, se la hubiera enterrado fuera de un entierro cristiano.

Tú lo has dicho. Y lo más triste es que los poderosos tengan autorización en este mundo para ahogarse o colgarse ellos mismos, más que sus hermanos cristianos. Vamos, mi pala; no hay nobles más antiguos que los jardineros, zapadores y cavadores de fosas; ejercen la profesión de Adán.

¿Era un caballero?

Fue el primero que llevó armas.

Pero si no tenía ninguna.

¿Qué? ¿Eres un pagano? ¿Cómo entiendes tú las Escrituras? Las Escrituras dicen que Adán cavaba: ¿podía cavar sin armas? Te voy a hacer otra pregunta, si no me contestas adecuadamente, confiesa que eres un…

Adelante.

¿Quién es el que construye más fuertemente que el albañil, o el calafate o el carpintero?

El que hace horcas, porque esa fábrica sobrevive a mil inquilinos.

Me gusta de lo lindo tu ingenio, la horca está bien; pero ¿en qué está bien? Hace el bien a los que hacen el mal. Ahora bien, haces mal en decir que la horca está construida más sólidamente que la iglesia; érgolis, la horca te vendría bien a ti. Vamos, trata otra vez.

¿Quién construye más fuertemente que el albañil, el calafate o el carpintero?

Sí, dímelo, y levanta el yugo.

Vaya, ya lo sé.

Vamos.

Malhaya, no puedo decirlo.

Entran Hamlet y Horacio a lo lejos

No te aporrees los sesos con eso, que el torpe de tu burro no enmendará el paso pegándole; y la próxima vez que te pregunten eso, di que el sepulturero: las casas que él hace duran hasta el Día del Juicio. Anda, llégate adonde Yaughan y tráeme un jarro de licor.

Sale el segundo patán

(Canta)

De joven cuando amaba, amaba,

Bien pensé que era cosa buena;

El tiempo por mi bien me ha dicho

Que eso no valía la pena.

¿No tiene este hombre ningún sentimiento de su tarea, para cantar mientras cava tumbas?

La costumbre lo ha transformado para él en una cuestión de desenfado.

Así es en efecto: la mano poco usada tiene la sensibilidad más delicada.

(Canta)

Pero la Edad con pasos quedos

Con su garra me acarició,

Y me ha embarcado hacia la tierra

Cual si no fuese tierra yo.

Esta calavera tuvo dentro una lengua, y en otro tiempo podía cantar. Cómo la tira al suelo el villano, como si fuera la quijada de Caín, que hizo el primer asesinato. Podría ser la mollera de un político eso que este asno manipula ahora; uno que hubiera podido enredar a Dios, ¿no es cierto?

Cierto, milord.

O de un cortesano que podría decir «Buen día, dulce señor, ¿cómo estás, buen señor?» Este podría ser mi señor Fulano que alababa el caballo del señor Mengano cuando pensaba pedírselo prestado, ¿no es cierto?

Sí, milord.

En fin, así es. Y ahora es de doña Gusana, sin quijada y golpeado en la mollera con la pala de un sacristán. Hay aquí una buena revolución, si tuviéramos modo de verla. Estos huesos, ¿costó tan poco criarlos como para jugar a los bolos con ellos? Me duele pensarlo.

(Canta)

Un pico y una pala, pala,

Ay, y un buen sudario de lino,

Ay, un hoyo cavado en la arcilla

Para alojar a este inquilino.

Aquí hay otra. ¿No podría bien ser esta la calavera de un abogado? ¿Dónde están ahora sus tiquismiquis? ¿sus chicanas? ¿sus casos? ¿sus títulos y sus trampas? ¿Por qué tolera ahora que este burdo bribón le golpee la mollera con su azada sucia, y no le habla de su acto de asalto? Hmm. Este sujeto pudo ser en sus tiempos un gran comprador de tierras, con sus contratos, sus pagarés, sus arriendos, sus dobles avales, sus cobranzas: ¿es esto el arriendo de sus arriendos, y la cobranza de sus cobranzas, tener su estupenda mollera llena de estupenda tierra? ¿Sus avales, incluso los dobles, avalarán ahora sus compras menos que lo largo y ancho de un par de acuerdos de esos que se rasgan en dos?[16] Los puros pergaminos de sus tierras cabrían apenas en este caja; ¿y el heredero mismo no debe tener más? ¿Eh?

Ni una pizca más, milord.

¿No se hace el pergamino con pieles de borrego?

Sí, milord, y con pieles de becerro también.

Son borregos y becerros los que buscan seguridad en eso.

Voy a hablar con ese hombre. ¿De quién es esa tumba, señor?

Mía, señor.

Ay, un hoyo cavado en la arcilla

Para alojar a este inquilino.

Pienso que es efectivamente tuya, porque estás dentro de ella.

Vos estáis fuera de ella y por lo tanto no es vuestra. Por mi parte, yo no me echo en ella; y sin embargo es mía.

Sí te echas: echas mentiras[17] diciendo que estás en ella y es tuya; es para los muertos, no para los vivos, por consiguiente echas mentiras.

Es una mentira viva, señor; volverá a echarse de mí a vos.

¿Para qué hombre la cavas?

Para ningún hombre, señor.

¿Para qué mujer entonces?

Para ninguna tampoco.

¿Quién va a ser enterrado en ella?

Una que fue mujer, señor; pero descanse en paz, ha muerto.

¡Qué exacto es este bribón! Tenemos que hablar según la carta, o el equívoco nos extraviará. Por Dios, Horacio, estos últimos tres años lo he notado: la época se está volviendo tan remilgada, que el dedo gordo de un campesino se acerca tanto al talón de nuestro cortesano como para arañarle los sabañones. ¿Cuánto tiempo llevas de sepulturero?

De todos los días del año, me puse a ello el día que nuestro difunto rey Hamlet venció a Fortinbrás.

¿Cuánto hace de eso?

¿No podéis decirlo vos? Cualquier bobo puede decirlo: fue el día mismo que nació el joven Hamlet, el que está loco y lo han mandado a Inglaterra.

Ah caray, ¿por qué lo han mandado a Inglaterra?

Hombre, porque estaba loco; recobrará el juicio allá; y si no, allá no importará mucho.

¿Por qué?

No se le notará allá, allá los hombres están tan locos como él.

¿Cómo es que se volvió loco?

De manera muy extraña, dicen.

¿De qué manera extraña?

A fe mía, perdiendo el juicio.

¿De dónde vino eso?

Hombre, de aquí de Dinamarca. Yo he sido sepulturero aquí, de niño y de hombre, treinta años.

¿Cuánto tiempo puede estar un hombre en la tierra antes de pudrirse?

Por vida mía, si no está ya podrido antes de morir (como muchos cuerpos sifilíticos hoy en día, que apenas pueden depositarse en la fosa), os durará unos ocho años, o nueve años. Un curtidor os durará nueve años.

¿Por qué él más que otros?

Bueno, señor mío, su cuero está tan curtido a causa de su oficio, que no deja entrar el agua durante mucho tiempo. Y esa agua vuestra es un feo destructor de vuestro cuerpo muerto hijo de puta. Aquí tenéis una calavera: esta calavera ha estado en la tierra veintitrés años.

¿De quién es?

Fue la de un loco hijo de puta; ¿de quién creéis que es?

No sé.

Mala peste le caiga encima al loco bribón: me echó una botella de vino del Rin en la cabeza una vez. Esta calavera misma, esta precisa calavera fue la calavera de Yorick, el bufón del rey.

¿Esta?

Mismamente esta.

Déjame ver. Ay, pobre Yorick; yo lo conocí, Horacio, un sujeto de una gracia infinita, de excelente fantasía; me llevó en su espalda mil veces; y ahora qué aborrecible aparece en mi imaginación; se me hace un nudo en la garganta de pensarlo. De aquí colgaban esos labios que besé no sé cuántas veces. ¿Dónde están tus bromas? ¿tus piruetas? ¿tus canciones? ¿tus chispas de diversión que solían provocar las carcajadas de toda la mesa? ¿No hay ahora ninguna para burlarte de tu propia gracia? ¿tienes un poco caída la mandíbula? Vete ahora a la alcoba de mi señora y dile que bien puede ponerse pintura de una pulgada de grueso, a esta figura ha de llegar. Hazla reír con eso. Por favor, Horacio, dime una cosa.

¿Qué es ello, milord?

¿Crees tú que Alejandro tenía este aspecto en la tierra?

Ni más ni menos.

¿Y que olía así? Puah.

Exactamente, milord.

A qué bajos usos podemos regresar, Horacio. Caray, ¿no puede la imaginación seguir el rastro del noble polvo de Alejandro hasta encontrarlo tapando el agujero de un tonel?

Sería examinar demasiado minuciosamente examinar así.

No, a fe mía, ni un ápice. Sino seguirlo hasta allí con mucha discreción y verosimilitud para llevarlo a cabo. De esta manera. Alejandro murió; Alejandro fue enterrado; Alejandro volvió al polvo; el polvo es tierra; con la tierra hacemos barro, y ¿por qué con un poco de ese barro (en el que quedó convertido) no podrían tapar un barril de cerveza?

César Imperial, muerto y vuelto tierra fría

Pudo tapar un hoyo donde el aire corría.

Pensar que aquella tierra de inmenso poderío

Ahora parcha un muro para ahuyentar el frío.

Mas silencio, silencio, y hazte a un lado,

Que viene el rey…,

Entran portadores con un ataúd, el rey y la reina, Laertes y otros nobles, seguidos por un sacerdote

… La reina; cortesanos.

¿A quién es a quien siguen con ritos tan mermados?

Eso nos da a entender que el cadáver que siguen

Fue por su propia mano como puso

Desesperado fin a su existencia.

Era de cierta calidad.

Vamos a agazaparnos un rato y observar.

¿Qué otra ceremonia?

Ese es Laertes,

Un joven de alta alcurnia, fíjate.

¿Qué otra ceremonia?

Sus exequias las hemos extendido

Hasta donde nos es legítimo;

Su muerte fue dudosa

Y si no hubiera habido un mandato supremo

Que privó sobre el orden,

Nunca debió depositarse en tierra consagrada

Hasta la última trompeta.

A modo de oración caritativa,

Cascotes, pedernales y guijarros

Se deben arrojar sobre ella.

No obstante le hemos concedido aquí

Su guirnalda de virgen, sus prendas de doncella

Y el paso hasta su última morada

Con toque de campanas y servicio de entierro.

¿Y no se tiene que hacer más?

No más tiene que hacerse: profanaríamos

El servicio a los muertos si cantáramos

El grave réquiem y el responso

Que se reza a las almas que partieron en paz.

Depositadla en tierra,

Y de su hermosa e impoluta carne

Pueden brotar violetas. Yo te digo,

Sacerdote insolente,

Que mi hermana ha de ser un ángel mediador

Cuando tú yazgas dando aullidos.

¿Cómo, la hermosa Ofelia?

Dulces flores para la dulce; adiós.

Esperaba que fueras la esposa de mi Hamlet;

Pensé que adornaría tu lecho nupcial,

Dulce doncella, y no que esparciría

Sobre tu tumba flores.

Oh dolor triplicado,

Diez veces triplicado caigas

Sobre aquella cabeza maldecida

Cuyo acto malvado

De tu más claro juicio te privó.

Deja un momento de echar tierra

Mientras una vez más la estrecho entre mis brazos.

Salta dentro de la sepultura

Echa ahora tu polvo sobre el vivo y la muerta

Hasta que tengas hecho un monte de este llano

Que sobrepase al antiguo Pelión

O a la cabeza al cielo alzada

Del azuloso Olimpo.

¿Quién es ese

Cuyo dolor puede mostrar tal énfasis;

Cuya frase doliente conjura a los errantes astros

Y los hace asistir como escuchando

Heridos de estupor? Este soy yo,

Soy Hamlet el danés.

Hamlet salta adentro tras Laertes

El demonio te lleve.

No rezas bien: te suplico que quites

Tus dedos de mi cuello; aunque yo, señor mío,

No soy impetüoso ni violento,

Hay sin embargo en mí algo que es peligroso,

Que a tu prudencia más le valdría temer.

Quita la mano.

Separadlos.

Hamlet, Hamlet.

Señor, estaos quieto.

Por Dios, pelearé con él sobre este asunto

Hasta que dejen de parpadear mis párpados.

Hijo mío, ¿qué asunto?

Yo amé a Ofelia.

Cuarenta mil hermanos

(Con su gran cantidad de amor)

No podrán igualar mi suma.

¿Qué harías tú por ella?

Está loco, Laertes.

Por el amor de Dios, suéltalo, Hamlet.

Ven, muéstrame qué es lo que harías.

¿Solicitas llorar? ¿Solicitas luchar?

¿Solicitas beber vinagre?

¿O comer cocodrilo?

Yo lo haré. ¿Has venido aquí a gemir?

¿A provocarme saltando a su tumba?

Hazte enterrar con ella, y lo mismo haré yo.

Y si de montes hablas, que nos echen encima

Millones de fanegas, hasta que nuestro suelo,

Chamuscando su crisma contra la zona ardiente,

Haga que el monte Ossa parezca una verruga.

Sí, que si tú te pones a dar voces,

Bramaré igual que tú.

Esto es pura locura,

Y así durante un rato lo agitará el ataque;

Después, con la paciencia de la paloma hembra

Viendo a su parejita de oro

Romper el cascarón, se asentará

Su silencio agachando la cabeza.

Señor, oídme: ¿qué razón tenéis

Para tratarme así? Pero no importa:

Haga lo que haga Hércules mismo,

Maullará el gato e irá a lo suyo el perro.

Sale

Os ruego, buen Horacio, ocupaos de él.

Sale Horacio

Reforzad la paciencia con la charla

Que tuvimos anoche. Puliremos el plan

Con este último empujón.

Mi querida Gertrudis,

Poned alguna vigilancia a vuestro hijo.

Esta tumba tendrá un monumento vivo:

Una hora de calma nos será dada en breve;

Mientras, que la paciencia nos haga el tiempo leve.

Salen