Entran el rey y Laertes
REY
Ahora vuestra conciencia debe
Sellar mi absolución, y tenéis que ponerme
Dentro del pecho como amigo vuestro,
Pues habéis escuchado, y con oído inteligente,
Que quien matara a vuestro noble padre
Apuntaba a mi vida.
LAERTES
Así parece.
Mas decidme, ¿por qué no procedisteis
Contra tan criminales actos,
Y de índole tan grave,
Tal como os empujaba a hacerlo sobre todo
Vuestra seguridad, y la prudencia,
Y todo lo demás?
REY
Bueno, por dos razones especiales
Que vos (tal vez) encontraréis endebles,
Y sin embargo para mí son fuertes.
Primeramente,
Que la reina su madre sólo ve por sus ojos,
Y en cuanto a mí —por mi bien o mi mal,
No sabría decirlo—, es tan consubstancial
A mi vida y mi alma, que así como la estrella
Se mueve sólo dentro de su esfera,
Yo no puedo moverme sino en la esfera de ella.
La otra razón de que no pueda yo
Ir ante un pleito público
Es el profundo amor que la gente común le tiene,
Y que bañando en ese afecto
Todas sus faltas, como aquella fuente
Que convertía la madera en piedra,
Convertiría en gracia todas sus cadenas.
De tal manera que mis flechas,
De demasiado leve hechura
Para tan fuerte viento, se revolverían
Contra mi propio arco, en vez de contra aquello
Adonde yo las disparaba.
LAERTES
Y entonces, yo he perdido un noble padre,
Tengo una hermana que se encuentra
En una situación desesperada,
Cuyo valor (si la alabanza puede volver el rostro atrás)
Desafiaba ventajosamente
A la época entera por sus perfecciones.
Mas mi venganza llegará.
REY
Eso no os deberá quitar el sueño,
Pues no debéis pensar que estemos hechos
De una sustancia tal, tan llana y torpe,
Que podamos dejar que agite nuestra barba
Cualquier peligro, sin tomarlo en serio.
Pronto sabréis más cosas.
Yo tuve amor a vuestro padre,
Y nos tenemos a nos mismo amor,
Y espero que eso os haga imaginar…
Entra un mensajero
¿Qué pasa ahora? ¿Qué noticias?
MENSAJERO
Cartas, milord, de Hamlet.
Hay esta para Vuestra Majestad
Y esta para la reina.
REY
¿De Hamlet? ¿Quién las trajo?
MENSAJERO
Marineros, milord, por lo que dicen;
Yo no los vi, a mí me las dio Claudio,
Y a él se las dio el mismo que las trajo.
REY
Laertes, tú también has de escucharlas.
Déjanos.
Sale el mensajero
«Alto y poderoso señor: Habéis de saber que me he plantado desnudo en vuestro reino. Mañana pediré la venia para ver vuestros reales ojos. Entonces (pidiéndoos primero perdón por ello) relataré la ocasión de mi súbito y muy extraño regreso.
Hamlet.»
¿Qué quiere decir esto? ¿Han vuelto los demás?
¿O es un engaño? ¿O no hay tal cosa?
LAERTES
¿Reconocéis la letra?
REY
Es del puño de Hamlet.
«Desnudo». Y más abajo
Dice en una post-data: «Solo».
¿Podéis darme consejo?
LAERTES
Estoy perdido en todo ello, mi señor.
Pero dejad que venga.
Me reconforta el corazón enfermo
Que pueda yo vivir
Y decirle en su cara: «Así lo hiciste.»
REY
Si así es, Laertes, como debe ser,
Y no de otra manera, ¿queréis que os guíe yo?
LAERTES
Siempre que no queráis forzarme a hacer la paz.
REY
Sólo tu propia paz. Si ha vuelto ahora,
Desbandándose así de su viaje
Sin intención de reanudarlo,
Le induciré a meterse en una hazaña
Que tengo ya madura en mi cabeza,
En la cual no podrá sino enredarse.
Y por su muerte no habrá ni un soplo de condena,
Sino que hasta su madre aprobará la práctica
Y dirá que es un accidente.
LAERTES
Me dejaré guiar, señor,
En especial si lo podéis hacer
De modo que yo sea el instrumento.
REY
Eso viene de perlas.
Se ha hablado mucho, desde vuestro viaje,
Y en presencia de Hamlet, de cierta cualidad
En la que dicen que brilláis;
Pues todas vuestras prendas juntas
No le dan tanta envidia
Como le dio esa sola, y eso que en mi opinión
Es de muy bajo rango.
LAERTES
¿Qué cualidad es esa, señor mío?
REY
Nada más que una cinta en la gorra de un joven,
Mas también necesaria, porque la juventud
Casa tan bien con aquella librea
Ligera y descuidada que reviste,
Como la edad madura con sus pieles
Y sus grandes ropajes,
Signos de bienestar y gravedad.
No hace ni un par de meses
Que estuvo aquí un caballero de Normandía:
Yo mismo he visto a los franceses,
Y he servido en su contra,
Y son grandes jinetes; pero aquel galán
Parecía embrujado; se crecía en la silla,
Y hacía hacer a su caballo
Tales prodigios
Cual si formara parte de su cuerpo
Y poseyera una mitad
De la naturaleza de aquel noble animal;
Superó de tal modo mi imaginación,
Que no puedo forjar tantas formas y mañas
Como él ejecutó.
LAERTES
¿Era un normando?
REY
Eso es: normando.
LAERTES
Por vida mía: Lamord.
REY
Exactamente.
LAERTES
Lo conozco bien,
Es ciertamente el broche
Y la gema de toda su nación.
REY
Dio de vuestra persona
La más extensa apreciación
E hizo de vos tan encendido informe
En cuanto al arte y ejercicio de la espada,
Especialmente del florete,
Que exclamó que sería digno de observarse
Que alguien pudiera equipararse a vos;
[Los esgrimistas de su nación
Juró que no tenían ni agilidad, ni guardia,
Ni vista, si con vos se confrontaban;]
Pues señor, este informe suyo
Envenenó de envidia hasta tal punto a Hamlet,
Que sólo pudo desear y suplicar
Vuestro pronto retorno para enfrentarse a vos;
Ahora bien, siendo así…
LAERTES
Siendo así, ¿qué, señor?
REY
Laertes, ¿vos teníais afecto a vuestro padre,
O sois como la estampa del dolor,
Una cara sin alma?
LAERTES
¿Por qué preguntáis eso?
REY
No es que crea que vos
No hayáis amado a vuestro padre,
Pero sé que el Amor en el Tiempo comienza
Y veo en casos comprobados
Que el Tiempo califica sus llamas y su chispa.
[Vive en la llama misma del amor
Una especie de mecha o de pabilo
Que ha de abatirlo, y nada queda quieto
En su misma bondad, pues la bondad,
Creciendo hasta la plétora,
Muere en su propio exceso.
Lo que quisiéramos hacer
Debiéramos hacerlo cuando estamos queriéndolo,
Pues ese querer cambia, y tiene tantas menguas
Y tantas dilaciones como lenguas existen,
Y manos, y accidentes; y ese deber entonces
Es como un pródigo suspiro
Que duele al exhalarse.
Pero vayamos a lo vivo de la llaga.]
Hamlet regresa: ¿qué pensáis emprender
Para mostrar que sois de veras
Hijo de vuestro padre, no sólo en las palabras?
LAERTES
Cortarle el cuello en plena iglesia.
REY
Ningún lugar debería en efecto
Ser el santuario del asesinato:
La venganza no debe tener límite.
Pero, mi buen Laertes, si queréis hacer eso,
Quedaos encerrado en vuestra casa.
Una vez que haya vuelto Hamlet,
Sabrá que vos también estáis de vuelta:
Pondremos a actüar
A los que alaben vuestras excelencias,
Redoblando el barniz que te daba el francés;
Os pondré juntos finalmente
Para apostar sobre vuestras cabezas,
Y siendo él descuidado, generoso
Y desprovisto de maquinaciones,
No querrá examinar las armas,
De manera que fácilmente,
O haciendo un poco trampa,
Puedes escoger tú un arma sin botón,
Y con un lance diestro
Cobrarle por tu padre.
LAERTES
Así lo haré,
Y para ese propósito untaré mi florete:
Compré un ungüento a un charlatán,
Que es tan mortal, que con meter en él
La punta de un cuchillo, si hace sangre,
No hay cataplasma tan perfecta,
Hecha juntando cuantos simples tienen virtud bajo la luna,
Que salve de la muerte a quien reciba de él
Tan sólo un arañazo: pondré en mi punta un toque
De esa infección, que si le rozo apenas,
Bien puede ser la muerte.
REY
Pensemos más en ello,
Examinemos bien las circunstancias
De tiempo y de lugar que más convienen
A nuestro plan. Si es que fallamos
Y en nuestra mala actuación se trasluce
Nuestra intención, más nos vale no intentarlo;
Por consiguiente este proyecto
Debe contar con un respaldo
O con una segunda solución
Que se sostenga en caso de que la primera
Se venga abajo una vez puesta a prueba;
Calma, dejadme ver,
Solemnemente apostaremos
Sobre vuestras destrezas.
Ah, ya lo tengo:
Cuando en vuestro ajetreo
Estéis acalorados y con sed,
(Y vos para ese fin
Pondréis en vuestros lances más violencia),
Y él pida de beber,
Mandaré que preparen para él
Un cáliz para el caso, en el cual si tan sólo
Llega a mojar los labios, si por casualidad
Ha escapado a tu herida envenenada,
Nuestro propósito puede quedar cumplido.
Hola, mi dulce reina.
Entra la reina
REINA
Un dolor pisa al otro los talones,
Tan de cerca se siguen uno a otro:
Vuestra hermana se ha ahogado, buen Laertes.
LAERTES
¿Ahogado? Oh ¿dónde?
REINA
Hay un sauce
Que ha crecido torcido al borde de un arroyo
Y sus pálidas hojas copia
En la corriente cristalina.
Allá con guirnaldas fantásticas fue ella,
Tejidas de ranúnculos, ortigas, margaritas,
Y esas largas orquídeas
A las que los pastores desenvueltos
Dan un nombre más burdo,
Pero que nuestras castas doncellas conocen
Bajo el nombre de dedos de muerto:
Allí por las pendientes ramas,
Para colgar sus hierbas en corona
Intentando trepar, una envidiosa rama
Se rompió, y los trofeos que con hierbas tejiera,
Y ella misma, cayeron en el lloroso arroyo;
Sus vestidos se abrieron, y a modo de sirena,
La mantuvieron por un tiempo a flote,
Durante el cual ella cantaba
Trozos de antiguas melodías,
Como quien no se percatase de su propia desdicha
O como una criatura
Nativa y destinada a ese elemento.
Mas no podía transcurrir gran rato
Antes de que sus ropas,
Pesadas con el agua que las empapaba,
Hundieran a la pobre desdichada
Desde su canto melodioso
Hasta su cenagosa muerte.
LAERTES
¡Ay! ¿Así que está ahogada?
REINA
Ahogada, ahogada.
LAERTES
Demasiada agua
Tienes tú, pobre Ofelia,
Y por eso reprimo yo mis lágrimas;
Y sin embargo es ese nuestro hábito,
No mudan las costumbres de la naturaleza
Por más que diga la vergüenza;
Cuando estas hayan terminado,
Habré sacado a la mujer de mí.
Adiós, milord, tengo un discurso en llamas
Que bien querría abrasar todo
Si este desfogue no lo apaga.
Sale
REY
Sigámosle, Gertrudis.
Cuánto tuve que hacer para calmar su rabia.
Temo ahora que esto la encienda nuevamente.
Vamos pues tras de él.
Salen