CUARTO ACTO

ESCENA I

Entra el rey

Algo debe de haber detrás de esos suspiros.

Esos hondos ahogos tenéis que traducirlos:

Es conveniente que los entendamos.

¿Dónde está vuestro hijo?

Ay, mi dueño y señor, ¡lo que he visto esta noche!

¿Qué, Gertrudis? ¿Qué pasa pues con Hamlet?

Loco como la mar y el viento

Cuando luchan a ver cuál es más poderoso.

En su desaforado paroxismo,

Detrás de los tapices oyendo algo moverse,

Saca su espada, grita «Un ratón, un ratón»,

Y en esa loca imaginación, mata

Al buen anciano oculto.

¡Acción funesta!

Lo mismo nos habría sucedido a nos

De haber estado allí.

Su libertad nos amenaza a todos,

A vos misma, y a nos, y a cada uno.

Ah, ¿cómo habrá que responder

De este hecho sangriento?

Lo achacarán a nos, que nuestra providencia

Debió tener a raya, restringido

Y alejado del público a ese joven demente.

Pero era tanto nuestro amor, que no supimos

Qué hubiera convenido más,

Sino que fuimos como el que, aquejado

De alguna fea enfermedad, con tal

De evitar que se sepa, la deja que se cebe

En la médula misma de la vida.

¿Adónde ha ido ahora?

A retirar el cuerpo que ha matado,

Sobre el cual su locura misma,

Como un fino metal mezclado a minerales

De baja escoria, se muestra pura.

Llora por lo que ha hecho.

Venid aquí, Gertrudis.

No bien el sol haya rozado el monte,

Lo mandaremos lejos, y este acto vil,

Con toda nuestra majestad y nuestro tacto, deberemos

A la vez sostenerlo y excusarlo.

Ey, Guildenstern.

Entran Rosencrantz y Guildenstern

Amigos ambos,

Id a juntar alguna ayuda más:

Hamlet en su locura ha matado a Polonio,

Y de la alcoba de su madre lo ha sacado arrastrando.

Id a buscarle, habladle con franqueza,

Y traed a la capilla el cuerpo.

Os ruego que os deis prisa.

Salen Rosencrantz y Guildenstern

Venid, Gertrudis, reuniremos

A todos los amigos más prudentes

Para comunicarles a la vez

Lo que nos proponemos

Y lo que en mala hora ha sido hecho,

[Cuyo rumor, por todo el diámetro terrestre,

Con tanta rectitud como el cañón

Transporta hacia su blanco su tiro envenenado,

Ojalá yerre nuestra nombradía

Y hiera al aire indemne.]

Vámonos ya, que siento

Llena mi alma de azoro y desaliento.

Salen