Entran Polonio y Reynaldo
POLONIO
Le das este dinero y estas notas, Reynaldo.
REYNALDO
Así lo haré, señor.
POLONIO
Sería de una gran prudencia,
Mi buen Reynaldo, que antes de que le visites
Indagases un poco cómo está comportándose.
REYNALDO
Señor, tal era mi intención.
POLONIO
Qué bueno, muy bien dicho; de veras, muy bien dicho.
Escucha, amigo mío, indágame primero
Qué daneses se encuentran en París,
Y cómo, y cuáles son, y con qué medios cuentan,
Y dónde viven, y cuáles son sus compañías:
Y averiguando gracias a estos circunloquios
Y preguntas sesgadas
Si es que conocen a mi hijo,
Llegarás más allá de lo que llegarías
Con tus preguntas más precisas.
Haz como si le hubieras conocido de lejos,
Algo así como «Conocí a su padre
Y a sus amigos, y a él en parte».
¿Te estás fijando bien, Reynaldo?
REYNALDO
Sí, mi señor, muy bien.
POLONIO
«Y en parte a él», y puedes añadir: «No mucho,
Pero si es ese en el que estoy pensando,
Está bien loco; dado a esto y a lo otro».
Y entonces le atribuyes los infundios que quieras.
Pero oye: ninguno tan horrible
Que pueda deshonrarlo. Toma nota de eso.
Pero sí, amigo mío, esas locuras,
Caprichos y deslices
Que solemos juzgar los compañeros
Inseparables de la juventud
Y de la libertad.
REYNALDO
¿Como jugar, señor?
POLONIO
Sí; o beber,
O batirse, decir malas palabras,
Pelear, ir detrás de mujeres perdidas.
A eso puedes llegar.
REYNALDO
Pero, señor, eso lo deshonraría.
POLONIO
A fe que no: tú puedes suavizarlo
Mientas le haces los cargos.
No debes atribuirle ningún otro escándalo:
Que caiga a veces en la incontinencia;
No es esa mi intención. Pero revela sus defectos
Tan agradablemente que parezcan
Simples lunares de la libertad,
La llamarada y los arranques
De un espíritu ardiente, y la selvatiquez
De una sangre indomada
Que se abalanza sobre cualquier cosa.
REYNALDO
Pero, mi buen señor…
POLONIO
¿Por qué hacer eso?
REYNALDO
Sí, señor mío, me gustaría saberlo.
POLONIO
Muy bien, amigo, este es mi blanco,
Y en mi opinión es una astucia lícita:
Al echarle a mi hijo encima
Esos leves defectos, como si fuera algo
Que se ha manchado un poco en el proceso,
Fíjate en esto: tu interlocutor,
Ese al que quieres sondear,
Si alguna vez ha visto en los mentados crímenes
Al joven cuyas culpas enumeras,
Ten por seguro que estará de acuerdo
De esta manera: «Señor mío», o algo así…
O «Amigo mío», o «Caballero…»
Según sea la frase que convenga a la gracia
Del hombre y del país.
REYNALDO
Está muy bien, señor.
POLONIO
Y después, «Señor, hace esto, hace…» ¿qué iba yo a decir?
Por Cristo que iba yo a decir algo; ¿en qué me quedé?
REYNALDO
En «Acuerdo de esta manera»; en «Amigo mío, o algo así,
o caballero…»
POLONIO
En «De acuerdo de esta manera»;
En «Sí qué bien…» Está de acuerdo
Contigo de este modo: «Conozco al caballero,
Lo he visto ayer, o el otro día;
O en tal momento; o en una ocasión
Con Fulano de Tal; y como vos decís,
Se jugaba, podía sorprendérsele allí
En plena francachela, o allá jugando al tenis»;
O a lo mejor: «Yo lo vi entrando
En una casa del pecado,
Videlicet, en un burdel»,
U otras cosas así. Pero, ¿te fijas?,
Tu cebo de falsía
Pesca una carpa que es una verdad;
Y así nosotros, los que somos
Sabios y habilidosos,
Con rodeos y pruebas de soslayo,
Por vías indirectas descubrimos
Lo más directo: y así tú,
Siguiendo esta lección y este consejo,
Debes portarte con mi hijo;
Me has entendido, ¿no es verdad?
REYNALDO
Señor, os he entendido.
POLONIO
Dios te acompañe; y buen viaje.
REYNALDO
Mi buen señor…
POLONIO
Observa
Personalmente sus inclinaciones.
REYNALDO
Así lo haré, señor.
POLONIO
Y que estudie su música.
REYNALDO
Está bien, señor mío.
Sale
POLONIO
Adiós.
Entra Ofelia
Y ahora, Ofelia, ¿qué te ocurre?
OFELIA
Ay, señor, me he asustado tanto…
POLONIO
¿Con qué, en nombre del cielo?
OFELIA
Señor, mientras estaba cosiendo en mi aposento,
Su Alteza Hamlet, entreabierto su jubón,
Con la cabeza sin sombrero,
Con las medias manchadas y sin ligas,
Que le caían hasta los tobillos
Como si fueran aros de grilletes,
Más pálido que su camisa,
Las rodillas chocando una con otra,
Y con una mirada de aire tan lastimero
Como si hubiera escapado del infierno
Para contar horrores, se presenta ante mí.
POLONIO
¿Enloquecido por su amor a ti?
OFELIA
Mi señor, no lo sé,
Pero en verdad lo temo.
POLONIO
¿Qué te dijo?
OFELIA
Me tomó la muñeca, y la apretó bien fuerte;
Luego me aparta a la distancia de su brazo,
Y con su otra mano así sobre la frente,
Se pone a contemplar mi rostro de tal modo
Como si fuera a dibujarlo.
Se queda así un gran rato; y al final,
Sacudiéndome el brazo levemente
Y moviendo la cabeza así
Hacia arriba y abajo por tres veces,
Lanzó un suspiro tan lastimero y hondo
Que pareció resquebrajar todo su cuerpo
Y acabar con su ser. Hecho lo cual, me suelta,
Y vuelta la cabeza por encima del hombro,
Pareció que encontraba sin ojos su camino,
Pues salió por la puerta sin su ayuda,
Y hasta el fin dirigió sólo hacia mí su luz.
POLONIO
Vamos, vente conmigo, voy a buscar al rey.
Esto no es otra cosa que el éxtasis de amor,
Cuya virtud violenta se destruye a sí misma
Y empuja al albedrío a actos desesperados
Con la misma frecuencia que toda otra pasión
Que en este mundo afecte nuestra naturaleza.
Lo siento. Pero ¿qué?, ¿acaso lo has tratado
Con alguna dureza últimamente?
OFELIA
Buen señor, no; pero tal como vos
Me lo mandasteis, rechacé sus cartas,
Y no le permití acercárseme.
POLONIO
Eso lo volvió loco. Debí haberle observado
Con mayor atención y mejor juicio.
Temí que no quisiera sino divertirse
E intentara arruinarte; mas malhaya mi celo:
Parece que es tan propio de los de nuestra edad
El extralimitarnos en nuestras opiniones
Como es común que en los más jóvenes
Falte la discreción. Ven, vamos con el rey,
Esto debe saberse, que si queda escondido,
Puede darnos más penas que ocultar
De las que desearía la renüencia a hablar.
Vamos.