Entran Laertes y Ofelia
LAERTES
Mi equipaje está ya embarcado; adiós;
Y hermana: cuando sean favorables los vientos
Y el transporte se preste, no te duermas,
Dame noticias tuyas.
OFELIA
¿Es que acaso lo dudas?
LAERTES
En cuanto a Hamlet, y a ese devaneo
De sus favores, considéralo una moda,
Sólo un capricho de su lozanía,
Una violeta que en su juventud
Da la naturaleza primeriza;
Precoz, no permanente; dulce, no duradera,
El perfume y deleite de un minuto,
No más.
OFELIA
¿Eso y no más?
LAERTES
No pienses que es más que eso.
Pues la naturaleza en crecimiento
No crece sólo en músculos y en bulto,
Sino a medida que ese templo medra,
El servicio interior de la mente y el alma
Se dilata también. Tal vez te ama ahora,
Y ahora ni una mancha ni un engaño
Empañan la virtud de su intención;
Pero debes temer, si piensas en el peso
De su grandeza, que su voluntad
No esté en su mano: pues él mismo
Está sujeto a su linaje: no le es dado,
Como a personas sin valor, darse gusto a sí mismo,
Pues de aquello que escoja él dependen
La santidad y la salud de nuestro Estado entero,
Y por lo tanto su elección tiene que estar
Circunscrita a la voz y asentimiento
De ese cuerpo del que él es la cabeza.
De modo que si dice que te ama,
A tu prudencia corresponde
Creerle en la medida en que él pudiera,
Desde su sitio y en su acción precisa,
Poner en hechos sus palabras:
O sea, sólo en la medida en que coincida
Con la voz general de Dinamarca.
Sopesa pues la pérdida que tu honor sufriría
Si con oídos demasiado crédulos
Llegaras a escuchar sus cantos;
O a entregarle tu corazón,
O si abres el tesoro de tu castidad
A su importunidad desenfrenada.
Témelo, Ofelia, témelo, querida hermana,
Y quédate tras el baluarte de tu afecto,
Lejos del dardo y el peligro del deseo.
La más escrupulosa de las vírgenes
Es demasiado pródiga
Si destapa a la luna su belleza:
La virtud misma no se libra
Del látigo de la calumnia,
El gusano corroe muchas veces
Los vástagos primaverales
Antes que abran sus brotes, y en el alba
Y el líquido rocío de la juventud
Los contagiosos soplos son inminentes siempre.
Sé pues desconfiada;
La mejor salvaguarda es el temor;
La juventud ante sí misma se subleva
Aunque no tenga a nadie enfrente.
OFELIA
Guardaré la sustancia de esta buena lección
Como vigía de mi corazón.
Pero, mi buen hermano: no hagas tú
Lo que ciertos pastores desafortunados:
Mostrarme el escarpado y espinoso camino
Que lleva al cielo, mientras él,
Como un desenfrenado y fatuo libertino,
Pisa la senda florecida
De los deleites, y no acata sus preceptos.
LAERTES
Oh, no temas por mí.
Entra Polonio
Se me está haciendo tarde;
Pero mi padre viene.
La doble bendición es una gracia doble;
La ocasión me sonríe con un segundo adiós.
POLONIO
¿Aún aquí, Laertes?
A bordo, a bordo, ¿no te da vergüenza?
El viento da en la espalda de tu vela,
Y te están esperando; vamos, toma mi bendición;
Y estos pocos preceptos cuida que en tu memoria
Queden grabados. No te muestres lenguaraz
Para tus pensamientos, ni pongas en acto
Un pensamiento desproporcionado.
Sé natural; pero vulgar, de ningún modo.
Los amigos que tengas,
Y puesta a prueba su adopción,
Aférralos a tu alma con anillas de acero;
Pero no hagas callosa la palma de tu mano
Agasajando a cada camarada imberbe
Y no salido aún del cascarón:
Cuídate de meterte en una riña,
Pero una vez metido, llévala de tal modo
Que sea tu oponente quien se cuide de ti.
Presta a todos tu oído, pero a pocos tu voz;
Recibe las censuras de cualquiera,
Pero resérvate tu juicio;
Tu ropa tan costosa como alcance tu bolsa,
Mas no manifestada estrafalariamente:
Rica sí, no ostentosa,
Pues muchas veces por el atavío
Se ve lo que es un hombre,
Y en Francia los de más alcurnia y rango
Del modo más selecto y generoso
Sobresalen en esto. Nunca pidas prestado
Ni prestes tú, que un préstamo casi siempre te lleva
A perder el dinero y el amigo.
Y el pedir mella el filo de tu buen gobierno.
Y sobre todo esto: sé sincero
Contigo mismo, y de ello ha de seguirse,
Como la noche sigue al día, que no podrás entonces
Ser falso con ninguno. Adiós. Mi bendición
Haga que arraigue todo eso en ti.
LAERTES
Con entera humildad me despido, señor.
POLONIO
Te invita el tiempo, ve, tus criados te esperan.
LAERTES
Adiós, Ofelia, y que recuerdes bien
Lo que te acabo de decir.
OFELIA
Guardado queda
En mi memoria bajo un buen cerrojo
Del que tú mismo guardarás la llave.
LAERTES
Adiós.
Sale Laertes
POLONIO
¿Qué es lo que te ha dicho, Ofelia?
OFELIA
Con vuestra venia, algo que se refiere
Al señor Hamlet.
POLONIO
Vaya, bien pensado.
Me han dicho que a menudo últimamente
Te ha dedicado mucho tiempo,
Y que tú misma has sido muy liberal y pródiga
Con tus audiencias. Si es así,
Y así me lo han contado,
A manera de aviso, te tengo que decir
Que no entiendes para ti misma
Con suficiente claridad lo que conviene
A una hija mía, y a tu honor.
¿Qué hay entre él y tú? —y dime la verdad—.
OFELIA
Recientemente, mi señor,
Me ha hecho muchas proposiciones
De su afecto hacia mí.
POLONIO
Afecto, puah. Hablas igual que una mocosa
Nada afinada para circunstancias
De un peligro tan grande.
¿Crees en sus proposiciones,
Como las llamas tú?
OFELIA
No sé, señor, lo que debo pensar.
POLONIO
Yo por ventura te lo enseñaré.
Comprende que has sido una niña
Para haber recibido sus proposiciones
Como oro de ley, siendo falsa moneda.
Proponte tú a más alto precio;
O para que la pobre frasecita
No reviente de tanto ir y venir,
A mí me propondrás de estúpido.
OFELIA
Señor, me ha requebrado de manera honesta.
POLONIO
Sí, sí, puedes llamarlo moda, anda, anda.
OFELIA
Y ha dado autoridad a su discurso
Con casi todos los sagrados juramentos del cielo.
POLONIO
Sí, trampas para bobos. Bien sé yo
Cuando abrasa la sangre, con qué soltura el alma
Presta promesas a la lengua;
Estas pavesas, hija, con más luz que calor,
Que una y otra se extinguen en su promesa misma
Mientras aún está haciéndose,
No debes confundirlas con el fuego.
De ahora en adelante escatima algo más
Tu virginal presencia;
Pon mayor precio a tus invitaciones
Que el de una orden de parlamentar.
En cuanto al señor Hamlet,
Lo que debes creer es que es bien joven,
Y que puede moverse
Con una rienda mucho más abierta
Que la que se te puede dar a ti.
En resumen, Ofelia, no creas sus promesas,
Pues son agentes, no del tinte
Que muestra su atavío,
Sino solicitantes de impías peticiones
Que hablan como si fueran
Procuradores santos y piadosos
Para engañar mejor. Y para terminar,
No voy a permitir, lo digo claramente,
De ahora en adelante,
Que despilfarres tanto cada rato de ocio
Como para enviar recados
O para estar hablando con el príncipe Hamlet:
Fíjate en eso, te lo encargo. Y vete ya.
OFELIA
Seré obediente a mi señor.
Salen