Trompetas. Entran Claudio, rey de Dinamarca, Gertrudis, la reina; el Consejo, que incluye a Polonio y su hijo Laertes, Hamlet y otros
REY
Aunque aún de la muerte
De Hamlet nuestro amado hermano
La memoria esté fresca,
Y nos convenga pues tener el corazón en duelo,
Y a nuestro reino todo
Fruncir un único entrecejo dolorido
—Con todo, ha combatido tanto
La discreción con la naturaleza,
Que con más sabia pena pensaremos en él
Sin dejar de acordarnos de nosotros.
Así pues, la que fue nuestra hermana, ahora nuestra reina,
Imperial heredera de este marcial Estado,
Hemos tomado —con vencido júbilo,
Podríamos decir—; con un ojo auspicioso
Y el otro en lágrimas;
Con gozo en las exequias y endechas en las bodas,
En fiel balanza sopesando el deleite y el luto,
Por nuestra esposa; no excluyendo en esto
Vuestro mejor consejo, que siguió libremente
Los pasos de este asunto; por todo ello,
Nuestro agradecimiento.
Y ahora debéis saber que el joven Fortinbrás,
No sabiendo apreciar nuestra valía,
O creyendo que a causa de la muerte
De nuestro amado hermano
Nuestro Estado se encuentra desmembrado
Y fuera de sus goznes,
Casado con el sueño de conseguir ventaja,
Nos viene atosigando sin descanso
Con mensajes que piden la entrega de las tierras
Que su padre, con todas las de la ley, perdió
Y que ganara nuestro muy valiente hermano.
Entran Voltemand y Cornelio
Pero basta ya de eso.
En cuanto a nos, y en cuanto a nuestro encuentro
Para el que os hemos convocado,
Se trata de esto: hemos escrito
Al rey noruego, tío del joven Fortinbrás,
Que, inválido y en cama, casi no está enterado
De los propósitos de su sobrino,
Que detenga sus pasos. Pues las levas
Y enlistamientos y los suministros
Se hacen todos a costa de sus súbditos:
Y ahora os despachamos a uno y otro,
Buen Cornelio y Voltemand,
Para llevar este saludo al viejo rey noruego,
Otorgándoos tan sólo el poder personal
Para tratar con él
Que en detalle autorizan sus artículos.
Adiós, y que vuestra premura
Dé fe de vuestro celo.
VOLTEMAND
En eso, como en todo, se verá nuestro celo.
REY
No nos cabe de ello duda alguna.
Adiós de corazón.
Salen Voltemand y Cornelio
Y ahora pues, Laertes, ¿qué novedades tienes?
Nos hablaste de cierta petición,
¿Cuál es, Laertes? No podrías tú
Hablar de modo razonable al rey de Dinamarca
Y en vano usar tu voz. ¿Qué pedirás, Laertes,
Que no sea, más que tu petición, mi oferta?
No pertenece más naturalmente
Nuestra cabeza a nuestro corazón,
No es la mano más útil a la boca
Que este trono danés para tu padre.
¿Qué es lo que quieres conseguir, Laertes?
LAERTES
Formidable señor, vuestro favor y venia
Para volver a Francia.
De donde, aunque de buena gana vine,
Mostrando mi deber, a presenciar
Vuestra coronación,
Tengo que confesar que ahora,
Cumplido ese deber, mi pensamiento
Y mis deseos vuelven a inclinarse hacia Francia,
Y los someto a vuestra venia
Y graciosa licencia.
REY
¿Tienes la venia de tu padre?
¿Qué nos dice Polonio?
POLONIO
La tiene, mi señor,
[Que me arrancó mi renüente venia
Con laboriosa petición, y al fin
Puse a su voluntad el arduo sello
De mi consentimiento;]
Y en efecto suplico le deis licencia de partir.
REY
Goza, Laertes, de tu hermosa hora,
Y dispon de tu tiempo
Y tus mejores prendas lo gasten a su gusto.
Y ahora, ¿Hamlet, primo e hijo mío?
HAMLET
Algo más que pariente, pero menos que deudo.
REY
¿Cómo es que estáis aún bajo esos nubarrones?
HAMLET
Nada de eso, señor, estoy en pleno sol.
REINA
Mi buen Hamlet, destierra esos tintes nocturnos,
Y que tus ojos miren como amigo
Al rey de Dinamarca.
No sigas para siempre, con apretados párpados,
Por entre el polvo, buscando a tu noble padre.
Bien sabes que es la ley común
Que todo lo que vive ha de morir,
Ha de pasar de la naturaleza
Hacia la eternidad.
HAMLET
En efecto, señora, es lo común.
REINA
Pues si es así, ¿por qué a tus ojos
Parece tan inusüal?
HAMLET
¿Que parece decís, señora?
No hay tal: es; yo no sé de pareceres:
No es tan sólo mi capa color tinta,
Mi buena madre, ni mi usual ropaje
Solemnemente negro, ni el suspirar ruidoso
Con forzado resuello.
No, ni el copioso río de los ojos,
Ni el aspecto abatido de mi rostro,
Junto a todas las formas
Y talantes y muestras de dolor,
Lo que puede de veras expresarme.
Todo eso en efecto es parecer,
Pues son actos que un hombre muy bien puede fingir
Pero yo llevo dentro lo que va más allá
De cualquier apariencia:
Lo otro son los arreos y galas de la pena.
REY
Se muestra grata y muy recomendable
Vuestra naturaleza, Hamlet,
Rindiendo tal tributo de duelo a vuestro padre:
Pero debéis saber
Que vuestro padre perdió un padre,
Y ese padre perdido perdió al suyo,
Y que el sobreviviente está obligado,
Por el deber filial, durante un tiempo,
A dar muestra obsequiosa de su pena.
Pero perseverar en obstinada condolencia
Es un comportamiento de terquedad impía.
Es un dolor nada viril, que muestra
Alguna voluntad descortés con los cielos,
Un corazón sin fuerza, una mente impaciente,
Un criterio bien simple y sin educación:
Pues eso que sabemos que ha de ser,
Y es tan común como la cosa
Más familiar al buen sentido, ¿por qué tendríamos,
En nuestra oposición pueril, que tomárnosla a pecho?
¡Bah!, es faltarle al cielo, y a la naturaleza,
Es un absurdo para la razón,
Para quien es tema corriente la muerte de los padres,
Y que ha gritado siempre, desde el primer cadáver
Hasta el que ha muerto hoy mismo,
Que esto ha de ser así.
Os rogamos echar por tierra este dolor indigno,
Y que penséis en nos como en un padre;
Pues tome nota el mundo
De que sois vos el más cercano a nuestro trono,
Y de que con amor no menos noble
Que el que un padre amadísimo pueda dar a su hijo,
Os considero yo. En cuanto a vuestra idea
De volver a la escuela en Wittenberg,
Nada podría chocar más contra nuestro deseo:
Y yo os suplico que os sirváis
Permanecer aquí bajo la dicha
Y la molicie de nuestra mirada,
Como el más importante de nuestros cortesanos
Y nuestro primo y nuestro hijo.
REINA
No dejes que resulten vanas
Las preces de tu madre, Hamlet:
Te ruego que te quedes con nosotros,
Que no vayas a Wittenberg.
HAMLET
Os obedeceré, señora, lo mejor que pueda.
REY
Vaya, es una respuesta afectüosa y justa.
Sed igual que nos mismo en Dinamarca.
Venid, señora, este acuerdo cortés
Y espontáneo de Hamlet, ante mi corazón
Se presenta sonriente; en gracia de lo cual,
Ningún brindis jocundo
Que el rey de Dinamarca haga hoy
Dejará de anunciarlo hasta las nubes
El gran cañón, y cada trago regio
Habrán de proclamarlo nuevamente los cielos
Haciendo eco al atronar terrestre.
Venid conmigo.
Trompetas
Salen todos menos Hamlet
HAMLET
Ah, que esta carne demasiado,
Demasiado compacta se fundiese,
Se derritiese y resolviese en un rocío:
O que el eterno no hubiera fijado
Su canon contra aquel que a sí se da la muerte.
¡Oh Dios mío, Dios mío, qué fatigosos, rancios,
Vanos y sin provecho
Me parecen los usos de este mundo!
¡Qué asco da! ¡Oh asco, asco!
Es un jardín sin desbrozar
Que crece hasta dar grano.
Sólo cosas vulgares
Y de índole grosera lo poseen.
Haber tenido que llegar a esto:
Dos meses muerto apenas: no, ni siquiera dos;
Un rey tan excelente, que al lado de este otro
Era Hiperión junto a algún sátiro;
Tan amoroso con mi madre,
Que no permitiría que los vientos del cielo
Visitaran su rostro con rudeza.
Cielo y tierra, ¿tendré que recordarlo?
Ah sí, se colgaba de él
Cual si hubiera crecido su apetito
Con eso mismo que lo alimentaba.
¡Y sin embargo, en sólo un mes…!
No quiero ni pensarlo:
Fragilidad, mujer te llamas.
Un breve mes. O antes de haber gastado
Esos mismos zapatos con los cuales siguió
El cuerpo de ese pobre padre mío
Como Níobe, hecha un mar de lágrimas.
¡Ay Dios, y ella, ella misma (oh cielos, una bestia
Privada de la luz de la razón
Habría prolongado más su luto),
Casada con mi tío, hermano de mi padre,
Pero tan poco parecido a él
Como yo mismo a Hércules! ¡Sólo al cabo de un mes!
Antes aún de que la sal
De las más indebidas lágrimas
Hubiera abandonado el flujo
De sus enrojecidos ojos,
Se casó. Ah pervertida prisa,
Correr tan diestramente al lecho incestüoso:
Ni esto es bueno, ni puede acabar bien.
Pero que se me rompa el corazón,
Pues debo retener mi lengua.
Entran Horacio, Bernardo y Marcelo
HORACIO
Saludo a Vuestra Alteza.
HAMLET
Me alegro de encontrarte bien.
¿Horacio, o ya no sé lo que me digo?
HORACIO
El mismo, señor mío,
Y siempre vuestro humilde servidor.
HAMLET
Señor amigo mío: es el nombre que os daré a cambio.
¿Y qué os trae desde Wittenberg, Horacio?
Marcelo…
MARCELO
Mi señor…
HAMLET
Me alegra veros, buenas noches, señor mío.
Pero en efecto, ¿qué os trae desde Wittenberg?
HORACIO
Una tendencia a la vagancia, buen señor.
HAMLET
No quisiera escuchar tal cosa
Ni aun en los labios de vuestro enemigo,
Y no hagáis a mi oído la violencia
De hacerle atestiguar ese dictamen vuestro.
Sé que no sois un vago.
Mas ¿qué tenéis que hacer en Elsinor?
Os hemos de enseñar a beber de verdad
Antes de que os vayáis.
HORACIO
Señor, vine a asistir al funeral de vuestro padre
HAMLET
Por favor, no te burles de mí, compañero.
Creo que fue a la boda de mi madre.
HORACIO
Ciertamente, señor, sucedió de inmediato.
HAMLET
Ahorro, ahorro, Horacio:
La carne asada de los funerales
Fue el fiambre en las mesas de la boda;
Más me valiera haber topado
A mi más entrañable enemigo en los cielos
Antes que presenciar tal día, Horacio.
Mi padre, me parece que veo a mi padre.
HORACIO
Ah, ¿dónde, señor?
HAMLET
En la mirada de mi espíritu,
Mi buen Horacio.
HORACIO
Yo lo vi alguna vez; era un rey excelente.
HAMLET
Era un hombre, de todo a todo:
Nunca volveré a ver quien se le iguale.
HORACIO
Señor, creo que lo vi anoche.
HAMLET
¿Lo viste? ¿A quién?
HORACIO
Señor, a vuestro padre el rey.
HAMLET
¿El rey mi padre?
HORACIO
Retened un momento vuestro asombro
Con un oído atento, mientras os relato,
Con estos caballeros por testigos,
Ese portento.
HAMLET
Por amor de Dios,
Déjame oírlo.
HORACIO
Dos noches seguidas
Estos dos caballeros (Marcelo y Bernardo)
Tuvieron en su guardia, en el mortal vacío
Y en medio de la noche, el encuentro siguiente:
Una figura parecida a vuestro padre,
Armada en todo punto exactamente,
De punta en blanco, aparece ante ellos,
Y con marcha solemne,
Avanza lento y majestuoso;
Por tres veces marchó cerca de ellos,
Cerca de sus ansiosos ojos
Aterradoramente sorprendidos,
A la distancia del bastón de mando
Que llevaba, mientras que ellos,
Reblandecidos casi como gelatina
Por efecto del miedo, permanecían mudos
Y sin decirle nada. Y esto a mí,
En terrible secreto, me contaron,
Y yo con ellos la tercera noche
Hice la guardia, durante la cual,
Como me habían dicho ambos,
En esa forma misma, haciendo verdadera
Con toda exactitud cada palabra,
Llega la aparición.
Yo había conocido a vuestro padre:
No son más parecidas entre sí estas manos.
HAMLET
Pero esto ¿dónde fue?
HORACIO
Señor, en la explanada donde hacíamos guardia.
HAMLET
¿No le hablasteis?
MARCELO
Señor, le hablé;
Pero no dio respuesta alguna.
Me parece no obstante que una vez
Levantó la cabeza, e hizo un ademán
Como si fuera a hablar:
Pero en ese momento el gallo mañanero
Cantó con fuerza, y ante aquel sonido
Se dio a la retirada apresuradamente
Y se esfumó de nuestra vista.
HAMLET
Es muy extraño.
HORACIO
Tan verdad,
Mi honorable señor, como que estoy vivo.
Nos pareció que era nuestro deber,
Como está escrito, hacéroslo saber.
HAMLET
Ciertamente, señores, ciertamente;
Pero esto me ha turbado. ¿Hacéis guardia esta noche?
BERNARDO Y MARCELO
Así es, señor mío.
HAMLET
¿Habéis dicho que armado?
BERNARDO Y MARCELO
Armado, sí señor.
HAMLET
¿De punta en blanco?
BERNARDO Y MARCELO
Sí señor, de los pies a la cabeza.
HAMLET
¿Entonces no le habéis visto la cara?
HORACIO
Oh, sí, señor, llevaba la visera alzada.
HAMLET
¿Y qué? ¿Fruncía el ceño?
HORACIO
Una expresión más dolorida que colérica
HAMLET
¿Pálido, o encendido?
HORACIO
No, muy pálido.
HAMLET
¿Y fijaba los ojos en vosotros?
HORACIO
Constantemente.
HAMLET
Ojalá hubiera estado allí.
HORACIO
Mucho os hubiera sorprendido.
HAMLET
Es muy probable, es muy probable.
¿Se quedó mucho tiempo?
HORACIO
Lo que uno tardaría, sin demasiada prisa,
En contar hasta ciento.
BERNARDO Y MARCELO
No, más tiempo, más tiempo.
HORACIO
No cuando yo lo vi.
HAMLET
Su barba era entrecana, ¿no?
HORACIO
En efecto, tal cual
La había visto en vida suya yo.
Negro y plata.
HAMLET
Yo haré guardia esta noche.
Tal vez salga de nuevo.
HORACIO
Os garantizo que saldrá.
HAMLET
Si asume la persona de mi noble padre,
Le hablaré, aunque el Infierno mismo
Abra las fauces para mandarme callar.
Os suplico a los tres, si hasta el momento
Habéis tenido oculta esta visión,
Siga guardada aún bajo vuestro silencio:
Y cualquier cosa que esta noche ocurra,
Halle lugar en vuestro entendimiento,
Pero no en vuestra lengua;
Sabré corresponder a vuestro amor.
Y dicho esto, adiós; en la explanada,
Entre once y doce, os haré una visita.
TODOS
Nuestra obediencia, Señoría.
Salen
HAMLET
Vuestro amor, como el mío
Para todos vosotros. Id con Dios.
¿La sombra de mi padre armada?
Algo anda mal. Sospecho alguna sucia treta;
Ojalá fuera ya de noche;
Hasta entonces, serénate, alma mía;
Las perfidias saldrán a plena luz
Aunque la tierra entera las sepulte
A la mirada humana.