[Es un día histórico para la Sociedad del Escudo. Por fin la han aceptado como una rama independiente de las Fuerzas de Autodefensa Japonesas. Su labor principal consistirá en enseñar a los civiles japoneses a protegerse de los muertos vivientes. Su misión a largo plazo también conllevará aprender las técnicas con y sin armas de otras organizaciones no japonesas, y ayudar a fomentar dichas técnicas en todo el mundo. El mensaje de la Sociedad, contra las armas de fuego y a favor de la colaboración internacional, ya se ha considerado un éxito inmediato, lo que ha atraído a periodistas y dignatarios de casi todas las naciones de la ONU.
Tomonaga Ijiro está a la cabeza del comité de recepción, sonriendo e inclinándose para saludar al desfile de invitados. Kondo Tatsumi también sonríe mientras observa a su maestro desde el otro lado de la habitación.]
Ya sabe que, en realidad, no me trago esas creencias espirituales, ¿verdad? Por lo que a mí respecta, Tomonaga no es más que un viejo hikabusha loco, pero ha iniciado algo maravilloso, algo que será vital para el futuro de Japón. Su generación quería gobernar el mundo y la mía se conformaba con dejar que el mundo nos gobernase a nosotros, y, cuando digo «el mundo», me refiero a ustedes, a los Estados Unidos. Ambos caminos llevaban a la destrucción casi total de nuestra patria. Tiene que haber una forma mejor, un término medio en el que poder responsabilizarnos de nuestra protección, aunque no tanto para despertar la ansiedad y el odio de los países amigos. No sé decirle si éste es el camino correcto; el futuro es demasiado accidentado para ver mucho más allá. Sin embargo, seguiré al sensei Tomonaga por su camino, tanto yo como otros muchos que se unen a nosotros todos los días. Sólo los «dioses» saben qué nos espera al final.