Taos (Nuevo México, EE. UU.)

[Los filetes están casi hechos. Arthur Sinclair le da la vuelta a las crujientes tajadas de carne y disfruta del olor.]

De todos los trabajos que he tenido, el mejor fue el de poli financiero. Cuando la nueva presidenta me pidió que volviese a mi puesto como jefe de la Comisión de Valores y Bolsas, estuve a punto de besarla. Como en mis días del DeStRes, estoy seguro de que sólo conseguí el cargo porque nadie más lo quería. Todavía quedan muchos retos por delante, mucho país dedicado al cambalache. Conseguir que la gente deje el sistema de trueque y vuelva a confiar en el dólar estadounidense… no es fácil. El peso cubano sigue siendo el rey y muchos de nuestros ciudadanos más adinerados tienen sus cuentas bancarias en La Habana.

El solo hecho de resolver el dilema de los excedentes monetarios ya es lo bastante complicado para cualquier administración. Se robó mucho dinero después de la guerra, el encontrado en cámaras abandonadas, casas, cadáveres… ¿Cómo se distingue a esos saqueadores de las personas que de verdad tenían escondidos los ahorros de su trabajo, sobre todo cuando los registros de las propiedades son tan escasos como el petróleo? Por eso el trabajo de policía financiero es el más importante que he tenido. Hay que pillar a los cabrones que impiden que la economía estadounidense recupere su confianza, no sólo a los pequeños ladrones, sino a los peces gordos, los hijos de puta que intentan comprar casas antes de que los supervivientes puedan reclamarlas, o presionar para liberar el comercio de alimentos y otros bienes esenciales para la supervivencia… Y ese cabrón de Breckinridge Scott, sí, el rey de Phalanx, que se esconde como una rata en su Fortaleza Ártica de Basurilandia. Todavía no lo sabe, pero hemos estado hablando con los ruskis para que no le renueven la licencia. Mucha gente está deseando que vuelva a casa, sobre todo los de Hacienda.

[Sonríe y se frota las manos.]

Confianza, la confianza es el combustible de la máquina capitalista. Nuestra economía sólo puede funcionar si la gente cree en ella; como dijo Roosevelt: «Sólo debemos temer al miedo». Mi padre se lo escribió, o eso decía.

Ya empieza, va lento, pero va. Todos los días hay más cuentas corrientes en los bancos estadounidenses, unos cuantos negocios privados más, unos cuantos puntos de subida en el Dow. Es como lo del clima: todos los años el verano dura un poco más y los cielos están un poco más azules. Está mejorando, ya lo verá.

[Mete la mano en una nevera llena de hielo y saca dos botellas marrones.]

¿Una cerveza de hierbas?