[Joe Muhammad acaba de terminar su última obra maestra, una figurilla de treinta y tantos centímetros que representa a un hombre arrastrando los pies, cargado con una mochila portabebés y mirando hacia delante con ojos muertos.]
No voy a decir que la guerra fuese buena, no estoy tan loco, pero tiene que reconocer que consiguió unir a la gente. Mis padres no paraban de hablar de lo mucho que echaban de menos el sentimiento de comunidad de Paquistán. Nunca hablaban con sus vecinos estadounidenses, nunca los invitaban a casa, apenas conocían sus nombres, a no ser que fuese para quejarse del volumen de la música o los ladridos de un perro. Ya no vivimos en un mundo así, y no es sólo el barrio, ni siquiera el país: en cualquier parte del mundo, con cualquier persona que hables, todos tenemos una poderosa experiencia compartida. Hace un par de años me fui de crucero en la Pan Pacific Line, que cruza las islas. Teníamos gente de todas partes, y, aunque los detalles fuesen distintos, las historias en sí eran bastante similares. Sé que quizá peque de exceso de optimismo, porque estoy seguro de que, en cuanto todo vuelva a la «normalidad», cuando nuestros hijos y nietos crezcan en un mundo pacífico y cómodo, seguramente volverán a ser tan egoístas y estrechos de miras como éramos nosotros, y volverán a tratarse de puta pena. Pero, por otro lado, ¿seguro que todo lo que hemos pasado puede desaparecer sin más? Una vez oí un proverbio africano: «No se puede cruzar un río sin mojarse». Eso me gusta creer.
No me malinterprete, claro que echo de menos algunas cosas del antiguo mundo, sobre todo lo material, lo que tenía o lo que creía que podría tener en el futuro. La semana pasada hicimos una despedida de soltero para uno de los chicos de la manzana. Cogimos prestado el único reproductor de DVD que funciona y unas cuantas pelis de antes de la guerra. Había una escena en la que a Lusty Canyon se la estaban tirando tres tíos sobre el capó de un BMW Z4 convertible de color gris perla, y yo sólo podía pensar: «Vaya, ya no hacen coches como ésos».