Troy (Montana, EE.UU.)

[La señora Miller y yo estamos en el balcón de atrás, por encima de los niños que juegan en el patio central.]

Puede culpar a los políticos, a las empresas, a los generales, a la «maquinaria», pero, en realidad, si quiere culpar a alguien, cúlpeme a mí. Yo soy el sistema estadounidense, yo soy la maquinaria. Es el precio por vivir en democracia, todos tenemos que pagar el pato. Entiendo por qué China tardó tanto en aceptarlo, y por qué Rusia decidió mandarlo a la mierda y volver al sistema que tienen ahora, lo llamen como lo llamen. Es bonito poder decir: «Oye, no me mires a mí, que yo no tengo la culpa». Bueno, pues sí, es culpa mía, y culpa de todos los de mi generación.

[Mira a los niños.]

Me pregunto qué dirán las generaciones futuras sobre nosotros. Mis abuelos sufrieron la Depresión y la Segunda Guerra Mundial, y volvieron a casa para construir la clase media más importante de la historia humana. Bien sabe Dios que no eran perfectos, pero se acercaron mucho al sueño americano. Después llegó la generación de mis padres para joderlo todo: los hijos del boom de la natalidad, la generación del egocentrismo. Y después estamos nosotros. Aunque detuvimos la amenaza zombi, fuimos nosotros los que dejamos que llegara a convertirse en una amenaza. Al menos estamos limpiando nuestra mierda, y quizá sea ése el mejor epitafio que podamos esperar: «La Generación Z: limpiaron su mierda».