A bordo del USS Tracy Bowden, junto a la costa de las islas hawaianas.

[Deep Gilder 7 parece más un avión de fuselaje doble que un minisubmarino. Estoy tumbado bocabajo en el casco de estribor, mirando a través de un morro grueso y transparente. Mi piloto, el subteniente Michael Choi, me hace una señal desde el casco de babor. Choi es uno de los «veteranos», posiblemente el buceador más experimentado de los Cuerpos de Combate a Gran Profundidad de la Armada de los EE.UU (DSCC, por sus siglas en inglés). Las sienes grises y las patas de gallo desentonan con su entusiasmo casi adolescente. Mientras el buque nodriza nos introduce en el agitado Pacífico, detecto un rastro de jerga surfera en el acento de Choi, por lo demás neutro.]

Mi guerra no terminó nunca. Si acaso, podría decirse que sigue intensificándose. Cada mes extendemos nuestras operaciones, y mejoramos nuestros recursos materiales y humanos. Dicen que todavía quedan entre veinte y treinta millones de zombis que siguen apareciendo en las playas o en las redes de los pescadores. No se puede trabajar en las plataformas petrolíferas junto a la costa, ni reparar un cable transantlántico sin encontrarte con un enjambre, de eso va este equipo: de intentar encontrarlos, seguirlos y predecir sus movimientos, de modo que podamos estar avisados con antelación.

[Tocamos las olas con un golpe ensordecedor. Choi sonríe, comprueba los instrumentos y cambia los canales de su radio para hablar con el buque nodriza, en vez de conmigo. El agua que tengo delante de mi cúpula de observación se llena de espuma blanca durante un segundo, y pasa a ser celeste conforme nos sumergimos.]

No me va a preguntar por el equipo de buceo o los trajes de titanio contra tiburones, ¿verdad?, porque esa mierda no tiene nada que ver con mi guerra. Fusiles de arpones, armas de fuego submarinas y redes de río para zombis… No le puedo ayudar con eso; si quiere civiles, hable con civiles.

¿No utilizaban los militares esos métodos?

Sólo para operaciones en agua dulce, y eran capullos del ejército en su gran mayoría. Personalmente, nunca he llevado un traje de malla ni un equipo de submarinismo…, bueno, al menos no en combate. Mi guerra se limitaba al ADS, Atmospheric Diving Suit[90], una especie de mezcla de traje espacial y armadura. La tecnología se remonta a unos doscientos años atrás, cuando un tío[91] inventó un barril con una placa de cristal y agujeros para los brazos. Después salieron cosas como el Tritonia y el Neufeldt-Kuhnke.

Parecían sacados de una vieja peli de ciencia ficción de los cincuenta, Robby el Robot o algo así. Todo se fue al garete cuando… ¿De verdad le interesa esto?

Sí, por favor…

Bueno, ese tipo de tecnología se fue al garete cuando se inventó el buceo. Sólo regresó cuando los buceadores tuvieron que bajar a mucha profundidad para trabajar en las plataformas petrolíferas costeras. Verá, cuanto más bajas, mayor es la presión; cuanto mayor es la presión, más peligroso es para el buceo o el uso de equipos similares con mezcla de gases. Tienes que pasarte varios días, a veces semanas, en una cámara de descompresión, y si, por algún motivo, sales disparado hacia la superficie… te da la apoplejía, burbujas de gas en la sangre, en el cerebro… Por no hablar de los riesgos a largo plazo para la salud, como la osteonecrosis, que llenan tu cuerpo de porquerías que no le corresponden.

[Hace una pausa para comprobar sus instrumentos.]

La forma más segura de bucear, de bajar más y durante más tiempo, era rodear todo el cuerpo de una burbuja de presión superficial.

[Hace un gesto que abarca el compartimento en el que nos encontramos.]

Como ahora: seguros y protegidos; nuestros cuerpos siguen creyendo que estamos en la superficie. Eso es lo que hace el ADS; los límites de profundidad y duración sólo los establece el blindaje y el soporte vital.

Entonces, ¿es como un submarino personal?

Un sumergible. Los submarinos pueden estar varios años bajo el agua, generando la electricidad y el aire que necesitan. Un sumergible sólo aguanta inmersiones de poca duración, como los subs de la Segunda Guerra Mundial y el cacharro en el que estamos ahora.

[El agua empieza a oscurecerse hasta adquirir un tono similar al de la tinta morada.]

La misma naturaleza del ADS, el hecho de que sólo sea un traje blindado, lo convierte en la opción ideal para el combate en agua salada o sin visibilidad. No es que descarte los trajes blandos, ya sabe, los trajes para tiburones u otro tipo de mallas. Tienen diez veces más maniobralidad, velocidad y agilidad, pero son para aguas poco profundas, como mucho, y si, por algún motivo, te pillan un par de esos cabrones… He visto a buceadores con brazos, costillas y cuellos rotos; ahogados…, si se te perfora el tubo de aire o te arrancan el regulador. Incluso con un casco duro o un traje seco con forro de malla, sólo tienen que agarrarte, mantenerte bajo agua y esperar a que te quedes sin aire. He visto a demasiados tíos morir así o intentar huir a la superficie y dejar que un embolismo acabe con lo que empezaron los zetas.

¿Les pasaba eso mucho a los buceadores con traje?

A veces, sobre todo al principio; a nosotros no nos pasó nunca, no corríamos peligro físico; tanto el cuerpo como el soporte vital están dentro de una carcasa de aluminio fundido o compuesto de alta resistencia. Las juntas de casi todos los modelos son de acero o de titanio, así que daba igual hacia donde tirasen los zetas de tus brazos, porque era físicamente imposible que te arrancasen una extremidad; y eso suponiendo que consiguieran cogerte bien, cosa que no era nada fácil con esta superficie tan lisa y redonda. Para subir a toda prisa sólo tenías que soltar el lastre o la mochila propulsora, si tenías una… todos los trajes tienen flotabilidad positiva y saltan como un corcho. El único riesgo sería que el zeta estuviese agarrado a ti durante el ascenso. Un par de veces he visto a compañeros llegar a la superficie con pasajeros indeseables agarrados a ellos como si les fuera la vida en el empeño… o la no vida. [Se ríe.]

Los ascensos por globo casi nunca ocurren en combate. Casi todos los modelos de ADS tienen un soporte vital de emergencia que dura cuarenta y ocho horas. Da igual cuántos emes se te echen encima, da igual que te bloqueen unos escombros o que se te enganche la pierna en un cable submarino: sólo tienes que sentarte cómodamente y a salvo hasta que llegue la caballería. Nadie baja sin apoyo, y creo que nunca hemos tenido que esperar más de seis horas. Algunas veces, más de las que puedo contar con los dedos de la mano, uno se quedaba enganchado, informaba, y después decía que no estaba en peligro inmediato y que el resto del equipo lo ayudara sólo después de terminar su misión.

Ha hablado de modelos de ADS, en plural. ¿Había más de uno?

Teníamos unos cuantos: civiles, militares, viejos, nuevos…, bueno, relativamente nuevos. No podíamos fabricar modelos de antes de la guerra, así que teníamos que trabajar con lo que había. Algunos de los más antiguos eran de los setenta, los JIM y SAM. Me alegro de no haber tenido que trabajar nunca con ellos, sólo tenían juntas y portillas universales, en vez de una cúpula, al menos en los primeros JIM. Conocí a un tío del Escuadrón Especial Anfibio Británico que tenía unas gigantescas ampollas de sangre en la cara interior de los muslos, porque las juntas de las piernas del JIM le pellizcaban la piel. Los del SBS eran unos buceadores cojonudos, pero no me habría cambiado por ellos.

Nosotros teníamos tres modelos básicos de la armada de los EE.UU.: el Hardsuit 1200, el 2000 y el Mark 1 Exosuit. Ése era mi colega, el exo. Hablando de ciencia ficción, aquel cacharro parecía fabricado para luchar contra termitas gigantes del espacio; era mucho más fino que los otros dos y lo suficientemente ligero para poder nadar. Era la principal ventaja comparado con el Hardsuit, y en realidad, comparado con cualquier otro sistema de ADS: poder moverte por encima del enemigo, incluso sin trineo de buceo ni mochila propulsora, compensaba más que de sobra el hecho de no poder rascarse. Los Hardsuit eran más grandes y te permitían meter los brazos en la cavidad central para poder manipular el equipo secundario.

¿Qué clase de equipo?

Luces, vídeo, sónar de exploración lateral. Los Hardsuit eran unidades de servicio completas, mientras que los exos pertenecían al departamento de saldos. No tenías que preocuparte mucho por lecturas y maquinaria, ni tenías las distracciones y las múltiples tareas de los Hardsuit. El exo era elegante y sencillo, te permitía concentrarte en tu arma y en lo que tenías delante.

¿Qué tipo de arma utilizaba?

Al principio teníamos la M-9, una especie de copia modificada del ADS ruso. Digo que estaba «modificada» porque los ADS no tenían nada que fuese remotamente parecido a unas manos. O llevaban pinzas con cuatro dientes, o pinzas industriales normales. Las dos cosas servían de armas cuerpo a cuerpo (cogías la cabeza de un eme y la apretabas), pero hacían que disparar un arma resultase imposible. La M-9 se fijaba al antebrazo y tenía disparo eléctrico; llevaba un puntero láser para aportarle precisión y unos cartuchos envueltos en aire que disparaban unas barras de acero de diez centímetros de largo. El problema era que estaban diseñadas para operaciones en aguas poco profundas; en las profundidades que necesitábamos, hacían implosión como si fuesen cáscaras de huevo. Al cabo de un año conseguimos un modelo mucho más eficaz, la M-11, inventada en realidad por el mismo tío que creó el Hardsuit y el exo. Espero que ese canadiense chiflado haya recibido un montón de medallas por lo que ha hecho por nosotros. La única pega era que el DeStRes creía que la producción resultaba demasiado cara y nos repetía que, entre nuestras pinzas y las herramientas de construcción ya existentes, teníamos más que suficiente para combatir contra los zetas.

¿Qué los hizo cambiar de idea?

Troll. Estábamos en el Mar del Norte reparando aquella plataforma de gas natural noruega, y, de repente, allí estaban… Esperábamos algún tipo de ataque, porque el ruido y la luz de las obras siempre atraían a unos cuantos; lo que no sabíamos es que había un enjambre por allí cerca. Uno de nuestros centinelas dio la alarma, fuimos hacia su faro y, en un segundo, nos vimos inundados. Es horrible luchar cuerpo a cuerpo bajo el agua: el fondo se agita, pierdes la visibilidad…, es como pelear dentro de un vaso de leche. Los zombis no se mueren cuando los golpeas, sino que, casi siempre, se desintegran, y tienes fragmentos de músculos, órganos y materia gris mezclados con los sedimentos y formando remolinos a tu alrededor. Los chicos de hoy en día… joder, sueno como mi padre, pero es cierto, los chicos de hoy en día, los nuevos buceadores de ADS que llevan Marks 3 y 4, tienen un equipo de detección para visibilidad cero, con sónar de imágenes en color y óptica de baja luminosidad. La imagen se muestra en una pantalla de visualización frontal delante de la cara, como en un caza. Si sumamos los dos hidrófonos estéreo, cuentan con una verdadera ventaja sensorial frente a los zetas. Las cosas no eran así cuando empecé a utilizar el exo: no veíamos, no oíamos, ni siquiera podíamos notar que un eme intentaba agarrarnos por la espalda.

¿Y eso?

Porque un defecto esencial del ADS es que te impide cualquier sensación táctil. Como el traje es duro, no puedes sentir nada del mundo exterior, ni siquiera que un monstruo te tiene cogido. A no ser que esté tirando de ti, intentando hacerte caer hacia atrás o darte la vuelta, puede que no sepas que está ahí hasta tenerlo delante de la cara. Aquella noche en Troll… La luces de los cascos no hacían más que empeorar el problema, porque lanzaban una luz deslumbrante que sólo se rompía con la visión de la mano o la cara de un muerto. Es la única vez que he sentido escalofríos de verdad…, no miedo, entiéndame, sólo escalofríos: moverte por aquella tiza líquida y, de repente, ver una cara podrida pegada al visor…

Los trabajadores civiles de la plataforma no querían volver al trabajo, ni siquiera bajo amenaza de represalias, hasta que nosotros, sus escoltas, estuviésemos mejor armados. Ya habían perdido a mucha gente por culpa de emboscadas en la oscuridad. Ni me imagino cómo debió de ser aquello. Estás en un traje seco, trabajando en una oscuridad casi absoluta, con los ojos doloridos por la luz del soplete de soldar y el cuerpo entumecido por el frío o, todo lo contrario, asado por el agua caliente que se bombea por el sistema. De repente, sientes unas manos o unos dientes; te revuelves, pides ayuda e intentas luchar o nadar, mientras ellos te arrastran al fondo. Quizá algunas extremidades emerjan a la superficie, o quizá sólo encuentren un cabo salvavidas cortado. Por eso apareció el DSCC como organización oficial; nuestra primera misión fue proteger a los buceadores de las plataformas y mantener el suministro de petróleo. Después pasamos también a la limpieza de cabezas de playa y puertos.

¿Qué es la limpieza de cabezas de playa?

Consiste, básicamente, en ayudar a los cabezabuques a llegar a tierra. Lo que aprendimos en las Bermudas, nuestro primer desembarco anfibio, fue que la cabeza de playa estaba bajo ataque constante de los emes que salían de las olas. Teníamos que establecer un perímetro, una red semicircular alrededor de la zona de desembarco propuesta, que fuese lo bastante profunda para que los barcos pasaran por encima, pero lo bastante alta para mantener fuera a los zombis.

Ahí entrábamos nosotros. Dos semanas antes del desembarco, un barco anclaba a varios kilómetros de la costa y empezaba a hacer ruido con su sónar activo para atraer a los zetas y alejarlos de la playa.

¿No atraería también el sónar a los zombis de aguas profundas?

Los jefazos nos dijeron que era un «riesgo aceptable». No creo que tuvieran nada mejor, por eso era una operación de ADS, porque era demasiado arriesgada para los buceadores con traje de malla. Sabíamos que las masas se reunían debajo del ruidoso barco, y que, cuando el barco se callase, nosotros seríamos el objetivo más visible. En realidad, resultó ser lo más facilón que habíamos hecho: la frecuencia del ataque era más baja que nunca, y, cuando levantaron las redes, tuvieron una tasa de efectividad casi perfecta. Sólo hacía falta una fuerza reducida para mantener una vigilancia constante y, quizá, disparar de lejos a los pocos emes que conseguían trepar la valla. La verdad es que no nos necesitaban para una operación como aquélla y, después de los tres primeros desembarcos, volvieron a emplear buceadores.

¿Y la limpieza de puertos?

Eso sí que no era facilón. Fue en las etapas finales de la guerra, cuando ya no sólo había que abrir una cabeza de playa, sino reabrir los puertos para los buques de aguas profundas. Se trataba de una operación enorme y conjunta: buceadores con traje de malla, unidades de ADS, incluso voluntarios civiles con un equipo de buceo y un fusil de arpones. Ayudé en la limpieza de Charleston, Norfolk, el puñetero Boston y la madre de todas las pesadillas submarinas: la Ciudad de los Héroes. Sé que a los soldados les gusta quejarse sobre cómo tuvieron que luchar para limpiar las ciudades, pero imagínese una ciudad bajo el agua, una ciudad hundida de barcos, coches, aviones y todo tipo de escombros imaginables. Durante la evacuación, muchos buques portacontenedores intentaban hacer sitio para meter gente, y gran parte de ellos tiró su carga por la borda: sofás, hornos eléctricos, montañas y más montañas de ropa; las teles de plasma crujían cuando las pisabas. Me parecía ver a un zombi escondido detrás de cada lavadora y secadora, trepando sobre cada pila de aparatos de aire acondicionado rotos. A veces no era más que mi imaginación, pero, otras… Lo peor… lo peor era limpiar un barco hundido. Siempre había unos cuantos dentro de los límites del puerto. Un par de ellos, como el Frank Cable, un buque auxiliar de submarinos convertido en barco de refugiados, se habían hundido justo a la entrada del puerto. Antes de poder izarlo, teníamos que barrerlo compartimento a compartimento. Fue la única vez que el exo me pareció voluminoso y difícil de manejar; no me golpeaba la cabeza con todos los pasillos, aunque ésa era la impresión que tenía. Muchas de las compuertas estaban atrancadas con los escombros y teníamos que cortarlas para pasar, o cortar cubiertas y mamparos. A veces la cubierta estaba debilitada por los daños o la erosión. Cuando estaba cortando un mamparo por encima de la sala de motores del Cable, de repente, la cubierta se derrumbó bajo mis pies. Antes de poder nadar, antes de poder pensar… Había cientos de monstruos en la sala de motores. Me rodearon, me ahogaron en piernas, brazos y trozos de carne. Si alguna vez tuviese una pesadilla recurrente, y no estoy diciendo que la tenga, porque no es así, pero, si la tuviese, sería allí, sólo que me encuentro completamente desnudo…, quiero decir, me encontraría completamente desnudo.

[Me sorprende lo deprisa que llegamos al fondo. Parece un páramo vacío, tiene un resplandor blanco que contrasta con la oscuridad permanente. Veo los tocones de coral látigo, rotos y pisoteados por los muertos vivientes.]

Aquí están.

[Levanto la mirada para ver el enjambre: está compuesto por unos sesenta miembros que caminan por la noche desierta.]

Y allá vamos.

[Choi maniobra para colocarnos sobre ellos. Los zombis, con los ojos abiertos y las mandíbulas caídas, levantan los brazos para intentar coger los reflectores. Veo el tenue haz rojo del láser que se coloca sobre el primer objetivo. Un segundo después, un pequeño dardo sale disparado hacia su pecho.]

Uno…

[Apunta con el haz al segundo objetivo.]

Dos…

[Se mueve sobre el enjambre y dispara un proyectil no letal a cada individuo.]

Me mata no matarlos. Es decir, sé que es para estudiar sus movimientos y establecer una red de alerta, sé que, si tuviéramos los recursos para matarlos a todos, lo haríamos. Sin embargo…

[Apunta al sexto objetivo, que, como los otros, no se da cuenta del agujerito que le hemos abierto en el esternón.]

¿Cómo lo hacen? ¿Cómo siguen enteros? No hay nada en este mundo más corrosivo que el agua de mar. Estos emes tendrían que haber desaparecido antes que los de tierra.

Está claro que sus ropas ya se han desintegrado, cualquier cosa orgánica, como la tela y el cuero.

[Las figuras que tenemos debajo están prácticamente desnudas.]

Entonces, ¿por qué ellos no? ¿Es la temperatura? ¿La presión? ¿Y, ya puestos, por qué resisten tanto la presión? A estas profundidades, el sistema nervioso humano tendría que haberse hecho gelatina; no deberían poder levantarse y, por supuesto, nada de andar, ni «pensar», o lo que sea que hacen. ¿Cómo lo consiguen? Estoy seguro de que hay algún pez gordo que sabe todas las respuestas y que la única razón por la que no me lo dicen es…

[De repente, se distrae con una luz en el cuadro de mandos.]

Vaya, vaya, vaya, mire esto.

[Miro mi cuadro: las lecturas son incomprensibles.]

Tenemos uno bueno, bastante radiación. Debe de venir del Océano Índico, Irán o Paquistán, puede que del buque de guerra de los comunistas chinos que se hundió en Manihi. ¿Qué le parece?

[Dispara otro dardo.]

Ha tenido suerte, ésta es una de las últimas inmersiones de reconocimiento tripuladas. El mes que viene será todo por control remoto, cien por cien.

Ha habido mucha controversia por el uso de vehículos por control remoto en combate.

No pasará. Su Majestad[92] tiene demasiado poder mediático, no dejará que el Congreso nos machaque con robots.

¿Tiene alguna validez el argumento del Congreso?

¿Cuál? ¿Que los robots son luchadores más eficaces que los buceadores de ADS? Claro que no. Todo eso de «limitar las bajas humanas» es un montón de mierda. ¡No hemos perdido ni un solo hombre en combate! Ese tipo del que hablan todo el rato, Chernov, murió después de la guerra, en tierra, un día que se puso pedo y se desmayó delante de un tranvía. Putos políticos.

Quizá los vehículos por control remoto sean más rentables, pero le aseguro que no son mejores. No estoy hablando de la inteligencia artificial, sino del corazón, el instinto, la iniciativa, todo lo que nos hace ser como somos. Por eso sigo aquí, igual que Su Majestad, igual que casi todos los otros veteranos que se metieron en esto durante la guerra. La mayoría seguimos metidos porque tenemos que estarlo, porque todavía no han encontrado un grupo de chips y bits que pueda reemplazarnos. Créame, cuando lo hagan, no sólo no volveré a mirar un exotraje en la vida, sino que dejaré la armada y me pondré en modo Alfa-Alfa-noviembre.

¿Qué es eso?

Acción en el Atlántico Norte, una peli de guerra antigua, en blanco y negro. Sale un tío, ya sabe, el Skipper de La isla de Gilligan, el padre[93]. Tiene una frase…: «Cogeré uno de los remos y me iré tierra adentro. Cuando alguien me pregunte qué es lo que llevo al hombro, me pararé y me quedaré allí para siempre».