Topera (Kansas, EE.UU.)

[Sharon podría considerarse bella según el criterio de cualquiera: cabello largo y rojo, ojos verdes relucientes y el cuerpo de una bailarina o una supermodelo de antes de la guerra. También tiene el cerebro de una niña de cuatro años.

Estamos en el Hogar Rothman para la Rehabilitación de Niños Salvajes. La doctora Roberta Kelner, encargada del caso de Sharon, dice que la chica ha tenido «suerte». «Al menos puede hablar, tiene un proceso mental coherente —explica—. Es rudimentario, pero es funcional.» La doctora Kelner está ilusionada con la entrevista, pero el doctor Sommers, el director del programa del Rothman, no lo está. El programa nunca ha recibido muchos fondos, y la administración actual amenaza con cerrar el centro del todo.

Al principio Sharon se muestra tímida, no me da la mano y apenas me mira a los ojos. Aunque la encontraron en las ruinas de Wichita, no hay forma de saber dónde ocurrió su historia.]

Estábamos en la iglesia, mamá y yo. Papá nos dijo que vendría a buscarnos. Papá tenía que hacer una cosa y teníamos que esperarlo en la iglesia.

Todos estaban allí. Todos llevaban cosas, cereales, agua, zumo, sacos de dormir, linternas y… [hace una pistola con la mano]. La señora Randolph tenía una, pero se suponía que no podía, porque eran peligrosas. Me dijo que eran peligrosas. Era la mamá de Ashley. Ashley era mi amiga. Le pregunté dónde estaba Ashley, y empezó a llorar. Mamá me dijo que no le preguntase por Ashley y le dijo a la señora Randolph que lo sentía mucho. La señora Randolph estaba sucia, tenía manchas rojas y marrones en el vestido. Estaba gorda, tenía brazos grandes y blandos.

Había más niños, Jill, Abbie y otros. La señora McGraw los vigilaba. Tenían lápices de colores y pintaban las paredes.

Mamá me dijo que fuese a jugar con ellos, que no pasaba nada. Ella dijo que al Pastor Dan no le importaba.

El Pastor Dan estaba allí, intentando que la gente escuchase: «Por favor, amigos… [imita una voz grave y profunda], mantened la calma, los zortis se acercan, mantened la calma y esperad a los zortis». Nadie le hacía caso. Todos hablaban, nadie se sentaba. La gente intentaba hablar con sus cosas [hace como si hablara con un móvil], se enfadaban, las tiraban y decían palabras malas. Me daba pena el Pastor Dan. [Imita el sonido de una sirena.] Fuera. [Lo hace otra vez, primero más bajo, después subiendo de volumen y volviendo a bajar, varias veces.]

Mamá hablaba con la señora Cormode y otras mamás. Estaban peleándose. Mamá se enfadaba. La señora Cormode no dejaba de decir [en tono enfadado y lento]: «Bueno, ¿y qué? ¿Qué más puedes hacer?». Mamá sacudía la cabeza. La señora Cormode hablaba con las manos. No me gustaba la señora Cormode. Era la mujer del Pastor Dan y era mandona y mala.

Alguien gritó: «¡Ya vienen!». Mamá me cogió en brazos. Cogieron nuestro banco y lo pusieron junto a la puerta. Pusieron todos los bancos junto a la puerta. «¡Deprisa! ¡Atrancad la puerta!» [Imita varias voces distintas.] «¡Necesito un martillo!» «¡Clavos!» «¡Están en el aparcamiento!» «¡Vienen hacia aquí!» [Se vuelve hacia la doctora Kelner.] ¿Puedo?

[El doctor Sommers parece vacilar, pero la doctora Kelner sonríe y asiente. Después averigüé que tenían la habitación insonorizada por esa misma razón.]

[Sharon imita el gemido de un zombi. Es, sin duda, la imitación más realista que he oído nunca. A juzgar por su malestar, creo que Sommers y Kelner están de acuerdo conmigo.]

Se acercaban. Se hacían más grandes. [Gime de nuevo y después golpea la mesa con el puño derecho.] Querían entrar. [Sus golpes son fuertes, mecánicos.] La gente gritaba. Mamá me abrazó fuerte. «No pasa nada.» [Su voz se suaviza, y empieza a acariciarse el pelo.] «No dejaré que te cojan. Chisss…»

[Ahora estrella los dos puños en la mesa, y los golpes se vuelven más caóticos, como si hubiese varias criaturas.] «¡Reforzad la puerta!» «¡Aguantad, aguantad!» [Imita el ruido de un cristal al romperse] Las ventanas se rompen, las ventanas de delante, al lado de la puerta. Las luces se apagan. Los mayores se asustan y gritan.

[Su voz vuelve a ser la de su madre.] «Chisss… cielo. No dejaré que te cojan.» [Se lleva las manos a la cara, acariciándose con cariño la frente y las mejillas. Sharon mira a Kelner, como si le preguntase algo. Kelner asiente. La voz de Sharon de repente imita el ruido de algo grande que se rompe, un ruido sordo y profundo que le sale del fondo de la garganta.] «¡Están entrando! ¡Disparadles, disparadles!» [Imita el ruido de los disparos…] «No dejaré que te cojan, no dejaré que te cojan.» [De repente, Sharon aparta la vista y contempla, por encima de mi hombro, algo que no está allí.] «¡Los niños! ¡Que no cojan a los niños!» Era la señora Cormode. «¡Salvad a los niños! ¡Salvad a los niños!» [Sharon hace más disparos. Une sus manos en un gran puño doble y lo deja caer con fuerza sobre una forma invisible.] Ahora los niños empiezan a llorar. [Imita puñaladas, puñetazos, golpes con objetos.] Abbie lloraba mucho, y la señora Cormode la cogió. [Hace como si levantase algo o alguien y lo golpease contra la pared.] Y Abbie se calló. [Volvió a acariciarse la cara y la voz de su madre se volvió más dura.] «Chisss… no pasa nada, cielo, nada…» [Sharon mueve la mano de la cara al cuello, apretándoselo con fuerza.] «No dejaré que te cojan. ¡No dejaré que te cojan!»

[Sharon empieza a luchar por respirar.]

[El doctor Sommers se mueve para detenerla, pero la doctora Kelner levanta la mano. Sharon lo deja y baja los brazos después de imitar un disparo.]

Noté algo caliente, mojado y salado en la boca, me picaba en los ojos. Unos brazos me levantaron y me llevaron. [Se levanta de la mesa, como si llevase una pelota de fútbol.] Me llevaron al aparcamiento. «¡Corre, Sharon, no te pares!» [Era una voz distinta, no la de su madre.] «¡Corre, corre, corre!» Me apartaron de ella. Sus brazos me soltaron. Eran unos brazos grandes y blandos.