INFORME DE PROGRESOS 17

3 de octubre. Es el declive. He sentido deseos de suicidarme para terminar de una vez con todo ahora que aún tengo control de mí mismo y consciencia del mundo que me rodea. Pero entonces pienso en Charlie aguardando en la ventana. No tengo derecho a quitarle su vida.

Se la he pedido prestada por un tiempo, y ahora tengo que devolvérsela.

No debo olvidar que soy la única persona a quien le ha ocurrido esto. Debo continuar anotando mis pensamientos y mis sensaciones tanto tiempo como pueda. Estos Informes de Progresos son la contribución de Charlie a la humanidad.

Me he vuelto nervioso e irritable. Discuto con la gente del edificio porque tengo en marcha mi tocadiscos de alta fidelidad durante toda la noche. Hasta mucho después de haber terminado de tocar el piano. Sé que no está bien, pero tengo que hacerlo para mantenerme despierto. Sé también que debería dormir, pero no quiero perder un segundo de mi tiempo de vigilia. No es tan sólo a causa de las pesadillas, sino también porque tengo miedo de perder el dominio de mí mismo.

Me digo que ya tendré tiempo de dormir después, cuando la noche caiga sobre mí.

El señor Vernor, el del apartamento de abajo, nunca se había quejado de nada, pero ahora golpea sin cesar las tuberías de la calefacción o el techo, y oigo sus golpes bajo mis pies. Al principio no hice caso, pero la otra noche subió en pijama. Discutimos, y le cerré la puerta en las narices. Una hora después volvió con un policía que me dijo que no debía poner el tocadiscos tan fuerte a las cuatro de la madrugada. La sonrisa de satisfacción de Vernor me enfureció tanto que apenas pude contenerme para no golpearle. Cuando se fueron, destrocé todos los discos y el propio tocadiscos. De todos modos, me estaba engañando a mí mismo. No me gusta ese tipo de música.

4 de octubre. Ésta ha sido la peor sesión de psicoterapia que haya pasado en mi vida. Strauss se ha trastornado. Él tampoco esperaba esto.

Lo que ocurrió —no me atrevo a llamarlo un recuerdo— fue un fenómeno psíquico o una alucinación. No intentaré explicarlo ni interpretarlo, sino que describiré sencillamente lo que pasó.

Yo estaba nervioso cuando entré en su despacho, y él hizo como si no se diera cuenta. Me eché inmediatamente en el diván y él, como siempre, se sentó al lado, un poco tras de mí —lo preciso para estar fuera de mi vista— y esperó a que comenzara el ritual de desahogo de todos los venenos acumulados en mi mente.

Eché una ojeada hacia él girando la cabeza. Parecía cansado, lacio, y, no sé por qué, me recordó a Matt sentado en su sillón de barbero, esperando a la clientela. Le hice notar a Strauss la asociación, e inclinó la cabeza sin decir nada.

—¿Está esperando clientes? —pregunté—. Tendría que cambiar este diván por un sillón de barbero. Y cuando quisiera una asociación libre de ideas no tendría que hacer más que echar para atrás el respaldo como hace el barbero para enjabonarle a uno la cara; cuando hubieran pasado los cincuenta minutos, podría volver a echar hacia adelante el respaldo y ofrecerle un espejo para que pudiera ver qué aspecto exterior tiene una vez afeitado su ego.

No dijo nada y, pese a que me sentía avergonzado del modo como le hablaba, no pude detenerme.

—Entonces, su paciente podría venir a cada sesión y decir: «Quíteme un poco de ansiedad, por favor», o «no me corte demasiado el ego, sólo arréglemelo», o incluso pedir un poco de champú al huevo… perdón, quise decir champú al ego. ¡Ajá! ¿Ha anotado este lapsus, doctor? Apúntelo. He dicho un champú al huevo en lugar de un champú al ego. Huevo… ego… no hay tanta diferencia, ¿eh? ¿Significa esto que deseo ser lavado de todos mis pecados? ¿Renacer? ¿Es un símbolo bautismal? ¿O estamos apurando demasiado el afeitado? ¿Acaso un idiota tiene un id?

Esperaba alguna reacción, pero se limitó a removerse en su silla.

—¿Está despierto? —pregunté.

—Estoy escuchando, Charlie.

—¿Sólo escuchando? ¿Usted nunca se enfada?

—¿Por qué quieres que me enfade contigo?

Suspiré.

—Strauss el impasible, el imperturbable. Tengo que decírselo. Estoy harto de venir aquí. ¿Para qué sirve esa psicoterapia ahora? Usted sabe tan bien como yo lo que va a ocurrir.

—Pero creo que no deseas pararte —dijo—. Quieres continuar hasta el final, ¿no?

—Es estúpido. Una pérdida de tiempo tanto para usted como para mí.

Permanecí echado a la tenue luz del despacho, y contemplé el cuadriculado de las losas insonorizantes del techo… un cuadriculado lleno de miles de agujeritos que absorbían todas las palabras. Emparedadas vivas en los agujeritos del techo.

Sentí que mi cabeza se vaciaba. Mi mente estaba vacía y esto no era normal, pues durante las sesiones de psicoterapia siempre me proporcionaba multitud de elementos de comunicación. Sueños… recuerdos… asociación de ideas… problemas… Pero ahora me sentía aislado y vacío.

Sólo el estoico Strauss respirando tras de mí.

—Me siento extraño —dije.

—¿Quieres hablarme de ello?

¡Oh, qué brillante y sutil era! ¿Pero qué diablos estaba haciendo yo allí, consiguiendo tan sólo que mis asociaciones de ideas fueran absorbidas por los agujeritos del techo y los enormes agujeros de mi psicoterapeuta?

—No sé si tengo ganas de hablar de ello —dije—. Hoy siento más hostilidad hacia usted que de costumbre —y le dije todo lo que había pensado.

Aún sin verle, sabía que estaba agitando al cabeza.

—Es difícil de explicar —dije—. Es una sensación que ya he experimentado una o dos veces, justo antes de perder el sentido. Un vacío en la cabeza… todo se intensifica… pero siento mi cuerpo helado y embotado…

—Continúa —había una chispa de excitación en su voz—. ¿Qué más?

—Ya no siento mi cuerpo. Estoy como paralizado. Tengo la sensación de que Charlie está muy cerca. Mis ojos están abiertos, estoy seguro… ¿es así?

—Sí. Muy abiertos.

—Y sin embargo veo una luz blancoazulada que sale de las paredes y del techo y se condensa en una bola cambiante. Ahora está suspendida en el aire. Una luz… penetrando forzadamente en mis ojos… y en mi cerebro… Todo resplandece en la habitación… tengo la sensación de flotar… o mejor de expandirme en todos sentidos… y sin embargo, sin mirar a ningún lado, sé que mi cuerpo sigue tendido en el diván… ¿Es eso una alucinación?

—Charlie, ¿te encuentras bien?

¿O lo que describen los místicos?

Oigo su voz, pero no quiero responderle. Me fastidia que esté ahí. Tengo que imaginarme que no está. Permanecer pasivo y dejar que esto —sea lo que sea— me llene de luz y me absorba en ella.

—¿Qué es lo que ves, Charlie? ¿Qué ocurre?

***

Asciendo, como una hoja en una corriente de aire cálido. Rápidamente, los átomos de mi cuerpo se alejan los unos de los otros, me vuelvo más ligero, menos denso, más amplio… amplio… Estallo, precipitándome hacia el sol. Soy un universo en expansión que remonta a la superficie de un océano silencioso. Primero pequeño, engloba mi cuerpo, la habitación, el edificio, la ciudad, el país, hasta que sé que, si miro hacia abajo, veré mi sombra cubrir toda la Tierra.

Ligero y sin sensaciones. Derivando y expandiéndome en el tiempo y en el espacio.

Y entonces siento como si rompiera la cáscara de la existencia como un pez volador surgiendo del mar, y soy atraído hacia abajo.

Esto me molesta. Querría desprenderme de ello. En el momento en que voy a entrar en fusión con el universo oigo murmullos en los límites de la consciencia. Y esa tracción apenas sensible me retiene en el mundo finito y mortal de ahí abajo.

Lentamente, como retroceden las olas, mi mente en expansión se retrae a las dimensiones terrestres… en contra de mi voluntad, ya que yo preferiría perderme en el infinito, pero soy atraído hacia abajo, hacia mi cuerpo, y por un momento vuelvo a encontrarme en el diván, con mi consciente reintegrado al envoltorio de mi carne. Y sé que si quiero puedo mover un dedo o guiñar un ojo. Pero no quiero moverme. ¡No me moveré!

Espero, abierto a todo lo que pueda significar esta experiencia, pasivo. Charlie no quiere que traspase el techo de la mente. Charlie no quiere conocer lo que hay más allá.

¿Tiene miedo de encontrar a Dios?

¿O de no encontrar nada?

Mientras espero allá, relajado, pasa un momento en el que soy yo mismo en yo mismo, y pierdo de nuevo toda consciencia de un cuerpo o de una sensación. Charlie tira de nuevo de mí hacia abajo, hacia mi cuerpo. Miro en mi interior, en el centro de mi ojo ciego, esa mancha roja que se transforma en una flor multipétala… la flor cambiante, girante, luminescente, que se halla en lo más profundo de mi inconsciente.

Me retracto. No como los átomos de mi cuerpo cohesionándose y volviéndose más densos, sino como una fusión… como si los átomos de mí mismo se fundieran en un microcosmos. Va a producirse un enorme calor, una luz insostenible —el infierno de los infiernos—, pero yo no miro la luz, sólo una flor que se desmultiplica, se desdivide, para volver de la multiplicidad a la unidad. Y, por un momento, la trémula flor se transforma en un disco dorado girando al extremo de un hilo, después en una bola de girantes arco iris, y finalmente estoy de regreso en la caverna donde todo es oscuridad y silencio, y nado en un laberinto húmedo en busca de algo que me recibe… me abraza… me absorbe… dentro de él.

Para que pueda comenzar.

Al principio veo nuevamente la luz, una abertura en la más oscura de las cavernas, primero minúscula y lejana —como si mirara por el lado contrario de un telescopio—, después brillante, cegadora, cambiante y, de nuevo, una flor multipétala (un loto girante que flota cerca del umbral del inconsciente). A la entrada de la caverna encontraré la respuesta si me atrevo a volver y a sumergirme en la gruta de luz que hay más allá.

¡Aún no!

Tengo miedo. No de la vida, o de la muerte, o de la nada, sino de perderlo todo como si nunca hubiera sido. Y cuando avanzo hacia la abertura siento a mi alrededor la presión propulsándome con violentas ondas de espasmos hacia la boca de la caverna.

¡Es demasiado pequeña! ¡No podré pasar!

Y de pronto soy proyectado y vuelto a proyectar contra las paredes, y empujado por la fuerza a través de la abertura cuya luz amenaza con hacer estallar mis ojos. Siento de nuevo que voy a romper la cáscara hacia aquella gloriosa luz. Es más de lo que puedo soportar. Un dolor como nunca he conocido, y el frío, y las náuseas, y ese gran zumbido encima de mi cabeza, como el batir de miles de alas. Abro los ojos, cegado por la intensa luz. Y aleteo en el aire y tiemblo y grito.

***

Salí de todo ello gracias a la insistencia de una mano que me sacudía bruscamente. El doctor Strauss.

—Gracias a Dios —dijo, cuando le miré a los ojos—. Me has preocupado.

Sacudí la cabeza.

—Me encuentro bien.

—Creo que es todo por hoy.

Me levanté y me tambaleé, buscando mi equilibrio. La habitación parecía muy pequeña.

—No sólo por hoy —dije—. No creo que necesite otras sesiones. No quiero volver más.

Estaba desconcertado, y no intentó hacerme cambiar de opinión. Tomé mi sombrero y mi abrigo y me fui.

Y ahora… las palabras de Platón se ríen de mí desde las sombras, en la cornisa más allá de las llamas:

«… los hombres de las cavernas dirán de él que ha ascendido y ha vuelto a caer sin sus ojos…

5 de octubre. Me cuesta trabajo escribir a máquina estos Informes de Progresos, y no puedo pensar mientras el magnetófono gira. Voy dejando de un momento para otro este trabajo, durante todo el día, pero sé lo importante que es y tengo que hacerlo. Me he prometido que no cenaré antes de haberme sentado y haber escrito algo… cualquier cosa.

El profesor me ha mandado buscar esta mañana. Quería que fuera al laboratorio para algunos tests como aquellos que hacía habitualmente. Al principio he pensado que era muy normal, puesto que siguen pagándome, y además es importante que el dossier esté completo. Sin embargo, cuando llegué a Beekman y empecé a trabajar con Burt supe que iba a ser demasiado para mí.

Primero el laberinto en el papel que tenía que seguir con un lápiz. Recordaba cómo lo hacía antes, cuando aprendía a ir rápido y hacía carreras con Algernon. Me daba cuenta de que ahora necesitaba más tiempo para salir del laberinto. Burt tendió la mano para tomar el papel pero lo rompí y tiré los pedazos a la papelera.

—No, ya basta de eso. He terminado de correr por el laberinto. Ahora estoy en un callejón sin salida, y no quiero seguir.

Tenía miedo de que me fuera, y me calmó:

—Todo va bien, Charlie, no te preocupes…

—¿Qué quiere decir con «no te preocupes»? Usted no sabe lo que es esto.

—No, pero puedo imaginármelo. Todos sentimos lo mismo que tú.

—Guárdese su simpatía. Tan sólo déjeme tranquilo.

Se sentía incómodo, y entonces me di cuenta de que no era culpa suya, y que no me había portado correctamente con él.

—Lamento haberme irritado —dije—. ¿Cómo van las cosas aquí? ¿Ha terminado ya su tesis?

Inclinó la cabeza.

—La están pasando a limpio en estos momentos. Obtendré el doctorado en febrero.

—Buen muchacho —le di una palmada en el hombro para demostrarle que no estaba enfadado con él—. Continúe. No hay nada mejor que haber terminado unos estudios. Escuche, olvide lo que acabo de decir. Haré todo lo que quiera. Pero no más laberintos… es lo único que le pido.

—De acuerdo. Nemur quiere un Rorschach.

—¿Para ver qué ocurre en mis profundidades? ¿Qué espera encontrar?

Debía tener un aspecto muy alterado, ya que hizo marcha atrás.

—No estás obligado. Estás aquí voluntariamente. Si no quieres…

—Está bien. Adelante. Deme las cartas. Pero no me diga lo que descubriría usted.

No tenía necesidad de hacerlo.

Sabía lo suficiente sobre el Rorschach como para saber que lo que cuenta no es lo que uno ve en las cartas, sino su reacción frente a ellas. Tomándolas en conjunto o por bloques, con figuras en movimiento o inmóviles, dedicando una atención especial a las manchas de color o despreciándolas, con muchas ideas o solamente con algunas respuestas estereotipadas.

—Eso no es válido —dije—. Sé lo que busca. Conozco el tipo de reacciones que supuestamente debo expresar a fin de crear una imagen determinada de lo que es mi mente. Todo lo que tengo que hacer es…

Levantó los ojos, esperando.

—Todo lo que he de hacer es…

Me golpeó como un puñetazo en pleno rostro: no recordaba lo que tenía que hacer. Como si lo hubiera visto bien claro en la pizarra de mi mente y, cuando me giraba para leerlo, una parte hubiera sido borrada y el resto ya no tuviera sentido.

Al principio me negué a creerlo. Pasé revista a las cartas, nervioso, tan aprisa que las palabras se me estrangulaban. Hubiera querido hacer pedazos las manchas de tinta para que me revelaran su secreto. Las respuestas que había conocido hacía tan poco tiempo tenían que estar en alguna parte dentro de aquellas manchas. No exactamente en las manchas, sino en la parte de mi cerebro que les daba una forma y un significado y proyectaba mi huella en ellas.

Y ya no podía hacerlo. No podía recordar lo que tenía que decir. Lo había olvidado todo.

—Esto es una mujer… —dije— …de rodillas limpiando el suelo. Quiero decir… no… es un hombre sosteniendo un cuchillo —y, diciéndolo, sabía de qué estaba hablando, y quise alejarme y cambiar de dirección—. Dos figuras disputándose una muñeca… quizá… y una de ellas tira tanto que parece que va a romperla… ¡No!… Quiero decir dos rostros que se miran mutuamente a través de una ventana y…

Barrí las cartas de sobre la mesa y me levanté.

—No más tests. No quiero hacer más tests.

—Muy bien, Charlie. Vamos a dejarlo por hoy.

—No sólo por hoy. No pienso volver más aquí. Si queda algo útil para ustedes en mí, lo podrán hallar en mis Informes de Progresos. He terminado de correr por el laberinto. Ya no soy un cobayo. Ya he hecho demasiado. Quiero que ahora me dejen tranquilo.

—Muy bien. Charlie. Comprendo.

—No, no lo comprende porque esto no le afecta, y nadie puede comprenderlo excepto yo. No se lo reprocho. Usted tiene un trabajo que hacer, un doctorado que obtener y… oh, sí, no me lo diga, ya sé que se ha dedicado a esto principalmente por amor a la humanidad, pero usted tiene aún una vida por delante y no estamos en el mismo peldaño, subí más arriba que usted y ahora estoy bajando más abajo, y no creo que vuelva a tomar ese ascensor. Digámonos simplemente adiós, ahora.

—¿Pero no crees que tendrías que hablar con el doctor?

—Dígale adiós a todo el mundo por mí, ¿quiere? No me siento con ánimos de enfrentarme de nuevo con ellos, ni a unos ni a otros.

Antes de que pudiera decir algo o intentar detenerme había abandonado el laboratorio, tomado el ascensor, y salía de Beekman por última vez.

7 de octubre. Strauss vino de nuevo esta mañana con la intención de verme pero no quise abrirle la puerta. Quiero que me dejen solo.

Es una extraña sensación tomar un libro que uno ha leído y le ha gustado hace apenas unos meses, y descubrir que no se recuerda absolutamente nada de él. Pienso en lo admirable que había encontrado a Milton. Cuando tomé El paraíso perdido lo único que podía recordar era que se trataba de algo sobre Adán y Eva y el Árbol del Conocimiento, pero no podía captar su sentido.

Me levanté, cerré los ojos y vi a Charlie —yo— a los seis o siete años, sentado en la mesa del comedor con un libro de clase, aprendiendo a leer, repitiendo las palabras con su madre muy cerca de él, muy cerca de mí…

—Inténtalo otra vez.

—Mira Jack. Mira Jack corre. Mira Jack mira.

—¡No! ¡No es Mira Jack Mira! ¡Es Corre Jack corre! —me lo señalaba con el dedo.

—Mira Jack. Mira Jack corre. Corre Jack mira.

—¡No! ¡No prestas atención! ¡Inténtalo otra vez!

Inténtalo otra vez… Inténtalo otra vez… Inténtalo otra vez.

—Déjalo tranquilo. Lo aterrorizas.

—Tiene que aprender. Es demasiado perezoso para prestar atención.

Corre Jack corre… corre Jack corre… corre Jack corre…

—Es más lento que los demás niños. Dale tiempo.

—Es normal. No tiene nada. Sólo pereza. Le meteré esto en la cabeza hasta que aprenda.

Corre Jack corre… corre Jack corre… corre Jack corre…

Y entonces, levantando los ojos de la mesa, me pareció verme a través de los ojos de Charlie, con El paraíso perdido entre las manos, y me di cuenta de que estaba rompiendo el libro, por pura tensión, tirando con las dos manos, como si quisiera hacerlo pedazos. Arranqué el lomo, un montón de páginas, y las arrojé con el libro a través de la habitación, hacia el rincón donde estaban los discos destrozados. Y allí se quedó yaciendo con sus páginas rotas que parecían burlarse de mí como lenguecitas blancas, porque no podía comprender lo que decían.

Debo esforzarme en guardar dentro de mí algo de lo que he aprendido. Te lo suplico, Dios mío, no me lo quites todo.

10 de octubre. Habitualmente salgo por la noche para pasear a la ventura a través de la ciudad. No sé por qué. Para ver otros rostros, supongo. La otra noche llegué a no recordar dónde vivía. Un agente de policía me condujo a casa. Tengo la extraña sensación de que esto ya me ocurrió otra vez… hace mucho tiempo. Quisiera no escribirlo, pero me digo a cada momento que soy el único en el mundo que puede describir lo que le ocurre a uno en mi situación.

No andaba, flotaba en el espacio, pero en lugar de ser todo claro y nítido las cosas estaban recubiertas como de una capa de grisor. Sé lo que me está sucediendo pero no puedo hacer nada. Ando o me quedo parado en la acera y veo pasar a la gente. Algunos me miran, otros no, pero nadie me dice nada… excepto una noche en que un hombre se me acercó y me preguntó si quería una chica. Me llevó a un sitio. Quería seis dólares por anticipado y se los di, pero no volvió.

Y entonces me di cuenta de que yo no era más que un imbécil.

11 de octubre. Cuando he vuelto al apartamento esta mañana he encontrado allí a Alice, dormida en el sofá. Todo estaba limpio y, al primer momento, he creído que me había equivocado de apartamento, luego he visto que no había tocado los discos rotos ni los libros destrozados ni el tocadiscos hecho pedazos en el rincón. El suelo crujió, se despertó y me miró.

—Hola —sonrió—. Estás hecho una buena lechuza.

—No una lechuza. Más bien un pájaro dodo. Un dodo idiota. ¿Cómo ha entrado aquí?

—Por la escalera de incendios, a través del apartamento de Fay. La llamé para tener noticias tuyas y me dijo que estaba inquieta. Dijo que te comportabas… de un modo extraño… que hacías mucho ruido. Decidí que era el momento de hacerte una visita. He puesto un poco de orden. He creído que no te importaría.

—Sí, me importa… mucho. No quiero que venga nadie a lamentarse por mí.

Se dirigió al espejo para arreglarse el pelo.

—No he venido para lamentarme por ti, sino para lamentarme por mí.

—¿Qué quiere decir con esto?

—No quiero decir nada —dijo, encogiéndose de hombros—. Sólo es… como un poema. Quería verte.

—¿No tiene bastante con el zoo?

—Oh, ya basta, Charlie. No la emprendas conmigo. He esperado demasiado a que vinieras a mí. Así que he decidido venir yo a ti.

—¿Por qué?

—Porque aún queda tiempo. Y quiero pasarlo contigo.

—¿Eso es una canción?

—Charlie, no te burles de mí.

—No me burlo, pero no puedo pagarme el lujo de compartir mi tiempo con nadie… apenas me queda el suficiente para mí solo.

—No puedo creer que quieras estar completamente solo.

—Sí.

—Pasamos un corto tiempo juntos antes de perder el contacto. Teníamos cosas que decirnos, que hacer juntos. No duró mucho, pero sirvió de algo. Escucha, sabíamos lo que podía ocurrir. No era ningún secreto. No me fui, Charlie, simplemente me quedé esperando. Ahora has vuelto más o menos a mi nivel, ¿no?

Empecé a medir el apartamento con mis pasos.

—Pero eso es una locura. Ya no hay nada que esperar. No me atrevo a pensar en el futuro… sólo en el pasado. Dentro de pocos meses, pocas semanas, pocos días —¿quién diablos lo sabe?— volveré a Warren. No podrá seguirme allí.

—No —admitió—, y sin duda ni siquiera iré a verte. Una vez estés en Warren haré todo lo posible por olvidarte. No pretendo lo contrario. Pero hasta que vayas allí, no hay ninguna razón para que tanto tú como yo estemos solos.

Antes de que pudiera decir nada, me besó. Esperé, sentado junto a ella en el sofá, con su cabeza reclinada contra mi pecho, pero el pánico no acudió. Alice era una mujer, pero quizá Charlie comprendiera ahora que no era ni mi madre ni mi hermana.

Con el alivio de saber que había superado un punto crítico, suspiré, porque ahora ya no había nada que me retuviera. No era tiempo de temer o fingir, ya que no podría ser jamás así con nadie más. Todas las barreras habían caído. Había seguido el hilo que me había dejado y encontrado el camino que conducía fuera del laberinto, allá donde ella me estaba esperando. Y la amé mucho más que sólo con mi cuerpo.

No pretendo comprender el misterio del amor, pero esta vez era mucho más que sexo, que el placer que puede proporcionar el cuerpo de una mujer. Era ser elevado de la tierra, más allá del miedo y la tortura, formar parte de una entidad más grande que uno mismo. Había sido arrancado de la oscura caverna de mi mente, para formar parte de algo más… exactamente la misma sensación que tuve el otro día en el diván de psicoterapia. Era el primer paso hacia el universo… más allá del universo… en el cual y con el cual nos habíamos unido para recrear y perpetuar el espíritu humano. Expandiéndonos y estallando, retrayéndonos y volviendo a comenzar, era el ritmo de la vida —de la respiración, de los latidos del corazón, del día y de la noche— y el ritmo de nuestros cuerpos unidos despertaba un eco en mi mente. Así había ocurrido en aquella extraña visión. La densa niebla gris se disipaba en mi mente y la luz penetraba en mi cerebro (¡qué extraño resulta el que la luz pueda cegar!) y mi cuerpo era reabsorbido en un inmenso océano de espacio, purificado por un extraño bautismo. Mi cuerpo vibraba con la felicidad de dar y el suyo con la felicidad de aceptar.

Nos amamos así hasta que la noche dio paso a un día silencioso. Y tendido allá junto a ella veía ahora lo importante que era el amor físico, cuán necesario nos era estar uno en brazos del otro, dar y recibir. El universo estallaba, cada una de sus partículas se apartaba de las demás, lanzándonos a un espacio oscuro y desierto, arrancándonos eternamente el uno del otro… el niño de la matriz, el amante de su amante, el amigo del amigo, alejándolos mutuamente, siguiendo cada uno su camino hacia la última jaula de la muerte solitaria.

Pero el acto del amor era la compensación, lo que ataba y retenía. Del mismo modo que los marinos, para no ser arrojados por la borda en la tormenta, se atan entre sí las manos a fin de no ser arrancados los unos de los otros, igual nuestros cuerpos unidos formaban un anillo en la cadena humana que nos preservaba de ser engullidos por la nada.

En el momento de sumergirnos en el sueño recordé cómo había sido entre Fay y yo, y sonreí. No era extraño que hubiera sido fácil. Con ella no había sido más que algo físico. Con Alice, era el misterio.

Me incliné sobre ella y besé sus ojos.

Alice lo sabe ahora todo sobre mí, y acepta el hecho de que no podamos estar juntos más que muy poco tiempo. Ha aceptado irse cuando yo le diga que se vaya. Me duele pensar en esto, pero creo que lo que poseemos es mucho más de lo que la mayor parte de la gente encuentra en toda su vida.

14 de octubre. Me despierto por la mañana y no sé ni dónde estoy ni lo que hago aquí, luego la veo junto a mí y lo recuerdo todo. Ella se da cuenta cuando se producen cambios en mí, y se mueve silenciosamente en el apartamento, preparando el desayuno, arreglando las cosas, o bien sale y me deja solo sin hacer preguntas.

Esta noche hemos ido a un concierto, pero me he aburrido en seguida y nos hemos ido a la mitad. Parece que no puedo estar mucho tiempo atento a algo. Había ido porque sé que me gustaba Stravinsky, pero ya no tengo paciencia para escucharlo.

Sólo hay una cosa mala en la presencia de Alice aquí, y es que ahora siento que debería luchar contra esto. Querría detener el tiempo, inmovilizarme para siempre en este nivel y no separarme nunca de ella.

17 de octubre. ¿Por qué ya no puedo recordar? Debo resistir a esa laxitud. Alice me dice que me quedo en la cama durante días enteros y que parece como si no recordara quién soy ni dónde estoy. Después de todo vuelve, la reconozco y recuerdo lo que está pasando. Crisis de amnesia. Síntomas de un retorno a la infancia… ¿cómo lo llaman?… ¿senilidad? Lo estoy viendo venir.

Todo es tan cruelmente lógico en este resultado de la aceleración de los procesos mentales. He aprendido tantas cosas, tan aprisa, y ahora mi mente se deteriora al mismo ritmo. ¿Y si no quiero que ocurra así? ¿Y si lucho? Pienso en la gente de Warren, con su sonrisa fija, su expresión vacua, con todo el mundo riéndose de ellos.

El pequeño Charlie Gordon me mira desde la ventana… está esperando. No, por favor, que no venga de nuevo.

18 de octubre. Olvido cosas que he aprendido recientemente. Parece que todo siga la evolución clásica, las últimas cosas aprendidas son las primeras que se olvidan. ¿Es realmente así como ocurre todo? Será mejor que lo verifique de nuevo.

He leído de nuevo mi informe sobre El efecto Algernon-Gordon y, aunque sé que lo he escrito yo, tengo la sensación de que lo ha escrito alguna otra persona. Ni siquiera comprendo la mayor parte de lo que dice.

¿Pero por qué soy tan irritable? ¿Especialmente con Alice, que es tan buena conmigo? Mantiene el apartamento limpio y en orden, siempre recogiendo mis cosas, lavando la vajilla y sacándole brillo al suelo. No tenía que haberle gritado así esta mañana, la hice llorar y yo no quería. Pero no tenía que haber recogido los discos rotos y los libros destrozados y colocarlos cuidadosamente en una caja. Esto me encolerizó. No quiero que toquen eso. Quiero verlos amontonarse. Quiero que me recuerden lo que dejo tras de mí. Le di una patada a la caja y lo esparcí todo por el suelo, y le dije que lo dejara todo tal cual estaba.

Loco. No hay ninguna razón para ello. Supongo que me irrité porque sabía que ella pensaba que era estúpido guardar todo esto y no me lo decía. Hacía ver que lo encontraba normal. Quiere complacerme. Y cuando vi esa caja recordé al chico aquel de Warren con la horrible lámpara que había hecho y el modo en que todos quisimos complacerle, fingiendo que había hecho una maravilla cuando no era verdad.

Así es como se comporta ella conmigo, y no puedo tolerarlo.

Cuando se metió en la habitación y se echó a llorar, sentí remordimientos y le dije que todo era culpa mía. No merezco a nadie tan bueno como ella. ¿Por qué no puedo controlarme, aunque sólo sea para continuar amándola? Sólo para esto.

19 de octubre. Actividad motriz deteriorada. No hago más que tropezar y dejar caer las cosas. Primero pensé que no era culpa mía. Creí que ella movía los muebles y las cosas. La papelera se encontraba siempre en mi camino, las sillas también, y pensé que era cosa suya.

Ahora me doy cuenta de que mi coordinación es mala. Debo moverme despacio para que las cosas me salgan bien. Cada vez me resulta más difícil escribir a máquina. ¿Por qué siempre le hago reproches a Alice? ¿Por qué ella no discute nunca? Esto me irrita cada vez más, porque leo la piedad en su rostro.

Mi única diversión ahora es el aparato de televisión. Paso la mayor parte del día viendo los concursos, las películas antiguas, las novelas por episodios e incluso las emisiones infantiles y los dibujos animados. Y no puedo decidirme a apagarlo. A última hora hay películas de horror, documentales, el último programa y el último-último programa, e incluso el sermón final antes del cierre de la emisión, con «La bandera estrellada» y el estandarte flotando al fondo, y finalmente la carta de ajuste que me mira con su inmóvil ojo a través de la ventanita cuadrada…

¿Por qué siempre estoy mirando la vida a través de una ventana?

Y cuando todo termina, me siento asqueado de mí mismo, ya que me queda tan poco tiempo para leer, escribir y reflexionar, y no tendría que intoxicarme el cerebro con esas malsanas estupideces dirigidas al niño que hay en mí. Sobre todo cuando el niño que hay en mí está reclamando mi cerebro.

Sé todo esto, pero cuando Alice me dice que no debería perder mi tiempo me enfado y le digo que me deje tranquilo.

Hay una sensación que debo vigilar ya que es importante para mí no pensar, no recordar la panadería, y mi madre y mi padre, y Norma. No quiero recordar más el pasado.

Hoy he sufrido un shock terrible. He tomado un artículo que utilicé en mis investigaciones, Uber Psychische Ganzheit, de Krueger, para ver si podía ayudarme a comprender el informe que he escrito y lo que he hecho. Al principio he creído que me ocurría algo en la vista. Después me he dado cuenta de que ya no podía leer el alemán. He intentado lo mismo con otras lenguas. Las he olvidado todas.

21 de octubre. Alice se ha ido. Veamos si puedo recordarlo. Comenzó cuando ella dijo que no podíamos vivir así con los libros destrozados y los discos rotos esparcidos por el suelo y el apartamento en un desorden tan absoluto.

—Déjalo todo tal como está —le dije.

—¿Por qué quieres vivir así?

—Quiero que todo se quede donde lo he dejado. Quiero verlo ahí. Tú no sabes lo que es sentir algo que está pasando en ti, que no puedes ver ni controlar, y darte cuenta de que todo se te escapa de entre los dedos.

—Tienes razón. Nunca he dicho que pudiera comprender lo que estaba pasando en ti. Ni cuando te volviste demasiado inteligente para mí, ni ahora. Pero voy a decirte algo. Antes de que te operaran, tú no eras así. No te complacías en tu suciedad ni te lamentabas por ti mismo, no te embrutecías la mente sentado día y noche ante el aparato de televisión, no le gruñías ni le gritabas a todo el mundo. Había algo en ti que hacía que se te respetara… sí, siendo lo que eras. Una cualidad que yo nunca había encontrado antes en una persona retrasada.

—No lamento el experimento.

—Yo tampoco, pero has perdido esa cualidad. Tenías una sonrisa…

—Una sonrisa vacía, estúpida.

—No, una verdadera sonrisa, una sonrisa cálida, porque querías que la gente te quisiera.

—Y me gastaban bromas, y se reían de mi.

—Sí, pero incluso aunque no comprendieras el por qué reían, sentías que, mientras pudieran reírse de ti, te querrían. Y tu querías que te quisieran. Te comportabas como un niño e incluso te unías a ellos para reírte de ti mismo.

—No siento el menor deseo de reírme de mí mismo en este momento, si no te importa.

Se estaba esforzando por no llorar. Creo que yo quería provocar su llanto.

—Quizá esto ocurría porque era tan importante para mí el aprender. Pensaba que, así, la gente me querría. Esperaba que tendría amigos. Es para reírse, ¿no?

—Para esto no basta tener simplemente un C. I. por encima de la media.

Esto me encolerizó. Probablemente porque no acababa de comprender adónde quería ir a parar ella. En estos últimos tiempos, y cada vez más, no decía todo lo que pensaba o todo lo que quería decir. Procedía por alusiones. Evitaba hablar directamente, y esperaba que yo comprendiera lo que ella pensaba. Y yo escuchaba, haciendo como que comprendía, pero en lo más profundo de mi interior tenía miedo de que ella viera que no había captado en absoluto sus intenciones.

—Creo que es el momento de que te vayas.

Su rostro se encendió.

—Aún no, Charlie. Aún no ha llegado el momento. No me eches todavía.

—Me lo haces todo más difícil. Finges continuamente creer que puedo hacer y comprender cosas que ahora están muy por encima de mi alcance. Me empujas. Exactamente igual que mi madre…

—¡Eso no es verdad!

—Todo lo que haces lo demuestra. El modo como lo arreglas y lo limpias todo tras de mí, la manera en que dejas bien visibles los libros que, crees, me animarán a leer de nuevo, el modo en que me hablas de las noticias para hacerme reflexionar. Dices que no tiene importancia pero todo lo que haces demuestra lo contrario. Sigues siendo la maestra de escuela. No quiero ir a escuchar más conciertos, a visitar más museos, a ver más películas extranjeras ni hacer cualquier cosa que pueda empujarme a pensar en la vida o en mí mismo.

—Charlie…

—Simplemente déjame solo. Ya no soy yo mismo. Me desmorono en pedazos, y no quiero que tu estés aquí.

Esto la hizo llorar. Esta tarde hizo sus maletas y se fue. El apartamento parece muy silencioso y vacío ahora.

25 de octubre. El deterioro progresa. He renunciado a la máquina de escribir. Mi coordinación es demasiado mala. A partir de ahora tendré que escribir mis Informes a mano.

He pensado mucho en todo lo que Alice me dijo, y se me ha ocurrido bruscamente que, si continuaba leyendo y aprendiendo nuevas cosas, aunque mientras tanto vaya olvidando las antiguas, tal vez podría conservar un poco de mi inteligencia. Estoy en una escalera mecánica que desciende. Si no me muevo iré hasta abajo, pero si empiezo a subirla corriendo, quizá al menos podré quedarme en el mismo lugar. Lo importante es continuar subiéndola, pase lo que pase.

Así que he ido a la biblioteca y me he traído un montón de libros. He leído mucho. La mayor parte de los libros son demasiado difíciles para mí, pero no me importa. Mientras lea, aprenderé nuevas cosas y continuaré sabiendo leer. Esto es lo más importante. Si no dejo de leer, quizá pueda mantenerme en el punto donde estoy ahora.

El doctor Strauss vino al día siguiente de la marcha de Alice, así que supongo que ella le habló de mí. Pretendió que todo lo que quería eran mis Informes de Progresos pero le dije que se los enviaría. No quiero que venga aquí. Le dije que no se preocupara, que cuando viera que ya no era capaz de ocuparme de mí mismo cogería el tren y me iría a Warren.

Le dije que cuando llegara el momento prefería ir solo.

He intentado hablar con Fay, pero he visto que tiene miedo de mí. Supongo que piensa que he perdido la cabeza. La otra noche volvió a su casa con alguien… se le veía muy joven.

Esta mañana la propietaria, la señora Mooney, ha subido con un tazón de caldo caliente y un poco de pollo. Ha dicho que había subido sólo para ver si me encontraba bien. Le he respondido que tenía montañas de provisiones pero pese a todo ella ha dejado lo que había traído, y estaba bueno. Pretende que hace esto por su propia cuenta, pero aún no soy tan estúpido como para creerlo. Alice o Strauss le deben haber dicho que me eche una ojeada y haga lo que pueda por ayudarme. Bueno, de acuerdo. Es una viejecita encantadora con acento irlandés y le gusta contarlo todo acerca de la gente del edificio. Cuando ha visto el desorden en el suelo de mi apartamento no ha dicho nada. Pienso que esto está bien.

1 de noviembre. Ha pasado una semana desde la última vez en que me atreví a escribir. No sé dónde paso el tiempo. Hoy es domingo, lo sé porque veo por la ventana a la gente que va a la iglesia del otro lado de la calle. Creo que me he quedado en la cama toda la semana, pero recuerdo a la señora Mooney trayéndome de tanto en tanto comida y preguntándome si estaba enfermo.

¿Qué voy a hacer de mí mismo? No puedo seguir solo aquí, dando vueltas a lo mismo y mirando por la ventana. Debo hacer algo. Me digo y vuelvo a decirme sin cesar que he de hacer algo, pero lo olvido, o tal vez sea que resulta más fácil no hacer lo que me digo que tengo que hacer.

Tengo todavía algunos libros de la biblioteca pero muchos son demasiado difíciles para mí, ahora leo sobre todo novelas policíacas y libros sobre reyes y reinas del pasado. He leído un libro sobre un hombre que se creía caballero y que partió a lomos de un viejo caballo con su amigo. Pero, hiciera lo que hiciese, siempre terminaba vencido y apaleado. Como cuando creyó que los molinos de viento eran gigantes. Al principio pensé que era un libro estúpido, ya que si no estaba loco tenía que darse cuenta de que los molinos de viento no eran gigantes y que los magos y los castillos encantados no existen, pero luego recordé que, tras todo esto, se suponía que el libro tenía otro significado… algo que no decía la historia aunque lo sugiriera. Como si pudiera entenderse de varias maneras. Pero no veía cuáles. Esto me encolerizó porque creo que antes lo sabía. Pero continúo leyendo y aprendiendo cosas nuevas todos los días y siento que esto va a ayudarme.

Sé que tendría que haber escrito algunos Informes de Progresos antes de éste de modo que se supiera lo que pasa en mi interior. Pero cada vez me cuesta más escribir. Debo incluso buscar en el diccionario algunas palabras sencillas y esto me irrita contra mí mismo.

2 de noviembre. Olvidé hablar en el informe de ayer de la mujer en el edificio del otro lado del callejón, un piso más abajo del mío. La vi la otra semana por la ventana de mi cocina. No sé su nombre ni a quién se parece, pero todas las noches a las once se mete en su cuarto de baño para tomar un baño. Nunca cierra la persiana y desde mi ventana, apagando la luz, puedo verla desde los hombros hasta abajo cuando sale de la bañera para secarse.

Esto me excita, pero cuando apaga la luz y se va me siento frustrado y solo. Querría ver algún día su rostro, descubrir si es bonita o no. Sé que no está bien espiar a una mujer cuando está desnuda pero no puedo impedirlo. Y además ¿qué importancia tiene para ella si no sabe que la estoy mirando?

Ahora son casi las once. La hora de su baño. Debo ir a ver…

5 de noviembre. La señora Mooney se inquieta mucho por mí. Dice que la forma en que me paso todo el día en la cama, sin hacer nada, le recuerda a su hijo antes de que lo echara de casa. Dice que no le gustan los haraganes. Si estoy enfermo es una cosa, pero si soy un vago es otra, y no quiere verme más. Le he dicho que creía que estaba enfermo.

Intento leer un poco cada día, principalmente historias, pero a menudo tengo que leer varias veces la misma historia porque no comprendo lo que relata. Y me es difícil escribir. Sé que debería buscar todas las palabras en el diccionario pero estoy tan cansado todo el tiempo.

Así que he pensado usar solo palabras fáciles en vez de las largas y difíciles. Así ahorro tiempo. Empieza a hacer frío afuera pero continúo poniendo flores en la pequeña tumba de Algernon. La señora Mooney piensa que soy tonto poniendo flores en la tumba de un ratón pero le he dicho que Algernon era un ratón especial.

Fui a hacer una visita a Fay. Pero me dijo que me fuera y no volviera más. Ha puesto una nueva cerradura a su puerta.

9 de noviembre. Domingo de nuebo. No tengo nada que hacer pues la televisión está estropeada y siempre olvido hacerla arreglar. Creo que e perdido el cheque del colegio de este mes. No me acuerdo.

Tengo terribles dolores de cabeza y la aspirina no me ayuda mucho. La señora Mooney cree ahora que si estoy enfermo y se preocupa por mi. Es una mujer marabillosa cuando uno esta enfermo. Ahora hace tanto frio fuera que tengo que ponerme dos sueters.

La mujer del otro lado baja ahora su persiana, asi que no puedo berla cuando esta desnuda. Siempre mi mala suerte.

10 de noviembre. La señora Mooney a hecho venir un estraño doctor a verme. Tiene miedo que me muera. Le e dicho al doctor que no estaba enfermo y que solo a veces no recuerdo. Me a preguntado si tenía amigos o parientes y le e dicho no no tengo. Le e dicho que tenía un amigo que se llamaba Algernon pero que era un raton y que haciamos carreras. Me a mirado como si pensara que yo estaba loco.

A sonreido cuando le e dicho que yo habia sido un genio. Me hablaba como a un bebe y le giñaba el ojo a la señora Mooney. Me enfade porque se burlaba de mi y lo eche fuera y cerre la puerta con llave.

Creo que se porque no tengo suerte. E perdido mi pata de conego y mi herradura. Tengo que encontrar otra pata de conego pronto.

11 de noviembre. El doctor Strauss a venido asta mi puerta hoy y tambien Alice pero no los he dejado entrar. Les e dicho que no quería que me viera nadie. Quiero que me dejen tranquilo. Mas tarde subio la señora Mooney a traerme la comida y me dijo que habian pagado el alquiler y dejado dinero para que me comprara comida y todo lo que necesite. Le e dicho que no quiero dinero. Me dijo el dinero es el dinero y alguien tiene que pagar o tendre que echarlo a la calle. Me dijo porque no busco trabajo en lugar de quedarme asi.

No conozco ninguno oficio solo el trabajo que hacia en la panaderia. No quiero bolver porque todos me conocieron cuando era listo y aora se reirian de mi. Pero no se acer nada mas para tener dinero. Y quiero pagar yo mismo mis cosas. Estoy fuerte y puedo trabajar. Si no puedo ganar para vivir ire a Warren. No qiero recibir caridad de nadie.

15 de noviembre. E mirado algunos de mis viejos Informes de Pogresos pero es raro no puedo leer lo que e escrito. Llego a leer algunas palabras pero no quieren decir nada. Creo que las e escrito pero no lo recuerdo bien. Me canso mui aprisa cuando intento leer los libros que he comprado en el drugstore. Menos aquellos con fotos de guapas chicas desnudas. Me gusta mirarlas pero luego tengo sueños raros. No es bueno. No comprare mas. E visto en una de estas rebistas que tienen un polvo magico que puede bolber a uno listo y acer muchas cosas. Pienso que boi a escribirles y a comprar un poco para mi.

16 de noviembre. Alice a benido de nuevo a la puerta pero le e dicho bete no quiero berte. A llorado y yo tambien e llorado pero no la e querido dejar entrar porqe no quiero que se ria de mi. Le e dicho que ya no la queria y que tampoco queria ser ya listo. No es berdad. Todavia la quiero y quiero ser listo pero tenía que decirle esto para que se fuera. La señora Mooney me a dicho que Alice abia traido mas dinero para mi y para el alqiler. No lo quiero. Buscare trabajo.

Por fabor… por fabor… que no olbide como se lee y se escribe…

18 de noviembre. El señor Donner a sido muy amable cuando e buelto y le e pedido bolber a tabajar en la panaderia. Primero desconfiaba pero le e contado todo lo que me a pasado y se a puesto mui triste y a puesto una mano en mi onbro y a dicho Charlie eres un chico valiente.

Todos me an mirado cuando e bajado abajo y me e puesto a linpiar los lababos como acia antes. Me decia Charlie si se rien de ti te enfadaras porque recuerdas que no son tan listos como tu pensabas antes que eran. Y ademas an sido tus amigos y si se reian de ti no qiere decir nada porque tanbien te querian.

Uno de los nuebos que tabajan despues que yo me fuera se yama Meyer Klaus y me a echo una cosa fea. A venido a mi lado mientras yo cargaba sacos de arina y me a dicho ey Charlie dicen que eres un tipo mui listo… un sabe lo todo. Dime algo inteligente. Yo me sentía mal porque veia del modo que lo decia que se burlaba de mi. Y e continuado mi tabajo. Pero entonces se a cercado y me a cogido el brazo mui fuerte y me a gritado cuando te ablo chico es megor que me escuches o te boy a romper una pata. Me torcia tanto el brazo que me acia daño y e tenido miedo que me lo rompa como decia. Y el reia y me torcía el brazo y yo no sabía que acer. Tenía tanto miedo que e creido que iba a yorar despues e tenido unas ganas terribles de ir al lababo. Tenía retortigones en el vientre como si fuera a estallar si no iba en seguida… porque no podia contenerme.

Le e dicho por fabor dejeme e de ir al lababo pero el continuaba riendose de mi y ya no sabía que acer. Me e puesto a llorar. Dejeme. Dejeme. Y me e ensuciado. En mi pantalon y olia mal y yo lloraba. El me a dejado entonces y a puesto cara rara como si aora tubiera miedo: Y a dicho Dios mio Charlie no queria acerte daño.

Pero entonces a entrado Joe Carp y a cogido a Klaus por la camisa y le a dicho dejalo tranquilo especie de bastardo o te parto la cara. Charlie es un buen chico y nadie lo tocara sin berselas conmigo. Yo estaba abergonzado y e corrido a los lababos para impiarme y canbiarme de ropa.

Cuando e buelto Frank tanbien estaba alla y Joe se lo contaba y despues a benido Gimpy y se lo an contado y el a dicho que ya estaban artos de Klaus. Le pedirian al señor Donner que echara a Klaus. Yo les e dicho que no creia que tubiera que echarlo y que tenga que buscar otro trabajo porque tiene una muger y un niño. Y ademas me abia pedido perdon por lo que abia echo. Y me recordaba de lo triste que estaba yo cuando me echaron de la panaderia y tube que irme. E dicho ay que darle otra oportunidad a Klaus porque aora ya no me ara nada.

Mas tarde Gimpy a benido cojeando con su pie malo y a dicho Charlie si algien te molesta o qiere dejarte en ridiculo llamame o a Joe o a Frank y nos encargaremos de el. Qeremos que recuerdes que aqi tienes amigos y no lo olbides. Yo e dicho gracias Gimpy. Esto me a puesto contento.

Es bueno tener amigos…

21 de noviembre. Oy e echo una tontería e olbidado que ya no boi a la clase de adultos de miss Kinnian como acia antes. E entrado y me e sentado en mi antiguo puesto al fondo de la sala y ella me a mirado raro y a dicho Charlie de donde bienes. Yo e dicho ola miss Kinnian e benido por mi lecion de oy pero e perdido el libro.

Ella se a puesto a llorar y a salido corriendo de la clase. Todo el mundo me a mirado y e bisto que muchos ya no eran los mismos de cuando estaba yo.

Despues de golpe me e recordado de algo de la operasion y de aberme buelto listo y e dicho esta bez si as echo el Charlie Gordon. Me e ido antes de que ella buelba a la clase.

Es por eso por lo que me boy de aqui a la escuela asilo Warren. No qiero que buelba a pasar algo asi. No qiero que miss Kinnian sufra por mi. Se que todo el mundo sufre por mi en la panaderia y no lo qiero tampoco. Asi que me boy a un sitio donde ay montones de gente como yo y donde nadie se peocupara de que Charlie Gordon haya sido un genio y aora no pueda ni leer ni escrebir bien.

Me llebo uno o dos libros conmigo y aunque no pueda leer lo intentare mucho y quisas pueda hazerme un poco mas listo de lo que era antes de la operasion sin la operasion. Tengo una nueba pata de conego y una moneda de la suerte. Tanbien me queda un poco de ese polbo magico. Quisas todo esto me aiudara.

Si alguna bez lee esto miss Kinnian no sufra por mi. Estoi contento de aber tenido una segunda oportunidad en la bida como dezia usted de aber sido listo porque e aprendido un monton de cosas que no sabía estubieran en el mundo y estoi contento de aberlas visto un poco. Y estoi contento de aberlo sabido todo de mi familia y yo. Era como si nunca ubiera tenido familia antes que me acordara de ellos y los biera y aora se que tenía una familia y que era una persona como los demas.

No se porque soi tonto de nuebo y que abre echo de malo. Quisas no e echo todo lo que tenía que azer o sinplemente algien me a echado un mal de ojo. Pero si pratico duro quisas llegue a ser un poco mas listo y sabre lo que qieren decir todas las palabras. Me acuerdo un poco del placer que e tenido de leer el libro azul con las tapas rotas. Y cuando sierro los ojos pienso en el ombre que rompio el libro y creo que lo conosco pero se be diferente y abla de otra manera. Pienso que no soi yo porque parece que lo beo por la bentana.

De todos modos es por eso que me boi para intentar bolberme listo y sentir otra bez este placer. Es bueno saber cosas y ser listo y querria conocer todo lo que existe en el mundo. Qisiera ser de nuebo listo aora. Si pudiera me sentaria y leeria todo el rato.

De todos modos creo que soi la primera persona tonta en el mundo que a encontrado algo inportante para la siencia. E echo algo pero no recuerdo que. Supongo que es como si lo ubiera echo para todas las gentes tontas como yo que estan en Warren y en todas partes por la Tierra.

Adios miss Kinnian y doctor Strauss y todo el mundo…

P. S. por fabor diganle al profesor Nemur que no sea tan gruñon cuando la gente se ria de el y asi tendra mas amigos. Es fasil tener amigos si dejas a la gente reirse de ti. Boy a tener muchos amigos alli donde boy.

P. S. por fabor si pueden pongan algunas flores en la tunba de Algernon en el patio trasero.