LUZ DE KLIEG

5 de Julio.

22:19 h.

Hemos estado muy atareados en el Hotel 23. Un día después de que los marines se marcharan, empezamos a captar retransmisiones en UHF. Luego, a la mañana del día siguiente, avistamos un convoy de LAV y Humvee que se alejaban en la misma dirección que había seguido pocos días antes el vehículo de Ramírez, antes de que tuviéramos que rescatarlos.

No sé cómo tengo que interpretarlo. Tal vez trataran de recuperar el vehículo averiado, porque es muy valioso y, en la situación actual, prácticamente irreemplazable. Más de una vez se me había ocurrido que podríamos ir a buscarlo. Había abandonado la idea porque ese vehículo debe de pesar, literalmente, varias toneladas, y habría sido imposible ir hasta allí con el Land Rover, sujetarlo con la cadena y arrastrarlo en primera hasta el complejo. Los marines sí podrían hacerlo. A la vista del convoy militar, estaba claro que disponían de un buen número de vehículos de gran potencia que se encargarían de ello.

Las radios todavía captan retransmisiones, pero no son de voz. Suenan igual que un viejo módem analógico tratando de conectarse. Estoy casi convencido de que envían mensajes encriptados. Yo también lo haría, si pudiera.

6 de Julio.

10:11 h.

Vemos pasar una y otra vez al convoy de antes frente al complejo, como si inspeccionara esta zona. Espero que los marines lograran llegar a su base. Esto que vemos nos permite llegar a dos conclusiones. O buscan a sus marines, o nos buscan a nosotros.

7 de Julio.

20:38 h.

Acabo de recibir un mensaje radiado del ejército. Tratan de ponerse en contacto con los civiles del complejo subterráneo que rescataron a los marines. Ahora, por lo menos, estamos seguros de que lograron regresar. Dicen que su oficial al mando solicita una entrevista con el hombre vestido con el mono de trabajo verde. No les hemos contestado, y apuesto a que deben de retransmitir cada pocos kilómetros para ver si captamos su señal. Desconfío de las intenciones de los marines, a causa de las evasivas (por otra parte, comprensibles) con las que me respondieron cuando traté de sonsacarles información. En realidad, no sé con qué podemos encontrarnos, pero estoy seguro de que, tarde o temprano, se les ocurrirá echar un vistazo en el área cercada por la valla metálica ante la cual han pasado tantas veces… el Hotel 23.

11 de Julio.

21:21 h.

El ejército aún se encuentra por esta zona. A juzgar por la información que hemos entresacado de las conversaciones por radio que mantienen en líneas no encriptadas, parece que han montado un campamento cerca de aquí que les servirá como base para buscarnos. Han grabado un mensaje y lo retransmiten en la mayoría de frecuencias, incluida la de petición de auxilio. Hace un par de días nos reunimos todos y llegamos a la conclusión de que lo mejor será hacer un esfuerzo para impedir que los militares nos encuentren. No lo tendrían muy difícil para descubrir nuestro paradero, y estoy seguro de que entonces acabarían por entrar en el complejo con tácticas análogas a las que emplearon los forajidos civiles. Simplemente, abrirían una entrada con explosivos de elevada potencia (en vez de instrumentos de corte).

Los muertos vivientes se están reuniendo una vez más frente a la puerta de entrada, en un número creciente. Hace una semana tan sólo debían de ser diez o quince. Ahora los hay a docenas en torno a las pesadas puertas de acero por las que se accede al complejo. Hace ya unos días que, al llegar la noche, apagamos la visión nocturna por infrarrojos para reducir las probabilidades de que los marines detecten los rayos con sus propios dispositivos. Eso nos ha obligado a tener controlada la actividad de cualquier ser vivo con los sensores termales. Así fue como detectamos al pequeño grupo de marines que anoche pasó a 350 metros del complejo. Se acercan cada vez más, pero, por el motivo que sea, aún no se han fijado en la cerca metálica, ni en el silo abierto que revela la presencia del Hotel 23. Algo me dice que podrían estar al corriente de lo que hay aquí, y que quizá hayan venido a explorar la zona en busca de puntos débiles.

Durante la noche, John suele estar atento tan sólo a unos pocos canales de alta frecuencia. Va cambiando de uno a otro aleatoriamente, por si de esta manera logra captar una retransmisión que en circunstancias normales le pasaría inadvertida. Anoche descubrió una. Había muchas interferencias, pero John jura que oyó decir: «Base de la Fuerza Aérea Andrews». Andrews se encuentra muy cerca del Distrito de Columbia. Yo creía que el Distrito de Columbia había desaparecido bajo las bombas atómicas, igual que Nueva York.

No sé cuánto tiempo aguantaremos hasta que el ejército nos descubra. Me imagino que podría llegar un momento en el que se rindieran, pero me parece improbable. Otra cuestión que me preocupa es que sus mensajes no mencionan en ningún momento el nombre y el rango de su oficial al mando. Quizá prefiera conservar el anonimato, igual que yo.