23 de Noviembre.
8:00 h. Portaviones George Washington.
El portaaviones no se halla en buen estado. Se aprecia por todas partes el color rojo de la herrumbre, mucho más que el gris oscuro de una nave de guerra bien conservada. No es posible llevar a cabo las tareas de mantenimiento sin riesgos, porque todos los puertos deben de estar invadidos por las criaturas. El desplazamiento en convoy hasta el portaaviones se ha cobrado su precio. Hemos perdido a docenas de hombres buenos. Nos han atacado por todas partes mientras despejábamos los inacabables bloqueos en las carreteras que se erigieron hace tiempo y los montones de chatarra. La mayoría de las bajas tuvieron lugar mientras esperábamos a la embarcación ligera que había de llevarnos hasta el portaaviones. El George Washington es muy grande y no podía acercarse demasiado a la orilla. Tuvo que echar el ancla a cierta distancia y mandar embarcaciones ligeras a recogernos, a razón de dos embarcaciones por viaje.
La operación se demoró una hora por culpa de la mar agitada. Tuvimos que defendernos de centenares de muertos vivientes de espaldas al Golfo. Fueron muchos los supervivientes que se arrojaron al agua, porque prefirieron el agua helada antes que morir devorados. Formamos islas de LAV unidos por cadenas dentro del agua. Desde la seguridad de su posición, ayudaban con las ametralladoras. Hicimos cuanto pudimos hasta que llegaron las embarcaciones. Lo más probable es que los muertos con los que luchamos fueran una avanzadilla del Enjambre T-5.1. La información que previamente nos transmitió Remoto Seis hace pensar que han etiquetado de acuerdo con algún método a los enjambres que rondan por Estados Unidos, y parece que quieran darles nombre y seguirlos desde una cierta distancia. Los Hawg se turnaron en sus salidas para, en la medida de lo posible, frenar el avance de la horda, por el procedimiento de matar a un 0,001 por ciento de ellos en cada ataque. Tal vez nos salvaran la vida, porque nos dieron esos preciosos segundos extra que necesitábamos para subir a las embarcaciones. Los pilotos informaron de que la columna de muertos vivientes se alarga kilómetros y kilómetros.
Luchamos incesantemente, hasta agotar la munición tanto de las armas pequeñas como de las ametralladoras. Oímos el potente sonido de los motores diésel de las embarcaciones en el mismo momento en que los muertos vivientes sobrepasaban la barrera invisible que habíamos puesto a unos treinta y cinco metros de distancia (en cuanto la traspasaban, los matábamos). En el mismo momento en que ellos estaban a punto de invadir nuestra posición e iban a chocar con nuestra primera línea de defensa, llegaron los pequeños navíos. Embarcamos al instante. Algunos, mientras los abordaban, tuvieron que pelear cuerpo a cuerpo con los muertos vivientes, con bayonetas y armas de fuego descargadas. Le arrojé mi cuchillo Randall a uno de los marines justo a tiempo para que lo desenvainara y decapitase brutalmente a dos criaturas desnudas y casi esqueléticas que trataban de arrancarle las carnes. Me gritó las gracias de todo corazón, se limpió el cuchillo con los pantalones y me lo devolvió al tiempo que embarcaba.
Navegamos a salvo hasta el portaaviones. Tan sólo nos deteníamos brevemente cada pocos cientos de metros para sacar del agua a hombres que aún estaban vivos, pero en estado de shock. Algunos se habían transformado ya, y trataban de capturar a nuestro personal de rescate, mientras éste intentaba salvar a los que aún podía.
El mismo día en el que llegamos, un equipo médico en el que se mezclaban cirujanos militares y médicos voluntarios de AmeriCorps nos examinó de inmediato. Aunque no fuesen militares, estaban muy contentos de encontrarse allí, y no en tierra firme. Mientras nos remendaban, nos dijeron que en algunas zonas del continente la esperanza de vida venía a ser, como mucho, de una hora. Otro marinero del portaaviones me dijo que, de vez en cuando, tenían que efectuar peligrosas incursiones a cientos de kilómetros en el interior, hasta lugares como los arsenales de Redstone y Pine Bluff, para proveerse de municiones y piezas de repuesto de las que no podían prescindir.
A Tara y a mí nos pusieron en un mismo camarote en el nivel 03. Estuve más que contento de verla y me enteré de que había llegado al portaaviones sin problemas. Me dio los números de camarote, así como de cubierta y cuaderna de todos los antiguos huéspedes del Hotel 23, y me hice el propósito de visitar a todo el mundo en cuanto tuviese tiempo. Todo el tiempo que no he pasado escribiendo informes sobre los sucesos de este último año lo he pasado con ella. Últimamente está mucho más emotiva. Es de lo más normal, dada la tensión que todos nosotros hemos tenido que soportar.
La añoré de veras durante mi ausencia, y por fin llegó el momento en el que ambos nos sentimos lo suficientemente seguros como para bajar las barreras mentales y tener conversaciones de verdad sobre lo que me ocurrió cuando estaba ahí fuera.
No voy a olvidar jamás sus palabras:
—No puedo creerme que estés aquí… conmigo. Te he echado tanto de menos… Tú me has devuelto lo que ellos me quitaron.
Cuando la conversación se volvía más profunda, un mensajero llamó a la puerta y me pidió que le siguiera.
Mis sesiones con el Centro de Inteligencia del Portaaviones me llevaron un día y medio. Estaba revisando documentos con John y Saien cuando compareció el oficial al mando de Inteligencia. Se presentó como Joe, de la CIA. Llevaba uno de esos chalecos de fotógrafo color verde oliva que parece que estén pidiendo un disparo, una camiseta gris y pantalones de trabajo con botas para combate en el desierto. A partir de lo que llevaba anotado en el diario, le expliqué todos los detalles que me parecían significativos. Me dijo que el jefe de Operaciones Navales iba a convocarme muy pronto en su despacho, porque quería conocerme y obtener información de primera mano sobre la situación en el continente, así como hablarme de una próxima misión en la que podría colaborar como asesor.
Joe sacó de inmediato a colación todo lo que tuviera que ver con Remoto Seis. Le habló de la tecnología que había visto… todo, desde el designador láser que aún conservaba, hasta el emisor de señales que había llevado en la ropa, e incluso el C-130 no tripulado. Al hablarle de las cajas conectadas por fibra óptica a la aviónica del C-130, tuve que decirle que mi impresión era que aquella inusual tecnología iba varios años por delante de los productos que eran habituales en el mercado en el momento en que los muertos empezaron a resucitar, Joe tomó notas detalladas y me hizo preguntas muy precisas acerca de la tecnología. Parecía mucho más interesado en las comunicaciones y en la tecnología empleadas por Remoto Seis que en la situación creada por los muertos vivientes en tierra firme.
Otro tema de interés fue el estado en el que habíamos dejado el Hotel 23. Le expliqué que nos habíamos llevado toda la información disponible y que habíamos soldado las puertas de acceso para que nadie ni nada pudiese entrar. Volvió la cabeza y ordenó a un miembro del Centro de Inteligencia del Portaaviones que «tuviera un ojo puesto» en el Hotel 23, por si alguien trataba de acceder a sus sistemas. Me dijo que, al menos por un tiempo, no estaría mal que alguien se dedicase a ello.
Le hablé de una lista de complejos a la que John había tenido acceso mediante los sistemas informáticos del Hotel 23. Le dije que la base de datos constaba de, por lo menos, doce ubicaciones, y que la única que había reconocido era la del lago Groom, en Nevada. Le pregunté a Joe si esa ubicación tenía alguna importancia, y cuál era el motivo de que aún estuviera en funcionamiento y apareciese en color verde. Me dijo que no lo sabía, pero me quedé con la impresión de que me engañaba. Una llamada telefónica le interrumpió mientras le hablaba de la tecnología del Proyecto Huracán.
Después de asentir varias veces y decir «Sí, señor», cortó la llamada y dijo, simplemente:
—Acompáñeme.
Dejé el informe en cuya redacción había empleado los dos últimos días y seguí a Joe hasta el despacho del almirante. Después de golpearme los dedos de los pies con tres lindares y estar a punto de golpearme la cabeza con un tubo de calefacción a baja presión que rezumaba líquido, llegamos a nuestro destino. Dos marines montaban guardia frente a la puerta del camarote y se apartaron a lado y lado en cuanto vieron a Joe. Llamamos una sola vez a la puerta y una voz áspera nos respondió con un mero «Pasen». Al entrar en la cabina, vi al almirante sentado en su escritorio de caoba. Encima de éste había una botella de Chivas con tres vasos. Me cuadré a medio metro del escritorio. No reconocí al almirante. Me presenté y declaré que me presentaba a reportar tal como se me había ordenado.
Se echó a reír y me dijo:
—Siéntese, hombre. Hace tan sólo un año yo no era más que capitán de rango superior. Digamos que me he ganado las estrellas… cómo podría decirlo… en el campo de batalla.
Me senté y el almirante llenó los tres vasos, y nos sirvió dos de ellos a Joe y a mí. Se presentó como almirante Goettleman.
Entonces nos contó lo que había hecho durante el último año. Nos habló de su flotilla y de la guerra que había tenido lugar en el litoral durante las primeras semanas en las que se levantaron los muertos. Después de que las armas nucleares tácticas destruyesen varías ciudades, se ordenó a sus barcos que realizaran operaciones de limpieza. Tenían que atraer a los muertos hacia la costa, en las inmediaciones de centros de población importantes, y acribillarlos durante horas y horas para tratar de reducir su número. En ocasiones, sus destructores y cruceros se pasaban varios días inmóviles y las sirenas bramaban de manera intermitente para atraer a los muertos, a fin de lograr el efecto deseado. Había visto con sus propios ojos a artilleros a cargo de ametralladoras de.50 que arrojaban por la borda los cañones al rojo vivo de sus armas para reemplazarlos de inmediato por piezas de recambio con protección Cosmoline que se habían ido llevando de diversos arsenales militares dispersos por Estados Unidos. Entonces sus ojos miraron solemnemente a la lejanía… no a mí, sino a través de mí.
—El servicio de Inteligencia estima que mi grupo ha tenido una eficacia de menos del uno por ciento. Debimos de cargarnos por lo menos a medio millón. Lo sé muy bien, porque gastamos más de un millón de cartuchos. Pero al final se vio que la guerra del litoral no había sido más útil que la campaña nuclear.
A continuación me preguntó por mi historia.
Tras mi explicación formal de las experiencias que había vivido a lo largo del último año, hizo una larga pausa, se tomó un largo trago de whisky y volvió a llenarse el vaso hasta tres dedos. Entonces me subió el ego, al decirme que muy pocos hombres habrían sido capaces de salvar a tantas personas y sobrevivir durante tanto tiempo en el continente. Se puso en pie, abrió el mueble bar y lo separó de la pared. Detrás del mueble bar había un escondrijo con una caja fuerte. Hizo girar varias veces la rueda de la caja fuerte en ambas direcciones y a continuación sacó una gruesa carpeta y la dejó sobre la mesa. Mientras la abría, me informó de que había reunido un equipo especial para una operación muy importante, sancionada a nivel nacional.
—El Virginia, un submarino nuclear de ataque rápido, navega actualmente desde las aguas de la Baja California en dirección a la desembocadura del canal del Panamá en el Pacífico. Por supuesto que el canal está abandonado y no se puede transitar con normalidad, pero, de todas maneras, será el paso más fácil entre esta embarcación y el Virginia que se encuentra al otro lado. Lo diré en pocas palabras: vamos a mandar un equipo de incursión a China. Informes dignos de toda confianza nos indican que el origen de la anomalía se encuentra en un laboratorio de investigación militar en las afueras de Beijing. Nuestros científicos piensan que tal vez sea posible hallar un remedio para esa enfermedad, o, por lo menos, una vacuna, en el caso de que podamos localizar y secuestrar al paciente original, o hallemos información detallada sobre la correspondiente investigación.
»Usted y los civiles a su cargo sobrevivieron durante casi un año en tierra firme. Los muchachos del DEVGRU, como sabrá la organización antiterrorista de la Armada, y la fuerza de operaciones especiales Delta Forcé que irán en este equipo que estoy formando no tendrán una experiencia comparable a la suya, y lo más probable es que tampoco quieran tenerla. Por desgracia, la densidad de población de muertos vivientes de China es varias veces superior a la estadounidense, y más de dos tercios de esa población merodea por la costa oriental. Tengo que decir que en China no emplearon ingenios nucleares en la misma medida para neutralizar a los muertos. Por fortuna, Beijing no fue destruida. Taiwan no tuvo tanta suerte. Los comunistas la borraron del mapa y será inhabitable durante mucho tiempo.
»El plan consiste en que el portaaviones se desplace hasta el canal del Panamá por la costa del Atlántico, hasta el punto donde el istmo es más estrecho, y que la unidad expedicionaria vuele desde allí hasta el Virginia, que la esperaría con las escotillas abiertas. Ese submarino es relativamente nuevo y está en condiciones mucho mejores que este barco. Le quedan como mínimo quince años hasta que haya que recargar reactores y, por el momento, transporta comida suficiente para seis meses.
Entonces empecé a comprender a dónde quería llegar el almirante.
—Queremos que el Virginia llegue al Bohai en tres semanas. Hemos localizado pistas de aterrizaje, donde probablemente se hallarán helicópteros militares chinos todavía utilizables, en tres aeródromos distintos cerca de Beijing. Como el Virginia no está sujeto al requerimiento táctico de navegar por debajo de la profundidad de periscopio, mantendremos contacto incesante mientras viaja desde los Estados Unidos continentales hasta Pearl Harbor, Hawaii y, finalmente, el Bohai. Tras llegar al Bohai, el Virginia navegará río arriba hasta Beijing, hasta los aeródromos que hemos identificado. Una vez se encuentre cerca de los aeródromos, la tripulación del Virginia lanzará aviones no tripulados Sean Eagle para efectuar un vuelo de reconocimiento sobre ellos e identificará el mejor lugar para la reparación y despliegue de helicópteros.
»Querría que viajase usted a China en el Virginia como asesor técnico del equipo expedicionario.
Guardé silencio después de que el almirante me hubiese formulado su petición (esto es: orden) y luego le recordé el hecho evidente de que no tengo formación en la realización de operaciones especiales. Soy oficial de la Armada, no un pateapuertas, ni un comando. No tengo experiencia en ese tipo de operaciones.
Me respondió severamente. No me dijo nada más que:
—Me han informado acerca de su experiencia y capacidades, y he decidido que viaje usted a China con el Virginia y colabore en esta operación. Sé lo que hizo en Texas. Llevamos un seguimiento de todas las comunicaciones militares durante el proceso que culminó en esta situación anómala. Su nombre aparecía en ellos. Decían que había usted… ¿desaparecido?
Una arruga de seriedad apareció en la frente del almirante, y entonces me dijo:
—No le haré ningún reproche por ello. En ese momento no teníamos ninguna esperanza de triunfar, pero ahora quizá sí. Habrá espacio para una segunda persona tanto en el helicóptero como en el submarino, por si quisiera usted hacerse acompañar por alguien en quien confíe. Lo dejo en sus manos. Partirá dentro de tres días. Eso es todo, comandante.
Tan sólo conseguí musitar:
—Sí… sí, almirante.
Y continuación me despedí y me marché.
Al salir del camarote aturdido y confuso, no me di cuenta de que Joe me felicitaba por mi promoción: me había saltado dos rangos para ascender a comandante. También me entregó las correspondientes insignias y me deseó que tuviera más suerte que el hombre que había llevado las hojas de roble antes que yo. Me las metí en el bolsillo, sin ninguna intención de ponérmelas jamás, y me marché a mi camarote.
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T5//5I/75AP HORIZON INICIO TEXTO.
SEGUIMIENTO CRÍTICO/1+274/.
IT.
Hay que tener en cuenta que esto no es un Informe de inteligencia completo. Numerosas Interceptaciones en las comunicaciones procedentes de la República Popular de China [RPCJ han revelado el probable origen de la anomalía.
IT.
Hace un año. VORTEX recibió comunicaciones que revelaban que la RPC había hecho un descubrimiento de gran interés tecnológico en los antiguos hielos del glaciar de Mlngyong en la provincia de Yunnan. Un objeto de forma ovoide [ver anexo 01: imágenes captadas desde lo alto de AURORA] del tamaño de un autobús de pasajeros grande fue descubierto por la población local y ésta informó a las autoridades locales. Lenguaje predictivo de toma de conciencia precognitiva presente en la web china parece confirmar dicha Interceptación.
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En un primer momento, los chinos, por procedimientos radiométricos, atribuyeron a la aleación del objeto una datación superior a los seis mil millones de años [imposible por razones geológicas]. A continuación calibraron sus instrumentos para analizar el verdadero ritmo de descomposición de la aleación. Después de calibrar los instrumentos, descubrieron que el objeto llevaba aproximadamente veinte mil años en el hielo.
IT.
El vehículo [porque eso resultó ser] había sufrido daños en su superficie exterior. El análisis de imágenes reveló un agujero de dos metros en su parte superior, el cual había permitido la penetración de los elementos durante el período que pasó sumergido en el glaciar. La inmensa presión del hielo del glaciar, al contraerse y expandirse de manera repetida, y el largo período de tiempo que había transcurrido desde que se estrelló hasta que lo recuperaran, fue un factor directo que probablemente deformó la superficie exterior a lo largo de los siglos. Al cabo de unas semanas de cuidadosa excavación, los chinos llegaran a la cabina del vehículo [ver anexo 02. —Fotografía realizada por espías en la superficie]. Esta agencia no conoce los motivos por los que los chinos excavaran en dirección a la cabina y no en dirección a los probables sistemas de propulsión avanzada del vehículo. En la cabina, los excavadores descubrieran algo que en las transcripciones aparece tan sólo como una criatura a la que los chinos asignaron el nombre en código CHANG.
IT.
Cuando lo descubrieron. CHANG estaba sujeto en la cabina por un delgado exoesqueleto de tecnología desconocida, que, de acuerdo con los investigadores chinos, podría tener funciones análogas a una escafandra de astronauta convencional [REF 243B2]. CHANG aún se movía, y pareció reaccionar a la presencia de los excavadores moviendo la cabeza de un lado a otro dentro del casco del exoesqueleto. CHANG estaba hundido en hielo hasta el pecho. En un primer momento, los científicos y el personal de seguridad sintieron una gran turbación ante el movimiento de la criatura, y se les dio órdenes de mantenerla sujeta por todos los medios necesarios. También les dieron instrucciones para que no retiraran el casco que cubría el cráneo de CHANG.
IT.
ANOTACIÓN TÁCTICA: Algunos de los investigadores fueron ejecutados cuando los agentes de ciberdefensa de la Comisión Militar Central descubrieron que habían instalado claves de encriptación PGP en sus ordenadores personales y que se comunicaban con personas desconocidas [para la RPC] fuera de la RPC [se explica en la correspondencia de la agenda implicada].
IT.
De acuerdo con las resonancias magnéticas iniciales a las que hemos tenido acceso, la criatura es bípeda y su masa y apariencia recuerdan a grandes rasgos a las de un adolescente humano.
IT.
Tras sujetar a CHANG y sacarlo del vehículo [que en esos momentos aún estaba atrapado en el hielo). Los chinos iniciaron la extracción de lo que quedaba del vehículo. Descubrieron numerosos artefactos, algunos de ellos destruidos por el paso del tiempo y la inmensa presión del glaciar, y otras relativamente bien conservados. Lo más notable de todo fueron los sistemas de propulsión avanzados que recuperaron los chinos y que llevaran a las mismas instalaciones de investigación en las que estudiaban a CHANG (probablemente en Beijing]. En un primer momento. Los chinos tuvieron un gran interés en reproducir los sistemas de levitación magnética avanzada, propulsión y amortiguación inercial, así como el exótico generador de energía del vehículo. El vehículo parecía poseer lo que los investigadores de la RPC interpretaron como un módulo de contracción espacial que, en apariencia, le permitía al vehículo distorsionar o contraer el espacio que tenía enfrente hasta un área de 20 metros [informe de un único espía]. También recuperaron numerosas armas energéticas manuales. Por medio de un microscopio electrónico de transmisión, con capacidad de resolución de medio ángstrom, los chinos examinaron también el interior de los artefactos. Buena parte del funcionamiento interno de los artefactos más pequeños parecía indicar la presencia de circuitos de tecnología avanzada de orden subnanoatómico. Pero, al fracasar en los intentos de reproducir la tecnología, la RPC decidió concentrar todas sus investigaciones en CHANG.
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Tenían encerrado a CHANG en una zona de aislamiento de peligros biológicos [probablemente en Beijing]. La criatura [sexo desconocido] se hallaba bajo vigilancia y observación constantes, pero parecía demostrar poca inteligencia y no realizó ningún intento de comunicarse con los científicos y oficiales del ejército que se encargaban de interrogarle y estudiarle. Al cabo de varias deliberaciones, la autoridad presidencial china decidió que se extrajese a CHANG del hielo y se le observara.
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Las últimas comunicaciones interceptadas contenían una llamada de socorro desde las instalaciones donde tenían preso a CHANG [en el momento de mandar este informe se ha confirmado que se halla en Beijing. RPC]. Hemos perdido contacto con todos los espías que teníamos en dichas instalaciones.
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Datos de visión remota disponibles mediante canales de información compartimentados.
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Hipótesis: Esta agencia aventura que CHANG se infectó con la enfermedad de Mingyong durante el recorrido entre su sistema estelar y la Tierra. A juzgar por las fotos que se tomaran en el glaciar y que hemos podido adquirir, parece que el vehículo se encontraba bajo el hielo en un ángulo anormal, lo que hace pensar que se estrelló al aterrizar en posición invertida. Las marcas del impacto en la superficie contienen bordes fundidos y deformes, lo que podría Indicar una explosión de gran potencia, tal vez por un arma energética.
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Información también valiosa: Se estima que, debido al desarrollo cronológico de la anomalía y a la extrema complejidad de los circuitos subnanoatómicos, los chinos no fueron capaces de reproducir los sistemas de propulsión, ni de desarrollar siquiera una teoría acerca de su funcionamiento. Beijing fue la primera ciudad invadida por las criaturas, con lo que se detuvieron la Investigación y el desarrollo de sistemas avanzados. Base Principal y Utah B4-026 coinciden con dicha valoración.
IT.
EQUIPO EXPEDICIONARIO «RELOJ DE ARENA» a la espera de proporcionar información operativa para la incursión en Beijing.
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T5//5I//5AP HORIZON.
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DESCLASIFICAR EN: INSPECCIÓN MANUAL.
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FIN TEXTO.