Sé que debería correr, gritar… hacer algo. Pero, en lugar de eso, me quedo paralizada. Mis chanclas se pegan al suelo como si hubieran echado raíces. Observo a Drina con detenimiento, preguntándome no solo cómo terminará todo esto, sino también qué tendrá ella en mente.
—El amor es cruel, ¿no te parece? —Sonríe e inclina la cabeza hacia un lado para estudiarme de arriba abajo—. Justo cuando conoces al hombre de tus sueños, a un chico que parece demasiado bueno para ser real, justo en ese momento, descubres que verdaderamente es demasiado bueno para ser real. Al menos, demasiado bueno para ti. Y después te sientes sola y miserable… Y, bueno, afrontémoslo, te pasas borracha la mayor parte del tiempo. Aunque debería decirte que he disfrutado viendo cómo te hundías en esa adicción adolescente. Tan predecible, tan… de libro de texto… ¿Sabes lo que quiero decir? Mientes, te escabulles, robas… Concentras toda tu energía en asegurarte una dosis. Y con eso solo has conseguido que mi tarea resulte mucho más fácil. Porque, con cada trago que dabas, tus defensas disminuían; debilitabas todos los estímulos, sí, pero también dejabas tu mente más vulnerable, más abierta, más fácil de manipular.
Me agarra del brazo y sus afiladas uñas se clavan en mi muñeca cuando tira de mí para acercarme a ella. Y todos mis esfuerzos por liberarme son inútiles. Drina tiene una fuerza sobrehumana.
—Mortales… —Frunce los labios—. Es tan divertido provocaros… Sois unos objetivos muy fáciles. ¿Crees que he tramado todo esto para acabar tan pronto? Está claro que hay formas más sencillas de hacer algo así. Demonios, de haber querido, podría haber acabado contigo en tu habitación, mientras preparaba el escenario. Habría sido mucho más rápido y no habría malgastado tanto tiempo, pero, claro, también habría resultado mucho menos divertido para ambas, ¿no te parece?
La miro con la boca abierta mientras me fijo en su inmaculado rostro y en su perfecto vestido de noche de seda hecho a medida, que se ajusta y flota en los lugares adecuados, resaltando aún más su arrebatadora belleza. Y cuando Drina introduce los dedos en su brillante cabello cobrizo, veo el ouróboros tatuado en su muñeca. Sin embargo, tan pronto como parpadeo, el tatuaje vuelve a desvanecerse.
—Así que creías que era Damen quien te estaba guiando hacia aquí, que era él quien te invocaba contra tu voluntad. Pues siento decepcionarte, Ever, pero era yo; he sido yo quien ha tramado todo esto. Me encanta el veintiuno de diciembre, ¿a ti no? El solsticio de invierno, la noche más larga del año, la noche en que todos esos ridículos góticos se reúnen en algún cañón para celebrar una fiesta absurda. —Encoge sus elegantes hombros y el tatuaje de la muñeca empieza a aparecer y desaparecer—. Perdona mi gusto por lo melodramático, pero es que le da un toque interesante a la vida, ¿no estás de acuerdo?
Intento liberarme de nuevo, pero ella me agarra con mucha más fuerza. Sus uñas penetran en mi carne y me provocan un terrible dolor.
—Digamos que dejo que te marches. ¿Qué harías? ¿Salir corriendo? Soy mucho más rápida que tú. ¿Buscar a tu amiga? Ay, qué pena, Haven ni siquiera está aquí. Parece que la he enviado a la fiesta equivocada, al cañón equivocado. Se pasea por ahí mientras hablamos, abriéndose paso a empujones y codazos entre centenares de aspirantes a vampiros, buscándome. —Sonríe mientras me recorre con la mirada—. Y parece que nuestra invitada de honor está aquí.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunto.
Tenso la mandíbula cuando ella aprieta la mano aún más. Los huesos de mi muñeca ceden y se parten, se aplastan unos contra otros provocándome un dolor insufrible.
—No me metas prisa. —Me mira con los ojos verdes entornados—. Todo a su debido tiempo. ¿Dónde estábamos antes de que me interrumpieras? Ah, sí, hablábamos de ti, de cómo has acabado aquí y de que las cosas no han resultado ser lo que esperabas, ¿no es así? Y, a decir verdad, me da la impresión de que jamás fueron, son ni serán como lo esperas. Verás, Damen y yo nos conocemos desde hace muchísimo tiempo. Yo le hablo, y le hablo, y le hablo, y le hablo… bueno, ya te haces una idea. Y, sin embargo, a pesar de todos los años que hemos pasado juntos, a pesar de nuestra longevidad, tú sigues apareciendo e interponiéndote en mi camino.
Bajo la vista al suelo y me pregunto cómo he podido ser tan estúpida, tan ingenua. Nada de esto guardaba relación con Haven… solo conmigo.
—Vamos, no seas tan dura contigo misma. No es la primera vez que cometes este error. He sido la responsable de tu muerte… Hummm, ¿cuántas veces? —Se encoge de hombros—. Bueno, supongo que he perdido la cuenta.
Y de pronto recuerdo lo que dijo Damen en el aparcamiento respecto a que no podría soportar perderme de nuevo. Sin embargo, cuando miro a Drina y veo que su rostro se endurece, despejo mi mente de semejantes pensamientos, a sabiendas de que ella puede leerlos.
Camina a mi alrededor y me retuerce el brazo, obligándome a girar en círculos. Luego chasquea la lengua.
—Vamos a ver, si la memoria no me falla, y nunca lo hace, las últimas veces jugamos a un jueguecito llamado «Truco o trato». Y creo que lo más justo es decirte sin rodeos que no saliste muy bien parada. Aun así, parece que nunca te cansas, así que quizá quieras intentarlo de nuevo. ¿Quieres?
Me limito a mirarla. Me siento mareada por los giros, el alcohol residual que aún me corre por las venas y esa amenaza velada.
—¿Has visto alguna vez cómo el gato mata al ratón? —Sonríe. Sus ojos resplandecen mientras su lengua serpentea entre sus labios—. ¿Cómo juguetea con la pobre y patética presa durante un buen rato antes de aburrirse y finalizar el trabajo?
Cierro los ojos. No deseo oír nada más. Si está tan decidida a matarme, ¿por qué no se da prisa y acaba de una vez?
—Bueno, eso sería «trato», al menos para mí. —Se echa a reír—. ¿Y el «truco»? ¿No sientes curiosidad por saber cuál es el truco? —Al ver que no respondo, suspira—. Bueno, eres un poco aburrida, la verdad. Aunque creo que voy a decírtelo de todas formas. Verás, el truco está en que voy a… fingir que te dejo marchar. Me quedaré atrás y observaré cómo corres en círculos para tratar de escapar, hasta que al final te agotes y yo pueda proceder con el «trato». Así que ¿qué va a ser? ¿Una muerte lenta? ¿O una muerte agonizantemente lenta? Venga, decídete ya, ¡el tiempo corre!
—¿Por qué quieres matarme? —La miro a los ojos—. ¿Por qué no me dejas en paz? Damen y yo ya no salimos juntos, ¡hace semanas que no lo veo!
Drina se echa a reír.
—No es nada personal, Ever. Pero parece que Damen y yo siempre nos llevamos mejor una vez que tú… has sido eliminada.
Y aunque pensé que deseaba una muerte rápida, he cambiado de opinión. Me niego a rendirme sin luchar. Incluso si estoy destinada a perder.
Ella sacude la cabeza y me mira con la decepción pintada en el rostro.
—Que así sea. Has elegido truco, ¿verdad? —Mueve la cabeza con aire exasperado—. Bien, en ese caso… ¡Corre!
Me suelta el brazo y huyo a través del cañón. Sé que lo más seguro es que nada pueda salvarme, pero tengo que intentarlo de todas formas.
Me aparto el cabello de los ojos mientras corro a ciegas a través de la niebla con la esperanza de localizar el sendero y volver a donde empecé. Siento los pulmones a punto de explotar; las chanclas se rompen y abandonan mis pies, pero sigo corriendo. Sigo corriendo, a pesar de que las gélidas piedras me hacen cortes en las plantas. Sigo corriendo, aunque siento un dolor abrasador en las costillas. Sigo corriendo más allá de los árboles, cuyas afiladas ramas desgarran mi chaqueta antes de arrancármela. Sigo corriendo para salvar la vida… aunque ni siquiera sé si merece la pena seguir viviendo.
Y mientras corro, recuerdo otra ocasión en la que corrí de esta manera. Pero, al igual que en mi sueño, no tengo ni la menor idea de cómo termina.
En el preciso instante en que llego al borde del claro que conduce al sendero, Drina aparece de entre la niebla y se sitúa delante de mí.
Y aunque trato de esquivarla y de dejarla atrás, ella levanta una de sus piernas y me «ayuda» a caer de bruces.
Estoy en el suelo, parpadeando sobre un charco de mi propia sangre, oyendo la risa sarcástica de Drina. Y cuando me toco con cuidado la cara y mi nariz se tuerce hacia un lado, descubro que la tengo fracturada.
Me esfuerzo por ponerme en pie, escupo las piedras que tengo en la boca y me encojo de miedo al ver que también sale un chorro de sangre y dientes rotos. Observo a Drina mientras ella sacude la cabeza y dice:
—Vaya, tienes un aspecto horrible, Ever. —Hace una mueca de asco—. Realmente horrible. No entiendo qué vio Damen en ti.
El dolor atormenta mi cuerpo, mi respiración se ha convertido en jadeos superficiales e irregulares, y tengo la boca llena de sangre, que deja en mi lengua un sabor amargo y metálico.
—Bueno, supongo que querrás saber todos los detalles, aunque no los recordarás la próxima vez. De todos modos, siempre es divertido ver la expresión horrorizada de tu rostro cuando te los explico. —Se echa a reír—. No sé por qué, pero por alguna razón jamás me canso de este episodio en particular, sin importar las veces que se repita. Además, para serte sincera, tengo que admitir que me proporciona un inmenso y prolongado placer. Algo así como los preliminares del sexo, aunque por supuesto tú no sabes nada sobre eso. Con todas las veces que has vivido y siempre mueres virgen… Si no fuera tan divertido, me daría hasta pena. —Da un resoplido—. Veamos… ¿por dónde empezamos? ¿Por dónde empezamos?… —Me mira con los labios fruncidos mientras sus uñas perfectas pintadas de rojo tamborilean a los lados de sus caderas—. Vale, como ya sabes, soy yo la que sacó la pintura de tu maletero. Vamos, ¿tú como la mujer de pelo amarillo? No-lo-creo. Y, entre tú y yo, Picasso se habría puesto furioso. Aun así, lo amo. A Damen, quiero decir; no a ese viejo pintor muerto. —Ríe con ganas—. Veamos… también fui yo quien dejó la pluma. —Pone los ojos en blanco—. Damen puede llegar a ser tan… sensiblero. Ah, llegué a implantar incluso ese sueño en tu cabeza. ¿Qué te han parecido tantos meses de visiones proféticas? Y no, no voy a explicarte todos los «cómo» y los «por qué», ya que eso nos llevaría demasiado tiempo y, además, carece de importancia en el lugar al que vas a ir. Es una pena que no murieras en aquel accidente, porque nos habrías ahorrado a ambas muchos problemas. ¿Te haces una idea de cuánto daño has causado? Evangeline ha muerto por tu culpa y Haven… bueno, mira lo cerca que estuvo. Eres muy egoísta, Ever.
Se queda mirándome, pero yo me niego a responder. Me pregunto si eso puede calificarse como una admisión de culpabilidad.
Drina suelta una carcajada.
—Bueno, estás a punto de morir, de modo que sí, no me perjudicará en nada confesar. —Levanta la mano derecha como si estuviese haciendo un juramento solemne—. Yo, Drina Magdalena Auguste… —Me mira con una ceja enarcada cuando pronuncia la última parte—… admito haber eliminado a Evangeline, también conocida como June Porter, quien por cierto no aportaba nada y no hacía más que ocupar espacio, así que su pérdida no es tan lamentable como crees. Necesitaba quitarla de en medio para poder tener acceso a Haven. —Sonríe mientras me recorre con la mirada de la cabeza a los pies—. Sí, tal y como sospechas, te robé a propósito a tu amiga Haven. Algo que me resulta muy fácil de hacer con aquellos perdidos e indeseados que buscan atención con tanta desesperación que están dispuestos a hacer casi cualquier cosa por alguien que les dedica un poco de su tiempo al día. Y sí, yo la convencí para que se hiciera ese tatuaje que estuvo a punto de matarla, pero solo porque no lograba decidir si debía matarla sin más o matarla para poder traerla de vuelta y convertirla en inmortal. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que tuve un acólito y debo decir que lo he disfrutado mucho. No obstante, la indecisión siempre ha sido una de mis debilidades. Cuando tienes tantas opciones para elegir y una eternidad para ver cómo se desarrollan, bueno, es difícil no volverse avariciosa y desear elegirlas todas. —Esboza una sonrisa, como una niña que solo está siendo un poco traviesa—. No obstante, esperé demasiado tiempo, así que Damen intervino (como el bobo altruista que es) y, bueno, ya conoces el resto. Ah, y fui yo quien consiguió el papel para Miles en Hairspray. Aunque, para ser justa, debo admitir que es probable que lo hubiera conseguido sin mi ayuda, porque el chico tiene mucho, mucho talento. Con todo, no podía correr riesgos, así que me colé en la cabeza del director e hice que votara en su favor. Ah, ¿y lo de Sabine y Jeff? Cosa mía. Sin embargo, me salió muy bien, ¿no te parece? Imagina a tu inteligente, exitosa y práctica tía enamorada de ese fracasado. —Suelta una risotada—. Patético, aunque también bastante divertido, ¿verdad?
«Pero ¿por qué? ¿Por qué haces esto?», pienso. No puedo hablar, ya que he perdido la mayor parte de los dientes y me estoy ahogando con mi propia sangre, pero sé que no es necesario, que ella puede leerme los pensamientos. «¿Por qué metiste en esto a los demás? ¿Por qué no me perseguiste solo a mí?»
—Quería mostrarte lo solitaria que puede llegar a ser la vida. Quería demostrarte lo fácil que le resulta a la gente abandonarte por algo mejor, más excitante. Estás sola, Ever. Sola y abandonada. Nadie te quiere. Tienes una vida tan patética que no merece la pena vivirla. Así que, como puedes ver, te estoy haciendo un favor. —Sonríe—. Aunque estoy segura de que no me lo agradecerás.
La miro y me pregunto cómo es posible que alguien tan increíblemente hermoso pueda ser tan feo por dentro. Luego la miro a los ojos y doy un pequeño paso atrás con la esperanza de que ella no se dé cuenta.
«Ni siquiera estoy con Damen ya. Rompimos hace mucho tiempo, así que ¿por qué no vas a buscarlo? Podemos tomar caminos separados y olvidar que esto ha ocurrido», pienso, deseando distraerla.
Drina ríe y pone los ojos en blanco.
—Créeme, tú eres la única que olvidará que esto ha ocurrido. Además, en realidad, no es tan sencillo. No tienes ni idea de cómo funciona esto, ¿verdad?
Ahí me ha pillado.
—Verás, Damen es mío. Y siempre será mío. Pero, por desgracia, sigues apareciendo por aquí, en tu estúpido, aburrido y repetitivo ciclo de reencarnaciones. Y puesto que insistes en hacerlo, mi trabajo consiste en descubrir tu paradero y matarte cada una de las veces. —Avanza un paso hacia mí mientras yo doy un nuevo paso atrás. La ensangrentada planta de mi pie se apoya sobre una roca afilada y cierro los ojos, presa de un dolor insoportable.
—Así que crees que eso duele… —Se echa a reír—. Pues espera y verás…
Echo un vistazo al cañón; mis ojos se mueven frenéticamente buscando una salida, alguna vía de escape.
Doy otro paso atrás y caigo al suelo de nuevo. Mi mano rastrea la tierra y mis dedos topan con una roca afilada que le arrojo a Drina a la cara. Le acierto de lleno en la mandíbula y le arranco un trozo de carne de la mejilla.
Ella suelta una risotada. El agujero de su rostro chorrea sangre y revela que le faltan dos dientes. Luego contemplo horrorizada cómo se cierra la herida, devolviéndole su belleza sin mácula.
—Ya estamos otra vez… —Suspira—. Venga, intenta algo nuevo; veamos si puedes divertirme, para variar.
Está de pie delante de mí, con las manos en las caderas y las cejas enarcadas, pero yo me niego a huir. Me niego a ser quien haga el siguiente movimiento. Me niego a darle la satisfacción de embarcarme en otra carrera de tontos. Además, todo lo que ha dicho es cierto. Mi vida no es más que un espantoso y solitario enredo. Y todas las personas que me rodean lo sufren también.
La observo mientras se acerca a mí sonriendo de antemano y sé que mi fin está cerca. Así que cierro los ojos y recuerdo lo que tuvo lugar justo antes del accidente. En aquella época, era una chica feliz y saludable, rodeada de mi familia. Lo imagino con tanta viveza que siento la calidez del cuero de los asientos bajo las piernas desnudas; siento la cola de Buttercup contra mi muslo, oigo a Riley cantando a voz en grito con una voz desafinada. Veo que mi madre sonríe cuando se gira en su asiento y que extiende el brazo para darle unas palmaditas a Riley en la rodilla. Veo los ojos de mi padre, que nos observan a través del espejo retrovisor; veo su sonrisa tolerante, amable y divertida.
Me aferró a ese momento, lo protejo en mi mente; experimento las sensaciones, las emociones, y percibo los aromas y los sonidos como si estuviese allí. Deseo que eso sea lo último que vea antes de morir, deseo revivir la última vez que fui del todo feliz.
Y justo en el instante en que estoy tan absorta en mi visión que es como si estuviera allí de verdad, oigo la exclamación ahogada de Drina.
—¿Qué demonios está pasando?
Abro los ojos y contemplo la conmoción que revela su rostro. Recorre mi cuerpo con la mirada boquiabierta. Bajo la vista y descubro que mi camisón ya no está desgarrado, que mis pies ya no están cubiertos de sangre y que mis rodillas ya no están despellejadas. Y cuando muevo la lengua en el interior de la boca, me sorprendo al notar todos los dientes. Alzo la mano hasta mi nariz y veo que mi rostro también ha sanado. Aunque no tengo ni la menor idea de qué significa todo esto, sé que tengo que actuar con rapidez, antes de que sea demasiado tarde.
Me acerco a Drina mientras ella retrocede con los ojos abiertos de par en par en una expresión atónita, aunque no sé qué consecuencias traerá el siguiente paso, ni el que viene después. Lo único que sé es que se me está acabando el tiempo, así que avanzo más deprisa y le digo:
—Oye, Drina, ¿truco o trato?