Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que
pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están
relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no
tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que
hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla con él, de amigo a amigo,
no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a
pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco
llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra;
pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el
hombre piel roja como para el hombre piel blanca.
La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos
también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen
sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.