Apenas había tomado esta decisión, cuando de repente todo el pueblo se
hundió en la tierra desapareciendo con un gran estruendo. En el lugar donde
había estado el pueblo no quedaba sino un enorme agujero que de pronto
comenzó a llenarse de agua hasta que ésta llegó al pie del tamarindo donde la
mujer asustada sostenía a su hijo, apretándole entre sus brazos.
En cuanto se hizo de día, la mujer fue corriendo hasta el pueblo más cercano
para contarles lo que había sucedido ante sus ojos y cómo habían
desaparecido todos los vecinos.
Desde entonces, el lago adquirió un carácter sagrado. En él viven muchos
cocodrilos en quienes los antankarana y los sakalava creen que se refugiaron
las almas de los antiguos habitantes de la aldea desaparecida bajo las aguas.
Por esta razón, no sólo no se les mata sino que se les da comida en ciertas
fechas.