El perro caminó por la calle hasta llegar a un semáforo donde se paró,
depositó la bolsa en el suelo, se alzó sobre sus patas traseras y pulsó el botón
para que el semáforo cambiara a verde para los peatones. Esperó sentado con
la bolsa de nuevo en su boca hasta que el semáforo le dejó pasar, cruzó
tranquilamente y caminó hasta la parada de autobús. Al llegar, observó las
señales que indicaban los diferentes autobuses y sus rutas, se sentó y esperó.
Al poco rato para un autobús pero el perro no se movió, un poco más tarde
llego otro y el perro subió rápidamente por la parte de atrás para que el
conductor no lo viese. El carnicero no daba crédito a lo que estaba viendo y
subió también al autobús.
Tres paradas después el perro se alzó sobre sus patas, tocó el timbre y
cuando el autobús paró se bajó. El carnicero bajó tras él. Los dos caminaron
unos minutos hasta llegar frente a la puerta de una casa. El perro dejó la bolsa
en el suelo y comenzó a golpear la puerta con sus patas delanteras mientras
ladraba, como nadie le abría dio un salto a una tapia y de allí saltó al alféizar
de una ventana consiguiendo golpear varias veces el cristal. Saltó otra vez a la
calle y volvió a colocarse frente a la puerta. A los pocos segundos la puerta se
abrió y salió un hombre que sin mediar palabra empezó a golpear al perro
mientras le gritaba lo inútil que era.