El padre capitán De Soya despierta en un nicho de resurrección a bordo del Rafael. Le habían permitido poner nombre a esa nave clase Arcángel. Rafael es el arcángel que se encarga de encontrar los amores perdidos.
De Soya sólo ha renacido dos veces, pero en ambas oportunidades había un sacerdote para saludarlo, para darle el sorbo ceremonial de vino sacramental y el habitual vaso de zumo de naranja. Había expertos en resurrección para hablarle y explicárselo, hasta que su mente confundida comenzaba a funcionar de nuevo.
Esta vez sólo ve las curvas y claustrofóbicas paredes del nicho de resurrección. Las pantallas parpadean. Los indicadores muestran hileras de letras y símbolos. De Soya aún no puede leer. Se siente afortunado de poder pensar. Se incorpora y mece las piernas.
«Piernas. Tengo dos». Está desnudo, por supuesto, la piel rosada y reluciente en la extraña y vaporosa humedad del tanque de resurrección, y ahora siente las costillas, el abdomen, la pierna izquierda, todos los lugares cortados y arruinados por el demonio. Está perfectamente. No hay rastros de la terrible herida que le separaba la pierna del cuerpo.
—¿Rafael?
—Sí, padre capitán. —La voz es angélica, es decir, carece totalmente de identidad sexual. Para De Soya resulta tranquilizadora.
—¿Dónde estamos?
—Sistema Parvati, padre capitán.
—¿Y los demás?
De Soya apenas recuerda al sargento Gregorius y los miembros de su equipo que han sobrevivido. No recuerda haber abordado el correo con ellos.
—Están despertando, padre capitán.
—¿Cuánto tiempo ha transcurrido?
—Menos de cuatro días desde que el sargento lo trajo a bordo, padre capitán. El salto se ejecutó una hora después que usted fue instalado en el nicho de resurrección. Hemos permanecido a diez UAs del mundo de Parvati, siguiendo las instrucciones que usted nos transmitió por medio del sargento Gregorius, durante los tres días de su resurrección.
De Soya asiente. Aún ese leve movimiento es lacerante. La resurrección le produce dolor en todas las células del cuerpo. Pero es un dolor saludable, a diferencia del que le causaban sus heridas.
—¿Has establecido contacto con las autoridades de Pax en Parvati?
—No, padre capitán.
—Bien.
En tiempos de la Hegemonía Parvati era un remoto mundo colonial; ahora es una remota colonia de Pax. No posee naves interestelares de Pax ni Mercantilus, y sólo tiene un pequeño contingente militar y algunas naves interplanetarias precarias. Si desean capturar a la niña en este sistema, el Rafael tendrá que encargarse de ello.
—¿Nuevos datos sobre la nave de la niña?
—La nave no identificada efectuó el giro dos horas y dieciocho minutos antes que nosotros —informa Rafael—. Las coordenadas de traslación eran sin duda para el sistema Parvati. El tiempo de arribo de la nave no identificada es aproximadamente dentro de dos meses, tres semanas, dos días y diecisiete horas.
—Gracias. Cuando Gregorius y los demás hayan revivido, que se reúnan conmigo en la sala de situación.
—Sí, padre capitán.
—Gracias —repite. Y piensa: «Dos meses, tres semanas, dos días… Madre de Dios, ¿qué haré casi tres meses en este sistema atrasado?». Tal vez no había reflexionado claramente sobre ello. Por cierto lo habían distraído el trauma, el dolor y las drogas. Pero el otro sistema de Pax más próximo era Vector Renacimiento, a diez días de viaje y cinco meses de deuda temporal de Parvati, tres días y medio y dos meses después de que la nave de la niña llegara del sistema de Hyperion. No, quizás entonces no pensara con claridad —y tampoco ahora—, pero había tomado la decisión correcta. Mejor venir aquí y reflexionar.
«Podría saltar a Pacem. Pedir instrucciones directas de Mando de Pax, o incluso del papa. Recobrarme en dos meses y medio y regresar aquí con tiempo de sobra».
De Soya sacude la cabeza, y hace una mueca de dolor. Tiene sus instrucciones. Capturar a la muchacha y llevarla a Pacem. Regresar al Vaticano sería una admisión de fracaso. Tal vez enviarían a otro. Durante las instrucciones previas al vuelo, la capitana Marget Wu aclaró que el Rafael era único, el único correo armado clase Arcángel de seis plazas en existencia, y aunque quizás hayan fabricado otro en los meses de deuda temporal transcurridos desde que él se fue de Pacem, no tiene sentido regresar. Si Rafael es aún el único Arcángel armado, De Soya a lo sumo podría agregar un par de soldados más a la lista de tripulantes.
«La muerte y la resurrección no se deben tomar a la ligera». Cuando De Soya estudiaba el catecismo, le habían inculcado ese precepto. El hecho de que el sacramento exista y se ofrezca a los fieles no significa que deba ejercerse sin gran solemnidad y circunspección.
«No, hablaré con Gregorius y los demás y tomaré mis decisiones aquí. Podemos trazar planes, usar los cubículos de fuga criogénica para esperar el último par de meses. Cuando llegue la nave de la niña, el San Antonio la perseguirá. Entre la nave-antorcha y el Rafael, tendríamos que estar en condiciones de detener la nave, abordar, y apresar a la niña sin problemas».
Todo esto tiene sentido para el dolorido cerebro de De Soya, pero otra parte de su mente le susurra: «Sin problemas. Eso pensaste de la misión de Hyperion».
El padre capitán De Soya gruñe y se levanta del diván de resurrección para ducharse, tomar un café caliente y vestirse.