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Mientras hablaba, Sarene reflexionaba sobre lo que había dicho Espíritu. Sin ella, los otros no tenían derecho legítimo al trono. Incluso Roial estaba atado de manos; sólo podían ser indefensos testigos de cómo Telrii aumentaba su poder sobre la nobleza. Ella esperaba recibir noticias sobre la coronación de Telrii al final del día.

Tardó unos instantes en darse cuenta de la expresión de absoluta incredulidad que su comentario había causado en Espíritu. Se había desplomado en una de las sillas de la habitación, con los ojos como platos. Sarene se reprendió por su falta de tacto; después de todo, estaba hablando del rey de Espíritu. En la corte habían pasado tantas cosas en las últimas semanas que había perdido la sensibilidad.

—Lo siento —dijo Sarene—. He sido un poco brusca, ¿verdad?

—¿Iadon está muerto? —preguntó Espíritu en voz baja.

Sarene asintió.

—Resulta que se había unido a los Misterios Jeskeri. Cuando eso se hizo público, se ahorcó en vez de afrontar la vergüenza. —No explicó su participación en los acontecimientos: no había necesidad de complicar más las cosas.

—¿Jeskeri? —repitió Espíritu; entonces su rostro se ensombreció y rechinó los dientes—. Siempre había pensado que era un necio, pero… ¿hasta dónde llegó su… implicación?

—Estaba sacrificando cocineras y criadas —dijo Sarene, sintiéndose enferma. Había un motivo por el que evitaba explicar esas cosas.

Espíritu advirtió su palidez.

—Lo siento.

—No importa —dijo Sarene. Sin embargo, sabía que no importaba qué otra cosa sucediera, no importaba adónde fuera a lo largo de su vida, la visión ensombrecida del sacrificio de Iadon siempre acecharía su mente.

—Entonces, ¿Telrii es rey? —preguntó Espíritu.

—Pronto lo será. Puede que haya sido coronado ya.

Espíritu sacudió la cabeza.

—¿Y el duque Roial? Es más rico y más respetado. Tendría que haber ocupado el trono.

—Ya no es el más rico —dijo Sarene—. Fjorden ha aumentado los ingresos de Telrii. Es un simpatizante derethi. Cosa que, me temo, ha elevado su estatus social.

Espíritu frunció el ceño.

—¿Ser simpatizante derethi te hace popular? Me he perdido muchas cosas, ¿no?

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Un año —respondió Espíritu como si tal cosa. Eso encajaba con lo que algunos neoelantrinos le habían dicho. Nadie sabía con seguridad cuánto tiempo llevaba Espíritu en la ciudad, pero todos suponían que al menos un año. Se había hecho con el control de las bandas rivales en las pasadas semanas, pero no era el tipo de cosa que una persona conseguía sin mucha planificación y trabajo—. Supongo que por eso consiguió Telrii que la guardia lo respaldara —murmuró Espíritu—. Siempre se ha mostrado demasiado ansiosa por apoyar al más popular del momento.

Sarene asintió.

—Los guardias fueron transferidos a la mansión del duque poco antes de que me arrojaran aquí.

—Muy bien —dijo Espíritu—. Vamos a tener que empezar por el principio: necesito tanta información como puedas darme.

Así pues, ella se lo explicó. Empezó con la caída de la república duladen y la amenaza cada vez mayor de Fjorden. Le contó su compromiso con el príncipe Raoden, y las incursiones derethi en Arelon. Mientras hablaba, se dio cuenta de que Espíritu comprendía el clima político de Arelon mucho más claramente de lo que ella hubiese creído posible. Captó rápidamente las implicaciones de la declaración póstuma de Iadon. Sabía mucho sobre los derethi, aunque no tenía conocimiento exacto de lo peligrosos que podían ser sus sacerdotes: le preocupaban más los soldados controlados por el Wyrn.

Lo más impresionante era todo lo que sabía de los diversos lores y nobles de Arelon. Sarene no tenía que explicarle sus personalidades y temperamentos: Espíritu ya los conocía. De hecho, parecía comprenderlos mejor que la propia Sarene. Cuando le interrogó sobre el tema, simplemente le explicó que en Arelon era vital conocer a cada noble que tuviera un título de barón o superior. Muchas veces los únicos medios para mejorar de un noble menor eran llegar a acuerdos y firmar contratos con los aristócratas más poderosos, pues controlaban los mercados.

Sólo una cosa aparte de la muerte del rey lo sorprendió.

—¿Ibas a casarte con Roial? —preguntó, incrédulo.

Sarene sonrió.

—Yo tampoco puedo creerlo… urdimos el plan con bastante precipitación.

—¿Roial? —volvió a preguntar Espíritu—. ¡El viejo pícaro! Debió de disfrutar lo suyo sugiriendo esa idea.

—El duque me pareció un caballero intachable —dijo Sarene.

Espíritu la miró con una expresión que significaba: «Y yo que creía que sabías juzgar bien a las personas».

—Además —continuó—, no lo sugirió él. Fue Shuden.

—¿Shuden? —dijo Espíritu. Entonces, tras pensarlo un momento, asintió—. Sí, parece la típica conexión que él haría, aunque no me lo imagino ni siquiera mencionando la palabra «matrimonio». La sola idea lo asusta.

—Ya no. La hija de Ahan y él están intimando mucho.

—¿Shuden y Torena? —preguntó Espíritu, aún más desconcertado. Entonces miró a Sarene, suspicaz—. Espera un momento… ¿Cómo ibas a casarte con Roial? Creía que ya estabas casada.

—Con un muerto —rezongó Sarene.

—Pero tu contrato nupcial estipulaba que nunca podrías volver a casarte.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Sarene, suspicaz.

—Lo has dicho hace un momento.

—No.

—Claro que sí. ¿Verdad, Galladon?

El gran dula, que estaba hojeando el libro de Sarene, ni siquiera alzó la cabeza.

—A mí no me mires, sule. Yo no voy a implicarme.

—Da igual —dijo Espíritu, dando la espalda a su amigo—. ¿Cómo es que ibas a casarte con Roial?

—¿Por qué no? —preguntó Sarene—. Nunca conocí a ese Raoden. Todo el mundo dice que era un buen príncipe, pero ¿qué le debo? Mi contrato con Raoden quedó rescindido cuando murió Iadon: el único motivo por el que firmé el tratado fue para proporcionar un enlace entre Arelon y mi tierra. ¿Por qué iba a cumplir un contrato con un hombre muerto cuando podía tener uno más prometedor con el futuro rey de Arelon?

—Así que sólo accediste a casarte con el príncipe por la política. —Parecía herido por algún motivo, como si su relación con el príncipe heredero de Arelon reflejara directamente su aristocracia.

—Por supuesto —dijo Sarene—. Soy una criatura política, Espíritu. Hice lo que era mejor para Teod… y por el mismo motivo iba a casarme con Roial.

Él asintió, todavía con aspecto un poco melancólico.

—Así que allí estaba yo, en la sala del trono, dispuesta a casarme con el duque —continuó Sarene, ignorando el malestar de Espíritu. ¿Qué derecho tenía a cuestionar sus motivos?—. Y entonces me alcanzó la Shaod.

—¿Justo entonces? —preguntó Espíritu—. ¿Sucedió en tu boda?

Sarene asintió, sintiéndose de pronto muy insegura. Parecía que cada vez que alguien iba a aceptarla, algo desastroso volvía a alejarla.

Galladon hizo una mueca.

—Bueno, ahora sabemos por qué no quería hablar del tema. ¿Kolo?

Espíritu colocó una mano en su hombro.

—Lo siento.

—Ya ha pasado —dijo ella, sacudiendo la cabeza—. Ahora tenemos que preocuparnos por la coronación de Telrii. Con Fjorden apoyándolo…

—Podemos preocuparnos por Telrii, pero dudo que haya algo que podamos hacer. ¡Si hubiera un medio de contactar con el exterior!

Súbitamente avergonzada, los ojos de Sarene se dirigieron al lugar donde Ashe se escondía entre las sombras de la habitación, con su aon casi invisible.

—Puede que haya un medio —admitió.

Espíritu alzó la cabeza cuando Sarene señalaba a Ashe. El seon empezó a brillar, la luz de su aon expandiéndose en una bola luminosa a su alrededor. Mientras el seon flotaba sobre la mesa, Sarene dirigió a Espíritu una mirada avergonzada.

—¿Un seon? —preguntó él, admirado.

—¿No estás enfadado conmigo por ocultarlo?

Espíritu se echó a reír.

—Sinceramente, Sarene, esperaba que me ocultaras algunas cosas. Pareces el tipo de persona que necesita secretos, aunque sólo sea por la ilusión de tenerlos.

Sarene se ruborizó levemente al escuchar el astuto comentario.

—Ashe, ve con Kiin y los demás. Quiero conocer el momento en que Telrii se proclame rey.

—Sí, mi señora —dijo Ashe, marchándose.

Espíritu guardó silencio. No hizo ningún comentario por la inexplicable falta de locura Shaod de Ashe… pero, naturalmente, Espíritu no podía saber que Ashe era el seon de Sarene.

Esperaron en silencio, y Sarene no interrumpió los pensamientos de Espíritu. Le había proporcionado una abrumadora cantidad de información y notaba su mente barajándola detrás de sus ojos.

Él también le ocultaba cosas. No es que desconfiara de ella. Fueran cuales fuesen sus secretos, probablemente consideraba que tenía un buen motivo para guardarlos. Sarene llevaba demasiado tiempo metida en política para tomarse el guardar secretos como una ofensa personal.

Eso no implicaba, desde luego, que no fuera a averiguar lo que pudiese. De momento, Ashe no había podido descubrir nada sobre un segundo hijo del dueño de la Plantación Ien, pero sus movimientos eran muy restringidos. Le había permitido revelarse sólo a Kiin y los demás; Sarene no sabía por qué Ashe había sobrevivido mientras que otros seones no lo hacían, pero no quería perder ninguna ventaja potencial que pudiera darle su existencia.

Advirtiendo al parecer que no irían a ninguna parte, el dula Galladon le dio la vuelta a una de las sillas y se sentó. Luego cerró los ojos y se quedó dormido. Podía ser extrañamente pesimista, pero seguía siendo un dula. Se decía que los de su pueblo eran tan tranquilos que podían quedarse dormidos en cualquier postura en cualquier momento.

Sarene miró al grandullón. Galladon no parecía apreciarla. Pero, claro, era tan decididamente gruñón que no podía asegurarlo. Parecía en ocasiones un pozo de sabiduría, pero en algunas áreas era completamente ignorante… y no le importaba lo más mínimo serlo. Parecía tomárselo todo con filosofía, pero se quejaba al mismo tiempo.

Para cuando regresó Ashe, Sarene había vuelto a concentrarse en el libro sobre mitos políticos. El seon tuvo que fingir que se aclaraba la garganta para que ella se diera cuenta de que estaba allí. Espíritu alzó también la cabeza, pero el dula continuó roncando hasta que su amigo le dio un codazo en el estómago. Entonces tres pares de ojos se volvieron hacia Ashe.

—¿Bien? —preguntó Sarene.

—Está hecho, mi señora —les informó Ashe—. Telrii es rey.