Para Julia, el resto de abril pasó rápidamente en una vorágine de actividad. Tuvo que hacer correcciones finales en su proyecto, tuvo reuniones con la profesora Picton y visitas a Nicole y, los viernes por la noche, se encontraba con Paul.
Katherine le aseguró que el resultado final del proyecto era satisfactorio y que podía sentirse orgullosa de él. También le dijo que había hablado con Cecilia Marinelli, que aún estaba en Oxford, y que le había pedido que cuidara de ella el próximo otoño.
Por cierto, Paul sabía de una chica en Cambridge a la que le interesaba subarrendar su apartamento a Julia.
Ésta había empezado a leer los libros que Katherine le había sugerido para el seminario de la profesora Marinelli.
A finales de abril, recibió una carta de aspecto muy oficial del decanato. El doctor Aras solicitaba su presencia en la oficina en el plazo de una semana. Le aseguraba que el motivo de la reunión no tenía nada que ver con cuestiones disciplinarias y que el profesor Martin estaría presente.
Un lunes por la tarde, Julia cruzaba el campus muy nerviosa, abrazada a su mochila L. L. Bean. Su presencia la consolaba. Paul se había ofrecido a acompañarla, pero ella rechazó su oferta, argumentando que tenía que enfrentarse a aquello sola. Él entonces la había abrazado y le había dicho que la estaría esperando a la salida en su Starbucks favorito.
—Le agradezco que haya venido, señorita Mitchell. ¿Cómo ha ido el semestre?
Julia miró al doctor Aras, sorprendida.
—Ha sido… interesante.
Él asintió y se volvió para mirar al profesor Martin.
—Sé que este curso ha sido duro para usted. La he hecho venir para preguntarle si ha tenido algún otro problema desde el día de la vista.
Julia miró alternativamente a un hombre y a otro, examinándolos.
—¿Qué tipo de problemas?
—El doctor Aras se preguntaba si el profesor Emerson la había vuelto a molestar en algún momento. ¿Se ha puesto en contacto con usted por teléfono o por correo electrónico? ¿Le ha propuesto que se vieran en privado?
Aunque el profesor Martin parecía amistoso, algo en su tono de voz despertó las sospechas de Julia.
—¿Y para qué quieren saberlo? Consiguieron lo que querían. Se marchó de la ciudad.
La expresión del doctor Aras se endureció.
—No tengo ningún interés en reabrir el caso, señorita Mitchell. Ésta es una reunión de cortesía, un intento de asegurarnos de que ha podido llevar a cabo sus estudios sin interferencias. Tratamos de averiguar si el profesor Emerson ha cumplido su palabra y se ha mantenido a distancia.
—Recibí un correo electrónico suyo poco después de la vista, diciéndome que no volviera a ponerme en contacto con él y que todo había terminado. ¿Era eso lo que querían oír? —preguntó, sin poder disimular su amargura.
Con una mueca, el profesor Martin miró a su colega.
—Estoy seguro de que estará encantada de olvidarse de todo este asunto.
Ella permaneció sentada, sin molestarse en responder.
—Puede marcharse. Enhorabuena por sus resultados académicos y por la admisión en Harvard. Nos veremos en la graduación. —El doctor Aras la despidió con una inclinación de cabeza.
Julia recogió la mochila del suelo y se acercó a la puerta. Pero cuando estaba a punto de abrirla, se volvió.
Qué curioso, pensó, que aquellos dos hombres armados sólo con grandes mentes y armarios llenos de chaquetas de tweed, tuvieran tanto poder sobre su corazón y su felicidad.
—No me arrepiento de mi relación con el profesor Emerson, aunque acabara mal. Ustedes dos fueron increíblemente despectivos y condescendientes conmigo a lo largo de todo el proceso. Entiendo la importancia de proteger a alguien que lo necesita, pero las únicas personas de las que yo hubiera necesitado protección era de ustedes dos.
Tras fulminarlos con la mirada, salió de la oficina.