21

Esa reunión ha sido una auténtica conjura de necios —dijo Soraya, reclinándose en su asiento en el bar del hotel Windsor Arms.

Julia asintió, preguntándose si eso la convertía en Ignatius Reilly, el protagonista del libro, o si Ignatius era Gabriel y ella era Myrna Minkoff.

El barman les sirvió unos martinis acompañados de unas tapas —por cuenta de la casa— y una sonrisa. Tras guiñarle un ojo a Soraya, que era clienta habitual, regresó a la barra.

Tras beber un buen trago, ésta se acomodó en el asiento.

—Mi consejo es que presentes una demanda contra Christa Peterson por intento malicioso y que lo hagas cuanto antes. Las leyes universitarias contemplan la protección de los estudiantes ante este tipo de acusaciones fraudulentas.

—No estoy segura de querer ganarme su enemistad.

Soraya se echó a reír con ironía.

—¿Qué más puede hacerte? ¿Hervir a tu mascota, como la protagonista de Atracción fatal?

Julia se encogió.

—Mira, si presentas una demanda contra ella, le estarás cortando las alas. No hace falta que la llevemos hasta el final, pero hará que tanto la señorita Peterson como el doctor Aras lo piensen dos veces. Me contaste que había acusado a Gabriel de acoso sexual. ¿No te apetece devolverle el golpe?

—Lo único que quiero es que todo esto acabe de una vez. No entiendo por qué me denuncia, si yo no tengo nada que ver con ella.

—Por lo que hemos oído hoy, creo que sus motivaciones están muy claras. Te ha acusado de acostarte con tu profesor para lograr tus objetivos académicos y, al mismo tiempo, ha acusado a tu novio de tratar de hacer lo mismo con ella. Es una maniobra muy inteligente, porque no necesita que las dos demandas prosperen, basta con la tuya para atacaros a los dos.

Julia palideció.

—¿Qué quieres decir?

—Te está forzando a admitir que mantuviste una relación con tu profesor. Entonces, la universidad puede castigaros a los dos por confraternización. O es maquiavélicamente brillante o alguien la ha asesorado.

Julia acarició la copa con un dedo y respiró hondo para no marearse.

Soraya bebió un nuevo trago.

—Necesito una lista de todas las personas a las que el doctor Aras puede llamar y de todas las cosas que pueden decir en tu contra. Las pruebas que tiene son de poca entidad, pero todas juntas podrían convencer a un jurado de que Gabriel te hizo favores a causa de vuestra relación.

Julia se mordió el labio inferior.

—No te preocupes todavía —continuó Soraya—. Centrémonos en defendernos de esta demanda y ya nos preocuparemos más adelante si hace falta. A causa de los sindicatos, la administración es muy cautelosa a la hora de juzgar a personal a sueldo de la universidad. De momento, seguirán investigando. Sólo atacarán si lo ven muy claro.

»Mientras tanto, deja que presente una demanda contra esta tal Christa Peterson. De ahora en adelante, Gabriel y tú debéis ser muy prudentes. Nadie debe veros juntos en público. David os vigilará de cerca y, presumiblemente, interrogará a todas las personas que hayan estado en contacto con vosotros.

Julia negó con la cabeza. Al pensar en sus compañeros siendo llamados a testificar sintió náuseas.

—De acuerdo, pon la demanda. No creo que sirva para nada más que para enfurecerla, pero tú eres la abogada.

—Excelente. —Con una amplia sonrisa, Soraya se acabó el resto de su martini.

Esa misma tarde, al salir del ascensor de casa de Gabriel, Julia se cruzó con su vecino francocanadiense e intercambiaron una breve pero educada inclinación de cabeza antes de que ella abriera con su llave y entrara en el apartamento.

—Julianne, ¿eres tú? —preguntó Gabriel.

—Sí, ¿cómo ha ido tu reunión con el catedrático?

Se quitó rápidamente el abrigo y las botas y estaba a punto de ir hacia el salón, cuando Gabriel se reunió con ella en el recibidor.

—Primero quiero saber cómo ha ido tu reunión. —Le puso las manos en los hombros y la besó en la frente—. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

—Me han hecho unas cuantas preguntas y han dejado que me marchara.

Soltando un improperio, él la abrazó con fuerza.

—Si te pasara algo, yo no sé…

Ella le devolvió el abrazo, apoyando la cara en su camisa.

—Es Christa Peterson.

—¿Cómo? —Gabriel se echó hacia atrás para verle la cara.

—Christa me ha acusado de mantener relaciones sexuales contigo a cambio de favores académicos.

—¿Qué? —exclamó él, atónito.

Mientras Julia le relataba los detalles de la demanda y la conversación entre el doctor Aras y Soraya, la cara de Gabriel iba adquiriendo una expresión amenazadora. Al oír las palabras finales de David, dio un paso atrás.

Acto seguido, dio un puñetazo a la pared. Y no satisfecho con ello, repitió el gesto dos veces más.

Julia contempló boquiabierta como golpeaba la pared y apartaba el puño cubierto de polvo y escayola. Él estaba temblando, con los ojos cerrados, y respiraba entrecortadamente.

Ella quería salir huyendo de tanta violencia, pero se encontró clavada al suelo. Y se olvidó totalmente de sus ganas de irse de allí en cuanto vio unas cuantas gotas de sangre que caían en el suelo de madera oscura.

—¿Qué te has hecho? —Mirando a Gabriel a los ojos, que ardían de furia, tiró de él hasta el cuarto de baño de invitados—. Siéntate. —Al examinarle los nudillos, vio que se los había despellejado en varios sitios.

—Puede que necesites puntos —comentó—. ¿Te duele? ¿Te has roto algo?

Él abrió y cerró los dedos varias veces para demostrarle que no se había roto nada.

—De todos modos deberían hacerte una radiografía, por si acaso.

Como respuesta, Gabriel se frotó los ojos con el otro puño, suspirando entrecortadamente.

Julia rebuscó en el botiquín y cogió unas cuantas cosas de primeros auxilios.

—Trataré de curarte, pero creo que deberías ir al hospital.

—No es nada —respondió él, aún muy tenso.

Usando las pinzas, le quitó pedacitos de escayola de las heridas y se las limpió luego con yodo. Aunque no parecía que le estuviera haciendo daño, notó que Gabriel estaba temblando, probablemente de furia contenida.

—Siento haberte disgustado.

—¿Casi echo una pared abajo y me pides disculpas?

—No debería habértelo contado hasta que te hubieras sentado. O hasta después de que te hubieras tomado una copa.

Él negó con la cabeza.

—Entonces sí que hubiera echado la pared abajo. Estoy demasiado enfadado para beber.

Julia continuó hasta que él tuvo los nudillos limpios, desinfectados y vendados. Al acabar, le rozó la venda con los labios.

—Lo siento mucho.

Gabriel le cogió la mano.

—Deja de disculparte. Recuerdo otra ocasión parecida, en este mismo baño; aunque entonces era yo el que jugaba a médicos y tú eras la paciente.

—Qué vergüenza pasé ese día. Quería causarte buena impresión y no se me ocurrió otra cosa que romper la copa y manchar con Chianti tu preciosa camisa.

—Fue un accidente. Me costó mucho limpiarte las heridas. Tenía miedo de hacerte daño. Y eso fue antes de que… —se interrumpió y volvió a frotarse los ojos antes de seguir hablando—: Lo que ha pasado hoy ha sido por mi culpa. No he sabido protegerte.

—Gabriel —dijo ella en tono de advertencia. Se inclinó y le tomó la cara entre las manos para obligarlo a mirarla a los ojos—. No digas eso. Conocíamos los riesgos. Sabíamos dónde nos metíamos. No me importa lo que puedan hacerme. —Se le quebró la voz, pero siguió hablando—: Me da igual si no voy a Harvard o si no acabo el doctorado. Pero no quiero perderte.

Un extraño fuego iluminó la mirada de él.

—Ni siquiera el infierno podría apartarme de ti —susurró.

Y ambos se abrazaron desesperadamente, obteniendo consuelo del contacto con la piel del otro.

—¿Vas a contarme de qué has hablado con el profesor Martin?

Gabriel la llevó al baño principal y empezó a llenar la bañera.

—Relájate mientras lo hago.

—No estoy de humor para un baño de espuma. Me apetece más romper algo con una barra de hierro.

—Precisamente por eso necesitas un baño de espuma. Tengo que proteger las paredes que quedan en pie.

Julia se desnudó, se metió en la bañera y se cubrió con la espuma. Gabriel la contempló sin perder detalle. Se fijó en su cabello, recogido en lo alto de la cabeza de cualquier modo, en las delicadas curvas de sus pechos flotando en el agua como dos lirios blancos de puntas rosadas y en cómo se mordía el labio inferior hasta que se dio cuenta de que él la estaba mirando.

—¿Te acuerdas de la primera vez que nos bañamos juntos? —le preguntó ella, mientras Gabriel se sentaba en un taburete.

—No creo que pueda olvidarlo nunca.

—Estabas preocupado por mí y me llevaste en brazos hasta la bañera. —Julia sonrió tímidamente—. Ha sido de las cosas más amables que has hecho por mí.

—Gracias —dijo él, dándole un beso en la mejilla—, pero no estoy de humor para pensar en cosas agradables. Estoy demasiado furioso. Me gustaría arrancarle la lengua a David Aras y estrangularlo con ella.

—¿Y qué me dices del profesor Martin?

Gabriel carraspeó.

—Si Christa sólo me hubiera demandado a mí, Jeremy me habría entrevistado en privado y probablemente habría descartado el asunto. Pero la demanda contra ti lo complica todo.

—¿Qué dice tu abogado?

—He decidido que sería mejor reunirme con Jeremy a solas.

Julia se sentó de un brinco, derramando agua.

—¿Qué? Pensaba que ibas a ir con tu abogado.

Gabriel se echó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.

—Jeremy me contrató. Lo considero un amigo. He pensado que sería más probable que resolviéramos el asunto si hablábamos a solas.

Ella abrió mucho los ojos.

—¿Y qué te ha dicho?

—Christa afirma que traté de iniciar una relación sexual con ella en varias ocasiones, incluidas las veces que me reuní con ella, tanto en el campus como fuera de él. Por lo visto, menciona la reunión en el Starbucks y la de Lobby.

»También me acusa de castigarla rechazando su proyecto de tesis y de amenazarla con expulsarla del programa. Afirma que, después de que me rechazara, le hice la vida imposible.

—Pero todo eso es mentira. Era ella la que te acosaba a ti.

—Exactamente eso es lo que le he dicho a Jeremy. Se ha enfadado bastante. Me ha dicho que tenía que haber denunciado la situación inmediatamente. A estas alturas, mis afirmaciones ya no son tan creíbles, aunque hay un par de cosas que Christa no ha tenido en cuenta.

—¿Cuáles?

—Su expediente académico. Jeremy y yo hemos tenido al menos dos conversaciones a lo largo del curso sobre su falta de progreso. Él sabe que le estaba costando mantenerse al nivel de los demás alumnos. En su expediente hay notas sobre esas reuniones y copias de sus trabajos. Además, Paul estuvo presente durante alguna de nuestras reuniones. Le he sugerido a Jeremy que hablara con él, además de con la señora Jenkins.

—Paul estaba conmigo en el Starbucks el día que te reuniste con Christa. Ella nos dijo que después planeaba llevarte a Lobby. Que esa noche tenía previsto intercambiar contigo algo más que nombres.

Gabriel frunció mucho el cejo.

—¿Qué?

—Me había olvidado de esa conversación o, si no, te lo habría mencionado antes. Paul y yo estábamos tomándonos un café. Christa entró antes de que tú llegaras y empezó a presumir de cómo pensaba seducirte.

Él se acarició la barbilla.

—¿Y Paul la oyó decir eso?

—Sí —respondió Julia, reprimiendo una sonrisa—. Me parece que el follaángeles se ha convertido en un ángel de la guarda.

Gabriel hizo una mueca.

—No nos entusiasmemos. ¿Qué más dijo?

—No mucho. Vimos que hablabais, pero estábamos muy lejos para oír lo que decíais. Aunque el lenguaje corporal era bastante obvio. Ella trataba de coquetear contigo y tú la reprendías. Podría decirle eso al profesor Martin, si quieres.

—Imposible. Estás demasiado involucrada en todo esto. —Volvió a rascarse la barbilla—. Jeremy me ha pedido que no hable con Paul sobre Christa. La situación es delicada, porque Paul es mi ayudante, pero Jeremy ha accedido a ir a verlo. Creo que sería mejor que tú tampoco le dijeras nada a Paul. Cuanto menos liemos las cosas, mejor.

—Él no soporta a Christa. Una de las primeras cosas que me dijo de ella era que quería convertirse en la señora Emerson. Sabía que te acosaba.

Gabriel hizo una mueca de disgusto.

—Le he recordado a Jeremy que aprobé el proyecto de Christa en diciembre, tras darle numerosas oportunidades de arreglarlo. Espero que, después de hablar con Paul, se haga una idea clara de lo que pasó en realidad.

Julia echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Sabía que podían confiar en que Paul contara la verdad. A pesar de su antipatía por el profesor Emerson, desmontaría las falsas acusaciones de Christa.

Gabriel se levantó.

—Tengo que contarte otra cosa.

—¿De qué se trata? —preguntó ella sin abrir los ojos.

—Jeremy me ha preguntado si estábamos juntos y le he dicho que sí.

Julia abrió los ojos y lo miró fijamente.

—¿Cómo?

—Le he contado que esperamos a que acabara el semestre para iniciar nuestra relación.

—¿Y te ha creído?

—Creo que sí, pero igualmente está enfadado. Dice que debería haber hablado con él inmediatamente y que está obligado a denunciarme ante el comité por vulnerar las normas de la universidad.

—¡Oh, no! —Ella le dio la mano—. ¿Qué vamos a hacer?

—Me ha dicho que no va a echar más leña al fuego, que ya tenemos bastantes problemas, pero que tampoco piensa encubrirnos. —Inclinándose hacia ella, le dio un beso en la frente—. No te preocupes por Jeremy; yo me ocuparé de él. Mientras acabas de bañarte, llamaré a mi abogado para preparar el siguiente paso. —Y con una sonrisa, se levantó para irse.

—Gabriel, una cosa más. Dos, de hecho. Soraya quiere presentar una demanda contra Christa en mi nombre, alegando intención maliciosa.

—Me parece bien. A ver si así aprende a calibrar las consecuencias de sus actos.

—Y durante mi reunión de ayer con Nicole, ésta me comentó que hace tiempo que no vas a terapia.

Al ver la expresión de irritación de Julia, mezclada con tristeza, los hombros de Gabriel se hundieron.