Bañado por el brillo cerúleo de las luces del sótano, Mal’akh se hallaba junto a la mesa de piedra, inmerso en sus preparativos. Mientras trabajaba, oía los rugidos de su vacío estómago, pero no les prestaba atención. Sus días de servidumbre de los caprichos de la carne habían terminado.
«Toda transformación requiere sacrificio».
Al igual que muchos de los hombres más avanzados de la historia desde el punto de vista espiritual, Mal’akh se había comprometido a seguir su camino realizando el más noble de los sacrificios de la carne. La castración había resultado menos dolorosa de lo que imaginaba. Y, según había averiguado, era muy habitual. Cada año miles de hombres se sometían a la esterilización quirúrgica —u orquiectomía, como se denominaba el proceso—, ya fuera por cuestiones de cambio de sexo, para dominar adicciones sexuales o motivados por creencias espirituales profundamente arraigadas. En el caso de Mal’akh, las razones eran de lo más elevado. Como el ser mitológico Atis, cuya castración llevó a cabo él mismo, Mal’akh, sabía que alcanzar la inmortalidad requería romper por completo con el mundo material de lo masculino y lo femenino.
«El andrógino es uno».
En la actualidad, los eunucos eran rechazados, aunque los antiguos entendían el poder inherente a ese sacrificio transmutatorio. Hasta los primeros cristianos habían oído al propio Jesús ensalzar sus virtudes en Mateo 19, 12: «Y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda».
Peter Solomon había realizado un sacrificio de carne, aunque una mano era un pequeño precio que pagar dentro del ambicioso plan. No obstante, antes de que terminara esa noche, Solomon sacrificaría más, mucho más.
«Para crear, he de destruir».
Ésa era la naturaleza de la polaridad.
Peter Solomon, desde luego, merecía el destino que le aguardaba esa noche. Sería un final adecuado. Tiempo atrás había desempeñado un papel fundamental en la vida mortal de Mal’akh, motivo por el cual Peter había sido escogido para desempeñar el papel fundamental en su gran transformación. Ese hombre se había ganado todo el horror y el dolor que estaba a punto de sufrir. Peter Solomon no era la persona que el mundo creía.
«Sacrificó a su propio hijo».
En su día, Peter Solomon planteó a su hijo Zachary una elección imposible: riqueza o sabiduría. «Zachary escogió mal». La decisión que tomó desencadenó una serie de acontecimientos que acabaron arrastrándolo a las profundidades del infierno. «La prisión de Soganlik». Zachary Solomon murió en esa cárcel turca. El mundo entero conocía la historia…, pero lo que no sabía era que Peter Solomon pudo salvar a su hijo.
«Yo estaba allí —pensó Mal’akh—. Lo oí todo».
Mal’akh no había olvidado aquella noche. La brutal decisión de Solomon acarreó el final de su hijo Zach, pero supuso el nacimiento de Mal’akh.
«Unos han de morir para que otros puedan vivir».
Cuando la luz cenital empezó a cambiar de color de nuevo, Mal’akh supo que era tarde. Terminó sus preparativos y fue hacia la rampa. Era hora de ocuparse de asuntos del mundo mortal.