El agente de la CIA estaba de un humor de perros cuando bajó del balcón de la sala de lectura. «Bellamy nos ha mentido». El agente no había visto ni una sola señal térmica en la parte de arriba, cerca de la estatua de Moisés, ni ahí ni en ningún otro sitio.
«Entonces, ¿adónde diablos ha ido Langdon?»
El agente volvió sobre sus pasos hasta el único sitio en que habían detectado señales térmicas: la consola de la biblioteca. Descendió de nuevo la escalera, situándose bajo el eje octogonal. El ruido sordo de las cintas transportadoras resultaba enervante. Mientras avanzaba por el lugar se colocó las gafas de visión térmica y escudriñó la habitación. Nada. Miró hacia las estanterías, donde la malparada puerta todavía reflejaba calor debido a la explosión. Aparte de eso no vio…
«¡Joder!»
El agente dio un salto atrás cuando una luminiscencia inesperada entró en su campo de visión. Como si de un par de fantasmas se tratase, de la pared, en una cinta transportadora, acababan de aparecer las huellas tenuemente brillantes de dos humanoides. «Señales térmicas».
Pasmado, el agente vio que las dos apariciones daban la vuelta a la estancia en la cinta y desaparecían cabeza arriba por un angosto orificio que se abría en la pared. «¿Han salido por la cinta? Menuda locura».
Además de caer en la cuenta de que acababan de perder a Robert Langdon por un agujero practicado en la pared, el agente comprendió que ahora tenía otro problema. «¿Langdon no está solo?»
Iba a encender el transmisor para avisar al jefe de equipo, pero éste se le adelantó.
—A todas las unidades, tenemos un Volvo abandonado en la plaza, delante de la biblioteca. A nombre de una tal Katherine Solomon. Un testigo ocular dice que la mujer ha entrado en la biblioteca no hace mucho. Sospechamos que está con Robert Langdon. La directora Sato ha ordenado que demos con ellos inmediatamente.
—¡Tengo señales térmicas de los dos! —gritó el agente en la sala de distribución. Y acto seguido explicó cómo estaban las cosas.
—Por el amor de Dios —replicó el jefe de equipo—. ¿Adónde demonios va la cinta?
El agente ya estaba consultando el plano de referencia para los empleados que figuraba en el tablón de anuncios.
—Al edificio Adams —contestó—. A una manzana de aquí.
—A todas las unidades: diríjanse al edificio Adams. ¡Inmediatamente!