Capítulo 67

Al oeste de Embassy Row volvía a reinar el silencio en el interior del jardín tapiado con sus rosas del siglo XII y su cenador de piedra, el Shadow House. Al otro lado del camino de entrada, el joven ayudaba a su encorvado superior a recorrer la amplia extensión de césped.

«¿Me deja que lo guíe?»

Por regla general, el anciano, ciego, se negaba a aceptar ayuda, prefería caminar solo por el santuario, valiéndose de su memoria. Sin embargo, esa noche por lo visto tenía prisa por entrar y devolver la llamada de Warren Bellamy.

—Gracias —dijo el anciano cuando entraron en la construcción que albergaba su despacho—. Desde aquí ya puedo solo.

—Señor, si me necesita no me importa…

—Es todo por hoy —lo interrumpió su superior. Y, tras zafarse del brazo de su acompañante, se sumió en la oscuridad arrastrando los pies a buen ritmo—. Buenas noches.

El joven salió del edificio y enfiló el gran jardín hacia la humilde morada que tenía en el recinto. Una vez allí se dio cuenta de que lo carcomía la curiosidad. Era evidente que el anciano se había alterado con la pregunta que le había planteado el señor Bellamy…, y sin embargo la pregunta era rara, casi no tenía sentido: «¿No hay ayuda para el hijo de la viuda?»

Por más vueltas que le dio, fue incapaz de adivinar a qué se refería. Perplejo, encendió el ordenador y se puso a buscar la frase.

Para su sorpresa, ante sí vio página tras página de referencias, todas ellas con esa misma frase. Leyó la información asombrado. Al parecer, Warren Bellamy no era el primero a lo largo de la historia en hacer tan extraña pregunta. Esas mismas palabras habían sido pronunciadas siglos atrás… por el rey Salomón, cuando lloraba la muerte de un amigo. Supuestamente dicha pregunta todavía la formulaban los masones y era una especie de grito de socorro en clave. Por lo visto, Warren Bellamy pedía ayuda a un hermano masón.