Capítulo 63

En un tranquilo vecindario al oeste de Embassy Row, en Washington, existe un jardín tapiado de estilo medieval cuyas rosas, se dice, nacen de plantas que datan del siglo XII. El cenador del jardín, conocido como Shadow House, se yergue con elegancia en medio de meándricos senderos de piedra extraída de la cantera privada de George Washington.

De repente, el silencio de los jardines se vio roto por un joven que atravesó corriendo la puerta de madera.

—¿Hola? —exclamó, intentando ver algo a la luz de la luna—. ¿Está usted ahí?

La voz que contestó era frágil, apenas audible.

—En el cenador…, tomando un poco el fresco.

El joven encontró a su debilitado superior sentado en el banco de piedra, bajo una manta. El encorvado anciano era pequeño y de facciones élficas. Los años lo habían doblado por la mitad y robado la vista, pero su alma seguía siendo una fuerza con la que se podía contar.

Todavía jadeante, el joven se dirigió a él:

—Acabo… de recibir una llamada… de su amigo… Warren Bellamy.

—¿Ah, sí? —El anciano se animó—. ¿Qué quería?

—No lo ha dicho, pero parecía estar muy apurado. Me ha dicho que le ha dejado un mensaje en el contestador, y que debía usted escucharlo cuanto antes.

—¿Eso es todo?

—No… —El joven se quedó un momento callado—. Me ha pedido que le hiciera una pregunta. —«Una pregunta muy extraña»—. Y ha dicho que necesitaba su respuesta inmediatamente.

El anciano se inclinó hacia el joven.

—¿Cuál era la pregunta?

Al repetirle la cuestión del señor Bellamy, la turbada expresión del anciano fue visible incluso a la luz de la luna. Inmediatamente, éste se quitó la manta de encima y, con dificultad, se puso en pie.

—Ayúdame a entrar. Ahora.