Capítulo 14

La larga limusina de Mal’akh se alejó del Capitolio de Estados Unidos y se dirigió hacia el este por Independence Avenue. Una joven pareja que iba por la acera intentó ver su interior por una de las tintadas ventanillas traseras, esperando vislumbrar a algún vip.

«Voy delante», pensó Mal’akh, sonriendo para sí.

A Mal’akh le encantaba la sensación de poder que obtenía al conducir a solas ese enorme vehículo. Ninguno de sus otros cinco coches le podía ofrecer lo que necesitaba esa noche: garantía de privacidad. Total privacidad. En esa ciudad, las limusinas disfrutaban de una especie de inmunidad tácita. «Son embajadas con ruedas». Con las limusinas, los policías que trabajaban cerca de la colina del Capitolio nunca estaban seguros de qué agente de poder podían hacer parar por equivocación, de modo que preferían no arriesgarse.

Nada más cruzar el río Anacostia y entrar en Maryland, Mal’akh sintió cómo se iba acercando a Katherine, como si la gravedad del destino estuviera tirando de él. «Siento la llamada de mi segunda tarea de esta noche…, una que no había previsto». La noche anterior, cuando Peter Solomon le contó el último de sus secretos, Mal’akh descubrió la existencia de un laboratorio secreto en el que Katherine Solomon había estado realizando milagros, y obteniendo unos avances tan asombrosos que —Mal’akh era consciente de ello— de hacerse públicos cambiarían el mundo.

«Su trabajo podría revelar la verdadera naturaleza de todas las cosas».

Durante siglos, las «mentes brillantes» de la Tierra habían ignorado las ciencias antiguas, considerándolas meras supersticiones, y armándose en su lugar de engreído escepticismo y deslumbrantes nuevas tecnologías; herramientas que únicamente los habían alejado todavía más de la verdad. «La tecnología de cada generación pone en entredicho los avances de la anterior». Así había sucedido en todas las épocas. Cuanto más aprendía el ser humano, más se daba cuenta de que no sabía nada.

Durante milenios, la humanidad había vagado en la oscuridad…, pero ahora, tal y como había sido profetizado, se avecinaba un cambio. Tras vagar a ciegas por la historia, la humanidad había llegado a una encrucijada. Ese momento había sido predicho hacía mucho, profetizado por los textos antiguos, los primitivos calendarios e incluso las mismas estrellas. Había una fecha concreta, su llegada era inminente. Estaría precedida por una brillante explosión de saber…, un destello de claridad que iluminaría la oscuridad y ofrecería a la humanidad una última oportunidad para apartarse del abismo y tomar el sendero de la sabiduría.

«Yo he venido a oscurecer la luz —pensó Mal’akh—. Ése es mi papel».

El destino lo había unido a Peter y a Katherine Solomon. Los avances que ella había hecho en el SMSC supondrían la apertura de las compuertas de nuevas formas de pensar, dando inicio a un nuevo Renacimiento. De hacerse públicas, las revelaciones de Katherine supondrían un catalizador que inspiraría a la humanidad a redescubrir la sabiduría que había perdido, otorgándole un poder más allá de toda imaginación.

«El destino de Katherine es encender esa antorcha.

»El mío es apagarla».