[1] El más antiguo poeta francés conocido que escribió en romance vulgar, el duque Guillermo IX de Aquitania es una de las figuras más sobresalientes e interesantes de la Edad Media.
Gran señor, gran amador y muy ilustrado, su vida e ideas fueron excepcionales para su época. El refinado fausto de que se rodeó en sus castillos dio origen a las famosas «cortes de amor».
Queriendo liberarse totalmente de la autoridad de la Iglesia, rehusó al papa Urbano II, que fue a visitarlo expresamente a sus estados, participar en la Cruzada. Aprovechó la ausencia de su vecino, el conde de Tolosa, para meter mano en sus tierras. Pero el relato de las aventuras lo incitó a emprender, poco más tarde, el camino de oriente, a la cabeza de una fuerza de 30,000 hombres que llevó hasta Jerusalén.
Sus versos, de los que sólo nos han llegado once poemas, introdujeron en la literatura de los países latinos, principalmente en la francesa, un concepto idealizado del amor y de la mujer, desconocido hasta entonces. Son la fuente de la gran corriente de lirismo que atraviesa, irriga y fecunda toda nuestra literatura. La influencia de los poetas hispano-árabes se hace notar en este príncipe-trovador.<<
[2] En 1314 hacía 44 años que el rey San Luis había fallecido. Fue canonizado veintisiete años después de su muerte, reinando su nieto Felipe IV y ocupando el pontificado Bonifacio VIII.<<
[3] El caso de la sucesión de los Artois, que es uno de los dramas de herencia más extraordinarios de la historia de Francia, y del cual hablaremos frecuentemente en este volumen y en los siguientes, se desarrollo así:
En 1237, San Luis otorgó el condado de Artois a su hermano Roberto, que pasó así a ser Roberto I de Artois. Su hijo, Roberto II, casó con Amcia de Couternay, señora de Conches. De este matrimonio nacieron dos hijos: Felipe, muerto en 1298 de las heridas recibidas en la batalla de Furnes, y Mahaut, quien casó con Otón, conde palatino de Borgoña.
A la muerte de Roberto II, acaecida en 1302 en la batalla de Courtray, la herencia del condado fue reclamada a la vez por su nieto, Roberto III hijo de Felipe —nuestro héroe—, y por su tía Mahaut, quien invocaba una disposición del derecho consuetudinario de Artois.
En 1309 Felipe el Hermoso falló a favor de Mahaut. Ésta, convertida en regente del condado de Borgoña a la muerte de su marido, había casado a sus dos hijas, Juana y Blanca, con Felipe y Carlos, segundo y tercer hijos de Felipe el Hermoso. La decisión que la favoreció fue, por tanto, inspirada en gran parte por esas alianzas que sumaban a la corona, en primer término, el condado de Borgoña, llamado Franco Condado, recibido en dote por Juana. Mahaut se convirtió pues, en condesa-par de Artois.
Roberto no se dio por vencido, y durante veinte años, con rara espereza, ya por acción jurídica, ya por acción directa, llevó contra su tía una lucha en la cual fue empleado cualquier procedimiento, tanto por una como por otra parte: delaciones, calumnias, falsos testimonios, brujerías, envenenamientos, agitación política, y que terminó trágicamente para Mahaut, trágicamente para Roberto, trágicamente para Inglaterra y Francia.
Por otra parte, en lo concerniente a la casa, o mejor casas de Borgoña, envueltas, como en todos los asuntos del reino, en éste de Artois, recordamos al lector que hubo en aquella época dos Borgoñas absolutamente distintas: la Borgoña-Ducado que formaba un palatinado importante del Santo Imperio. Dijon era capital del Ducado; Dole, del Condado.
La famosa Margarita de Borgoña, pertenecía a la familia ducal; sus primas y cuñadas, Juana y Blanca a la casa Condal.<<
[4] El rey Eduardo II fue el primer soberano de Inglaterra que llevó el título de Príncipe de Gales antes de su ascensión al trono. Según algunos historiadores, contaba tres días de edad cuando los señores galeses acudieron a su padre, Eduardo I, para pedirle que les diera un príncipe que pudiera comprenderlos y que no hablara ni inglés ni francés. Eduardo I dijo que iba a complacerles y les indicó a su hijo, que no hablaba aún lengua alguna.<<
[5] La soberana Orden de los Caballeros del Temple de Jerusalén fue fundada en 1128, para asegurar la custodia de los Santos Lugares de Palestina y proteger las rutas de peregrinaje.
Su regla, recibida de San Bernardo, era severa. Les imponía castidad, pobreza y obediencia. No debían «mirar demasiado, rostro de mujer», ni «besar hembra; ni viuda, ni doncella, ni madre, ni hermana, ni tía, ni ninguna otra mujer». En la guerra debían aceptar el combate de uno contra tres y no podían ser rescatados con dinero. Sólo les estaba permitida la caza del león.
Única fuerza militar bien organizada, estos monjes-soldados eran los cuadros permanentes de las hordas informes que se reunían en cada Cruzada. Colocados en la vanguardia de todos lo ataques y en retaguardia de todas las retiradas, embarazados por incompetencia o las rivalidades de los príncipes que mandaban estos ejércitos improvisados, perdieron, en el lapso de dos siglos, más de 20,000 hombres en los campos de batalla, cifra considerable en relación con los efectivos de la Orden. Pero también cometieron hacia el fin funestos errores, de carácter estratégico.
Siempre fueron buenos administradores. Como se les necesitaba, el oro de Europa afluyó a sus cofres. Provincias enteras fueron confiadas a su cuidado. Durante un siglo aseguraron al gobierno efectivo de reino latino de Constantinopla. Viajaban por el mundo como amos, sin pagar impuestos, tributos ni peaje. Sólo obedecían al Papa. Tenían encomiendas en toda Europa y en todo el Medio Oriente, pero el centro de su administración estaba en París. Cuando las circunstancias los obligaron a dedicarse a la banca, la Santa Sede y los principales soberanos europeos tuvieron cuentas corrientes con ellos. Prestaban con garantía y adelantaban los rescates de los prisioneros. El emperador Balduino les dio, como fianza, la «Vera-Cruz».
Todo es desmesurado en el caso de los Templarios: expediciones, conquistas, fortuna… Todo, hasta la manera misma como fueron suprimidos. El pergamino que contiene la transcripción de los interrogatorios a que fueron sometidos en 1307, mide veintidós metros con veinte centímetros. Desde el extraordinario proceso, las controversias no han cesado jamás. Ciertos historiadores han tomado partido contra los acusados; otros, contra Felipe el Hermoso. No hay duda de que las imputaciones hechas a los Templarios fueron exageradas o falsas en gran parte; pero tampoco se puede negar que hubo entre ellos profundas desviaciones dogmáticas. Su larga estancia en Oriente los había puesto en contacto con ciertos ritos de la primitiva religión cristiana, con la religión islámica que ellos combatían, y con las tradiciones esotéricas del antiguo Egipto. La acusación de brujería, idolatría y de prácticas demoníacas se originó, por una confusión muy habitual en la inquisición medieval, a causa de sus ceremonias de iniciación.
El caso de los Templarios nos interesaría menos si no tuviera prolongaciones en la historia del mundo moderno. Es sabido que la Orden del Temple, inmediatamente después de su destrucción, fue reorganizada en forma de sociedad secreta internacional, y conocemos los nombres de los grandes maestres secretos hasta el siglo XVIII. Los Templarios son el origen de las cofradías, institución que aún subsiste. Necesitaban obreros cristianos en sus lejanas encomiendas y los organizaron de acuerdo con su propia filosofía, dándoles una regla llamada «deber». Estos obreros que no llevaban espada, vestían de blanco. Participaron en las cruzadas y edificaron, en el Medio Oriente, formidables ciudades según lo que se llama en arquitectura «aparejo de los cruzados». Adquirieron en esos lugares métodos de trabajo heredados de la antigüedad que sirvieron en Europa para levantar las iglesias góticas. En París, los cofrades vivían dentro del recinto del Temple o en el barrio vecino, donde disfrutaban de «franquicias» y que siguió siendo durante quinientos años el centro de los obreros iniciados.
La Orden del Temple, por medio de las cofradías, se relaciona con los orígenes de la masonería, en la que encontramos huellas de sus ceremonias de iniciación y sus emblemas, que no sólo pertenecen a las antiguas compañías de obreros, sino que también, hecho mucho más sorprendente, se ven en los muros de ciertas tumbas de arquitectos del antiguo Egipto. Todo hace pensar, pues, que los ritos, emblemas y procedimientos de trabajo de ese período de la Edad Media fueron introducidos en Europa por los Templarios.<<
[6] El calendario utilizado en la Edad Media no era el mismo que se emplea actualmente y variaba en los distintos países. En Alemania, España, Suiza y Portugal, el año oficial empezaba el día de Navidad; en Venecia, el 1.° de marzo; en Inglaterra, el 25 de marzo; en Roma, tanto el 25 de enero como el 25 de marzo; en Rusia, en el equinoccio de primavera.
En Francia el año oficial comenzaba por Pascua. Esta singular costumbre de tomar una fecha móvil como punto de partida del año (llamado método de Pascuas, método francés o método antiguo) determinaba que los años tuvieran una duración variable, entre trescientos treinta o cuatrocientos días. Algunos años tenían dos primaveras, unas el comienzo y otra al final.
Este método antiguo es fuente de innumerables confusiones y de grandes dificultades para establecer una fecha exacta.
De acuerdo con el antiguo calendario, el final del proceso de los Templarios tuvo lugar en 1313, puesto que Pascua el año 1314 cayó el 7 de abril.
Hacia 1564, durante el reinado de Carlos IX, penúltimo rey de la dinastía de los Valois, fue fijado el primero de enero como fecha de comienzo del año. Rusia adoptó el «método nuevo» en 1725, Inglaterra en 1752, y Venecia, la última en adoptarlo, lo hizo después de ser conquistada por Bonaparte.
Las fechas de este relato corresponden, naturalmente, al «método nuevo».<<
[7] El palacio del Temple, sus anexos, sus «cultivos» y las calles vecinas formaban el barrio del Temple que aún conserva este nombre. En la misma gran torre que sirvió de calabozo a Jacobo de Molay fue encarcelado Luis VI, cuatro siglos y medio después. Sólo salió de allí para ir a la guillotina. La torre desapareció en 1811.<<
[8] Los guardias (sergents en el original) eran funcionarios subalternos encargados de diferentes tareas de orden público y de la ejecución de la justicia. Su misión se confundía con la de los hujieres (guardianes de las puertas) y la de los maceros. Entre sus atribuciones se contaba la de preceder o escoltar al rey, los ministros, los miembros del Parlamento y profesores de la Universidad.
La vara de los actuales agentes de policía francesa tiene su remoto origen en el bastón de los guardias de antaño. Así como la maza que llevan los maceros en las ceremonias universitarias.
En 1254 había sesenta guardias de este género adscritos a la policía de París.<<
[9] No se puede ver un cretino mayor.<<
[10] Esa concesión, hecha a algunas corporaciones de mercaderes, de vender en la morada del soberano o en sus cercanías, parece provenir de Oriente. En Bizancio, los mercaderes de perfumes gozaban del derecho de levantar tiendas frente a la entrada del palacio imperial, pues sus esencias era la cosa más agradable que pudiera llegar hasta las narices del «Basileus».<<
[11] El término «relapso», del latín re-lapsus, recaído, se aplicaba a los inculpados que recaían en la herejía después de haber manifestado pública abjuración.<<
[12] La torre de Nesle, antes torre de Hamelin, por el nombre del preboste de París que impulsó su construcción, y el palacio de Nesle ocupaban el actual emplazamiento del Instituto de Francia y el de la Moneda.
El jardín limitaba a poniente con la muralla de Felipe-Augusto, cuyo foso, llamado por esta parte «foso de Nesle», sirvió de trazado a la calle de Mazarino. El conjunto fue dividido en Gran Nesle, Pequeño Nesle y Mansión Nesle. Posteriormente, se construyeron sobre sus diversas partes, los palacios de Nevers, de Guénégaud, de Conti y de la Moneda. La torre no fue destruida hasta 1663, para la construcción del Colegio Mazarino o de las Cuatro Naciones, adscrito al Instituto desde 1805.<<
[13] Se llamaba feudatarios a los que tenían un feudo y debían, por lo tanto, fidelidad y homenaje al soberano.<<
[14] En la Edad Media, la designación del tiempo era mucho menos precisa que en la actualidad; se usaba la división eclesiástica de: prima, tercia, sexta, nona y vísperas.
La prima comenzaba hacia las seis de la mañana, con la tercia se designaban las horas de la media mañana. La nona era el mediodía y la mitad de la jornada. Las vísperas (con distinción entre altas y bajas vísperas) indicaban el final del día hasta la puesta del sol.<<
[15] Este islote, río abajo en la punta de la isla de la Cité, conocido antiguamente por isla de las Cabras, se llamó después isla de los Judíos, a raíz de las ejecuciones de judíos parisienses allí efectuadas.
Unido a otro islote vecino y a la isla misma, para construir el Puente Nuevo, forma hoy el jardín de Vert-Galant.<<
[16] Juego de palabras harto comprensible para ser traducido.<<
[17] En la división de jurisdicciones eclesiásticas establecida en la alta Edad Media, París sólo figuraba como obispado. Por esto no aparece entre las veintiuna «metrópolis» del imperio enumeradas en el testamento de Carlomagno. París dependía y siguió dependiendo hasta el siglo XVII de la archidiócesis de Sens. El obispo de París era sufragáneo del arzobispo de Sens; es decir, que las decisiones y sentencias pronunciadas por el primero podían tener recurso ante el segundo.
París no fue arzobispado hasta el reinado de Luis XIII.<<
[18] Vanidoso, ladrón, pero sobre todo majadero.<<
[19] «Cervatilla» y «mosca», pero también, popularmente, «golfa» y «pinta». (N. de la T.)<<
[20] Ese niño sería más tarde el ilustre Boccaccio, autor del Decamerón.<<
[21] Los prebostes eran funcionarios reales que acumulaban funciones repartidas hoy entre los prefectos, jefes de subdivisiones militares, comisarios de distrito, agentes del Tesoro, del fisco y del registro. No hace falta decir que no eran queridos. Pero ya entonces, en algunas regiones, compartían sus atribuciones con los recaudadores de impuestos.<<
[22] Las ordenanzas de Felipe el Hermoso sobre la liberación de los siervos en ciertos bailiazgos y sensecalías. Se habla de ello en los últimos capítulos.<<
[23] Desde finales del siglo XI, con el establecimiento de la dinastía normanda, la nobleza de Inglaterra era, en su mayor parte, de origen francés. Constituida en un principio por los barones normandos compañeros de Guillermo el Conquistador, y renovada después por los Angevinos y Aquitanios de los Plantagenet, esta aristocracia conservó la lengua y costumbres de origen.
En el siglo XIV, el francés seguía siendo el idioma habitual de la corte, así lo atestigua el: Honni soit qui mal y pense pronunciado por el rey Eduardo III en Calais, al atar la liga de la condesa de Salsbury; dicho que se convirtió en la divisa de lo orden de la Jarretera.
La correspondencia de los reyes se redactaba en francés, y muchos señores ingleses tenían entonces, feudos en los dos países.
Hacemos notar, en este punto de nuestro relato, que el rey Eduardo II vino a Francia dos veces en sus primeros dos años de vida. En el primer viaje, el año 1313, estuvo a punto de morir asfixiado en la cuna por el humo de un incendio que se produjo en Maubuisson. Nosotros relatamos aquí el segundo, efectuado sólo con su madre.<<
[24] El aspirante (bachiller), en la antigua jerarquía feudal, estaba entre el caballero y el escudero. Este título se aplicaba ora a los gentiles-hombres que no tenían medios de hacer una leva, es decir, una tropa personal, ora a los jóvenes señores que aspiraban a ser armados caballeros. El escudero, literalmente, era el que llevaba el escudo al caballero; pero el nombre se usaba indistintamente como término genérico para designar a bachilleres y varlets. Éstos eran jóvenes asentados con un señor para hacer el aprendizaje de caballeros.<<
[25] Los correos encargados de los mensajes oficiales se llamaban «chevaucheurs». Los príncipes soberanos, los papas, los grandes señores y los principales dignatarios civiles o eclesiásticos, todos tenían sus propios correos que llevaban el traje con sus armas. Los correos reales tenían el derecho de prioridad de requisición para procurarse caballos de refresco en el curso de su misión. Estos mensajeros podían hacer, relevándose, jornadas de cien kilómetros.<<
[26] El término «maltöte» —del bajo latín mala tolta, mal quitado o mal tomado— fue adoptado por el pueblo para designar un impuesto sobre las transacciones, instituido por Felipe el Hermoso. Consistía en una tasa de un denario por libra sobre el precio de las mercancías vendidas. Dicha tasa de 0.50 por ciento sobre la libra de Tours y de 0.33 sobre la parisis, desencadenó graves motines y dejó el recuerdo de una medida financiera abrumadora.<<
[27] Este veneno debía de ser el sulfacianuro de mercurio. Dicha sal se produce, por combustión, el ácido sulfúrico, vapores mercuriales y compuestos cianhídricos que pueden provocar una intoxicación a la vez cianhídrica y mercurial.
Casi todos los venenos de la Edad Media tenían como base el mercurio, substancia preferida por los alquimistas.
El hombre de «Serpiente de Faraón» designó, más tarde, un juguete de niño en cuya composición entraba dicha sal.<<
[28] Felipe el Hermoso puede ser considerado como el primer rey galiciano.
Bonifacio VIII, por la bula «Unam Sanctam», había declarado que «toda criatura está sometida al Pontífice Romano y que dicha sumisión es indispensable para su salvación».
Felipe el Hermoso luchó constantemente por la independencia del poder civil en lo temporal. Por el contrario, su hermano Carlos de Valois era decididamente ultramontano.<<
[29] Los padres de Nogaret eran cátaros, es decir, pertenecientes a una secta religiosa, que contaba con numerosos adeptos en el sur de Francia, a fines del siglo XII y principios del siglo XIII.
Divididos en «prefectos» y «creyentes», los cátaros profesaban la abstención de la carne y de la vida terrenal. Alentaban la no procreación y honraban a los suicidas; se negaban a considerar el matrimonio como sacramento y alimentaban una sólida hostilidad hacia la Iglesia de Roma. Fueron declarados herejes. El papa Inocencio III determinó una Cruzada contra ellos, conocida como la Cruzada contra los Albigenses, dirigida de manera salvaje por el famoso Simón de Montfort. Esta verdadera guerra religiosa intestina terminó con un tratado firmado en París en 1229.
Las sospechas que podían recaer sobre Guillermo de Nogaret por su ascendencia hereje, lo hicieron más cuidadoso e intolerante en toda cuestión concerniente a la exactitud de la fe. Igualmente fue excomulgado como consecuencia de su expedición contra Bonifacio, sanción que le fue levantada por Clemente V, bajo promesa de peregrinaje a Tierra Santa que debía cumplir él mismo o alguno de sus descendientes. En 1870, dos ancianas fueron a Roma y pidieron audiencia al Papa. Eran las últimas descendientes de Guillermo de Nogaret y habían caído en la cuenta de que la penitencia dictada a su antepasado no había sido cumplida aún, después de cinco siglos. Querían saber qué debían hacer. El Papa las liberó de la obligación.<<
[30] En el tiempo de Felipe el Hermoso, los archivos eran una institución relativamente reciente; su fundación remontaba solamente a San Luis, quien ordenó que se agruparan y clasificaran todos los documentos sobre derechos y costumbres del reino. Hasta entonces, los documentos eran guardados, cuando lo eran, por los señores o por las comunas; el rey no conservaba para sí más que los tratados y los documentos concernientes a las propiedades de la corona. Con los primeros capetos tales documentos iban colocados en una carreta que seguían todos los desplazamientos del rey.<<
[31] Los «burgueses del rey», instituidos hacia mediados del siglo XIII, constituían una categoría especial de súbditos. Apelando a la justicia real se desligaban tanto de sus obligaciones para con el señor feudal, como de la residencia en determinada ciudad. En cualquier lugar del reino no obedecían sino al poder central. Esta institución adquirió gran desarrollo durante el reinado de Felipe el Hermoso. Bien puede decirse que los burgueses del rey fueron los primeros franceses que poseyeron un estatuto jurídico similar al de los modernos ciudadanos.<<
[32] ¡Mátalo!<<
[33] Sí… está bien… hagámoslo así.<<
[34] Hermano y arzobispo.<<
[35] Tened confianza.<<
[36] Para que les traiga desgracia.<<
[37] La primera «casa comunal» de París, llamada al principio Casa de las Mercancías, y después, a partir del siglo XI. Locutorio de los Burgueses, estaba situada en el sector de Chätelet. Etienne Marcel trasladó en 1357 los servicios municipales y el lugar de reunión de los burgueses a una casa de la plaza de Gréve, emplazamiento actual del Ayuntamiento de la ciudad de París.<<
[38] Esta cruz estaba incrustada de perlas, rubíes y zafiros. Tenía un pie cincelado de plata sobredorada. En el centro de la cruz, una pequeña placa de cristal permitía ver un grueso fragmento de la Vera-Cruz. Fue transportada al monasterio de Possy, al igual que el corazón de Felipe el Hermoso, que en opinión de los que lo vieron, era tan pequeño que «podía compararse al de un recién nacido o al de un pájaro».
Durante el reinado de Luis XIV, la noche del 21 de julio de 1695, cayó un rayo sobre la iglesia del monasterio y lo incendió casi por entero. El corazón de Felipe el Hermoso y la cruz de los Templarios quedaron destruidos completamente.<<
[39] Según los documentos e informes de embajadores que se poseen, puede llegarse a la conclusión de que Felipe el Hermoso falleció a consecuencia de un derrame en una zona no motriz del cerebro. Tuvo una recaída mortal el 26 o 27 de noviembre.<<