La vigilante

¿Existe en el mundo algo que pese más que la culpa sobre los hombros de un hombre? He soportado esa carga muchas veces, la he llevado durante mucho tiempo, por caminos muy largos.

La culpa es como una espada de dos filos. Por uno, corta en nombre de la justicia, imponiendo una moralidad práctica sobre aquellos que la temen. La culpa, la consecuencia de la conciencia, es lo que separa a las personas de bien de la maldad. Dada una situación que promete una ganancia, la mayoría de los drows matarían a cualquiera, pariente o desconocido, y se marcharían sin ninguna preocupación. El asesino drow puede temer la venganza pero no llorará por la víctima.

Para los humanos —y también para los elfos de la superficie y todas las demás razas buenas—, el sufrimiento impuesto por la conciencia superará cualquier amenaza externa. Algunas consideran que la culpa —la conciencia— es la diferencia primaria entre las distintas razas de los Reinos. En este sentido, la culpa debe ser considerada como una fuerza positiva.

Pero hay otro aspecto en esta emoción. La conciencia no siempre sigue el juicio racional. La culpa siempre es una carga que se impone uno mismo, aunque en ocasiones no existan motivos. Es lo que pasó conmigo a lo largo del camino desde Menzoberranzan hasta el valle del Viento Helado. Salí de Menzoberranzan cargado con la culpa de la muerte de Zaknafein, mi padre, sacrificado para salvarme. Entré en Blingdenstone con la culpa del sufrimiento de Belwar Dissengulp, el svirfnebli mutilado por mi hermano. En el recorrido de muchos otros caminos soporté nuevas cargas: Clak, asesinado por el monstruo que me perseguía; los gnolls, a los que yo mismo maté; y los granjeros —la más dolorosa—, aquella sencilla familia campesina asesinada por el cachorro de barje.

Racionalmente, sé que no fue culpa mía, que aquellas acciones estuvieron fuera de mi control, o en algunos casos, como el de los gnolls, que actué como era debido. Pero la razón es una mala defensa contra el peso de la culpa.

Con el tiempo, alentado por la confianza de los amigos, me libré de muchas de aquellas cargas. Otras permanecerán siempre conmigo. Lo acepto como algo inevitable, y me ayudarán a guiar mis pasos futuros.

Este, creo, es el verdadero propósito de la conciencia.

DRIZZT DO’URDEN