Los soldados de bien, por hacer larga la vida de su patria, hacen la suya corta. Entre venenos y fatigas guardan la vida para un golpe; su muerte no hace más estruendo que el que hizo el golpe que les dio la muerte. Su mira, en su vida, sólo fue la buena fama. Ellos supieron merecerla, pero no hacerla. Quien la sabe hacer, debe labrarla. Los hombres de pluma elocuente están obligados a la inmortalidad de la espada briosa.
JUAN DE ZABALETA.