Además de la germanía propia de la gente de espada, en la lengua franca utilizada por los militares españoles de los siglos XVI y XVII se mezclaban palabras flamencas, italianas, turcas, griegas o berberiscas. Hechos al mundo de frontera, los hombres de la monarquía hispana recurrían a esos términos con naturalidad, incorporándolos a su habla y castellanizándolos sin complejos. Eso dio lugar a un modo pintoresco de registrar palabras y expresiones extranjeras, que soldados como Alonso de Contreras, Diego Duque de Estrada, Jerónimo de Pasamonte o el propio Miguel de Cervantes utilizaron profusamente en sus memorias y escritos. Tal es la razón por la que, en varios pasajes de El puente de los Asesinos, el autor ha decidido mantener el modo de transcribir la lengua italiana utilizado por los autores de la época.