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Phileas Fogg. Un nombre que es una verdadera cifra: EAS, en griego, significa globalidad (por tanto equivale a pan, y a polí), de modo que PHILEAS es lo mismo que Poliphile. En cuanto a FOGG, significa «NIEBLA» en inglés… Sin duda, Verne pertenecía a la Sociedad «Le Brouillard». Tuvo incluso la cortesía de aclararnos los vínculos entre ésta y la Rosa-Cruz, porque, al fin y al cabo, ¿qué es este noble viajero llamado Phileas Fogg sino un Rosa-Cruz?… Y además, ¿no pertenece acaso al Reform-Club, cuyas iniciales R. C. designan a la Rosa-Cruz reformadora? Sin contar que este Reform-Club tiene su sede en Pall-Mall, otra evocación más del Sueño de Poliphile.

(Michel Lamy, Jules Verne, initié et initiateur, París, Payot, 1984, pp. 237-238)

La reconstrucción nos llevó días y días, interrumpíamos nuestro trabajo para confiarnos la última conexión, leíamos todo lo que caía en nuestras manos, enciclopedias, periódicos, tebeos, catálogos de editoriales, los leíamos transversalmente, en busca de posibles cortocircuitos, nos deteníamos a hurgar en todos los puestos de libros viejos, olisqueábamos en los kioscos, robábamos a mansalva en los originales de nuestros diabólicos, nos precipitábamos eufóricos en el despacho para arrojar sobre el escritorio nuestro último hallazgo. Cuando vuelvo la vista a aquellas semanas todo me parece fulminante, frenético, como en una película de Larry Semon, a saltos y carreras, con puertas que se abren y se cierran a velocidad supersónica, pasteles de nata que vuelan, fugas por escaleras, hacia adelante y hacia atrás, choques de viejos automóviles, derrumbamientos de estanterías en ultramarinos entre ráfagas de latas, botellas, quesos blandos, salpicaduras de sifón, explosiones de sacos de harina. Y, en cambio, si pienso en los intersticios, en los ratos perdidos (el resto de la vida que transcurría a nuestro alrededor), puedo releerlo todo como una historia en cámara lenta, el Plan formándose a paso de gimnasia rítmica, como la lenta rotación del discóbolo, las cautas oscilaciones del lanzador de peso, los tiempos largos del golf, las esperas insensatas del béisbol. De todas formas, e independientemente del ritmo, la suerte nos recompensaba, porque cuando se buscan conexiones se acaba encontrándolas por todas partes y entre cualquier cosa, el mundo estalla en una red, un torbellino de parentescos en el que todo remite a todo, y todo explica todo…

A Lia no le decía nada, para no incordiarla, pero estaba incluso descuidando a Giulio. Despertaba a mitad de la noche y caía en la cuenta de que Renatus Cartesio daba R. C., y que había puesto demasiado empeño en buscar y negar el encuentro con los rosacruces. ¿Por qué tanta obsesión por el método? El método servía para buscar la solución del misterio que tenía fascinados a todos los iniciados de Europa… ¿Y quién había celebrado la magia del gótico? René de Chateaubriand. ¿Y quién había escrito, en tiempos de Bacon, Steps to the Temple? Richard Crashaw. ¿Y Ranieri de’ Calzabigi, René Char, Ramón y Cajal, Raymond Chandler? ¿Y Rick de Casablanca?