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Cuando en la materia de la gran obra aparece la blancura, la vida ha vencido a la muerte, su Rey ha resucitado, la tierra y el agua se han transformado en aire, es el régimen de la Luna, su hijo ha nacido… Entonces la materia ha adquirido tal grado de fijación que el fuego ya no sabría destruirla… Cuando el Artista ve la blancura perfecta, dicen los Filósofos que hay que hacer trizas los libros, porque ya no sirven para nada.

(Dom J. Pernety, Dictionnaire mytho-hermétique, Paris, Bauche, 1758, «Blancheur,»)

Farfullé una excusa, a toda prisa. Creo que dije «mi chica tiene que parir mañana». Salon me felicitó, con cara de no haber entendido quién era el padre. Me fui corriendo a casa, para respirar aire puro.

Lia no estaba. En la mesa de la cocina había una nota: «Amor mío, he roto aguas. No te he encontrado en la oficina. Me voy a la clínica en taxi. Ven pronto, me siento sola.»

Me invadió el pánico, debía estar allí contando con Lia, yo debía estar en la oficina, hubiese debido ser localizable. Era culpa mía, la Cosa nacería muerta, Lia moriría con ella, Salon las embalsamaría a ambas.

Entré en la clínica como si padeciese de laberintitis, pregunté donde no había que preguntar, me equivoqué dos veces de servicio. A todos les decía que no podía ser que no supiesen dónde estaba dando a luz Lia, y todos me decían que me calmase porque allí todas estaban dando a luz.

Por último, no sé cómo, aparecí en una habitación. Lia estaba pálida, pero la suya era una palidez nacarada, y sonreía. Alguien le había recogido el flequillo, encerrándolo en una cofia blanca. Por primera vez podía ver la frente de Lia en todo su esplendor. A su lado había una Cosa.

—Es Giulio —dijo.

Mi Rebis. También yo lo había hecho, y no con fragmentos de cuerpos muertos, ni con jabón de arsénico. Estaba enterito, tenía todos los dedos donde debían estar.

Quise verlo todo.

—¡Ay qué pilila tan linda, mira qué huevecillos más grandes!

Después cubrí de besos la frente de Lia:

—Lo has hecho tú, querida, lo importante es el recipiente.

—Claro que lo he hecho yo, memo. He contado sola.

—Tú para mí cuentas mucho —dije.