Vigésimo descubrimiento:

«¿Quieres tomarte un REM conmigo?»

Las noches te dan fuerzas para cambiar el rumbo de tu vida. Tan sólo necesitas saber que quieres cambiar y que el amanecer no llegue pronto.

Cristian, el hermano de alguien a quien olvidé.

Las noches son el momento más amarillo del día. Me encantan las noches, permiten que se haga realidad casi todo.

Las noches en el hospital eran estupendas. Eran tranquilas. Durante años los pelones nos escapábamos por la noche, cogíamos nuestras sillas de ruedas e íbamos a la aventura, a recorrer esas seis inmensas plantas.

Aunque no teníamos moto, ni podíamos ir a la discoteca, teníamos sillas de ruedas y numerosos sitios que visitar y donde jugar. Todos los días cada uno elegía dónde ir, dónde pasar la noche. Mi lugar preferido era ir a ver a los «otros» pelones: a los bebés recién nacidos. Era una sensación extraña: íbamos, les hacíamos carantoñas, les hacíamos reír y ellos nos miraban y emitían sus ruidos.

Ellos tenían toda la vida por delante; la nuestra estaba a punto de tocar a su fin.

Siempre he creído en el poder de la noche; estoy seguro que la noche consigue que los deseos se hagan realidad. Han sido tantas las noches en el hospital en las que me he sentido capaz de vencer mis miedos y cambiar el rumbo de mi vida, que sin duda, esa fuerza sólo tiene un escollo: traspasar los sueños, traspasar el alba. Ahí es donde reside la gente con éxito, la gente que transforma sus sueños en realidad; ellos son capaces de superar el amanecer. Eso decía siempre Cristian, el hermano de alguien, de alguien que olvidé. A veces te marca más la visita que el visitado.

Yo siempre he intentado que mis mejores ideas naciesen bien entrada la noche; a las tres o a las cuatro de la mañana. Ese momento de la noche es el adecuado para trazar planes. Es como si cuando estás a punto de dormir, todo tu yo está de acuerdo con lo que piensas y te anima y te da fuerzas.

El sueño nos dulcifica. Cuántas buenas ideas ya no nos parecen buenas por la mañana, y cuántas veces aquello que decidimos cae de repente en saco roto. Creo que el sueño nos hace menos bestias y más humanos. Pero aún dudo de si eso es bueno.

Durante mi estancia en el hospital tomé las grandes decisiones en esas horas de vigilia, antes del sueño. Me encantaba despertarme a esa hora (todo el hospital dormía, incluso las enfermeras), parecía que todo el recinto fuera mío. Planeaba mi vida, creaba sueños y aspiraba a todo.

Cuando salí del hospital volví a hacerlo, confío mucho en las madrugadas. Además, como sé que algún día llegará un medicamento para dejar de dormir estoy seguro de que entonces esa hora será la hora de una nueva comida: el REM.

El REM tendrá más importancia todavía que la comida y la cena. Tomarás los REMS con gente especial, gente que, como tú, cree en esa hora. Cuando llegue ese momento espero estar preparado.