… no había espacio en mi mente para preocupaciones acerca del éxito o el fracaso del libro. Estaba preocupado tan sólo por escribirlo. Seis años de investigaciones habían precedido al día en que me senté a hilvanar la historia, y el interconectar las distintas acciones que había imaginado requería un grado de concentración que nunca antes había experimentado.
Iba a ser una historia explorando el mito del Mesías.
Iba a producir una visión distinta de un planeta ocupado por el hombre contemplado como una máquina energética.
Iba a penetrar en los afanes interconectados de la política y de la economía.
Iba a ser un examen de la predicción absoluta y sus trampas.
Iba a haber una droga de la consciencia en él, y a decir lo que podía ocurrir a través de la dependencia a una tal sustancia.
El agua potable iba a ser una analogía del petróleo y de la propia agua, una sustancia cuyas reservas disminuyen cada día.
Iba a ser una novela ecológica, pues, con muchos armónicos, así como una historia acerca de gente y sus preocupaciones humanas con valores humanos, y tenía que controlar cada uno de esos niveles en cada uno de los estadios del libro.
No había sitio en mi cabeza para pensar en muchas otras cosas.
Siguiendo a la primera publicación, los informes de los editores fueron lentos y, como se demostró luego, inexactos. Los críticos habían sido severos. Más de doce editores habían rechazado su publicación. No había habido ninguna publicidad. Sin embargo, algo estaba ocurriendo ahí afuera.
Durante dos años, me vi inundado por quejas de lectores y de libreros que no podían conseguir el libro. El Catálogo Universal lo alababa. No dejaba de recibir llamadas telefónicas de gente preguntándome si estaba iniciando un culto.
La respuesta: «¡Dios, no!».
Lo que estoy describiendo es la lenta realización del éxito. En la época en que los primeros tres libros de Dune estuvieron completados, quedaban ya pocas dudas de que se trataba de una obra popular… una de las más populares de la historia, se me dijo, con aproximadamente unos diez millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Ahora la pregunta más habitual que hace la gente es: «¿Qué significa este éxito para usted?».
Me sorprende. No lo esperaba. Tampoco esperaba el fracaso. Era un trabajo, y lo hice. Partes de El mesías de Dune e Hijos de Dune estaban escritas ya antes de que Dune hubiera sido completado. Adquirieron una mayor consistencia en su versión definitiva, pero la historia esencial permaneció intacta. Yo era un escritor, y estaba escribiendo. El éxito significaba que podía pasar más tiempo escribiendo.
Mirando hacia atrás hacia todo ello, me doy cuenta ahora de que hice lo correcto instintivamente. Uno no escribe para el éxito. Eso distrae una parte de tu atención del escribir. Si realmente eso es lo que estás haciendo, eso es todo lo que estás haciendo: escribir.
Hay un convenio no escrito entre tú y el lector. Si alguien entra en una librería y se gasta un dinero (energía) duramente ganado en tu libro, le debes a esa persona un cierto entretenimiento, tanto como puedas proporcionarle.
Esa ha sido siempre mi intención a lo largo de toda mi vida.