AGRADECIMIENTOS

Muchas personas han hecho posible este libro. Si hubiera errores en mi interpretación de la información facilitada por las personas abajo citadas, éstos serían exclusivamente míos.

Por responder a mis preguntas en el campo de la medicina doy las gracias a la doctora Myra Rufo, profesora del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Facultad de Medicina de la Universidad Tufts; al doctor Louis Caplan, director de la Unidad de Accidentes Vasculares del hospital Beth Israel y profesor de Neurología de la Facultad de Medicina de Harvard; al doctor Jared A. Gollob, director adjunto del programa de terapia biológica del hospital Beth Israel y profesor adjunto de la Facultad de Medicina Harvard Medical School; al doctor Vincent Patalano, oftalmólogo en el Centro Médico del Ojo y el Oído de Massachusetts, y profesor adjunto de la Facultad de Medicina de Harvard; y al personal de los Centros para el Control de Enfermedades de Atlanta, Georgia.

En España, el historiador Carlos Benarroch me acompañó generosamente en un recorrido por el viejo Barrio Judío de Barcelona y me ofreció fugaces visiones de la vida de los judíos españoles en la Edad Media. Agradezco la amabilidad que tuvieron conmigo en Gerona Jordi Maestre y Josep Tarrés. Dos familias de Gerona me abrieron las puertas de su casa para que pudiera hacerme una idea de cómo vivían algunos judíos en España hace cientos de años. Josep Vicens Cubarsi y María Collelí Laporta Casademont me mostraron una prodigiosa estructura en piedra provista de un horno de pared que se descubrió debajo del interesante edificio, cuando se excavó el suelo de tierra de su sótano. La familia Colís Labayen me mostró la hermosa residencia que en el siglo XIII fue el hogar de Rabbi Moses ben Nahman, el gran Nahmánides. En Toledo, tanto Rufino Miranda como el personal del Museo Sefardí de la Sinagoga del Tránsito fueron muy amables conmigo.

En el Museu Marítim de Barcelona, Enrique García y Pep Sayall, hablando con mi hijo Michael Gordon, que representaba a su padre, le comentaron los viajes en velero y le indicaron los puertos españoles en los que pudo hacer escala un bajel del siglo XVI. Lluis Sintes Rita y Pere Llorens Vila me mostraron las aguas de la costa de Menorca, a bordo del Sol Naixent III, el barco de Lluis, y me trasladaron a un apartado edificio de la isla que antiguamente había sido un hospital para enfermos infecciosos y que en la actualidad es un lugar de veraneo para los médicos del servicio sanitario nacional español. Quisiera dar las gracias al director del centro, Carlos Gutiérrez del Pino, y al jefe de personal, Policarpo Sintes, por su hospitalidad y por haberme mostrado el museo de instrumental médico primitivo.

Doy las gracias al Congreso Judío norteamericano y a su docto guía principal, Avi Camchi, por permitirme participar en un recorrido por los lugares históricos judíos de interés en España, dejando que yo me fuera por mi cuenta varios días seguidos para incorporarme posteriormente al recorrido; y agradezco a un extraordinario grupo de personas de Canadá y Estados Unidos que acogieran repetidamente en sus filas a un escritor y lo autorizaran a acercar su grabadora a todos los conferenciantes.

En Estados Unidos doy las gracias por haber contestado a mis preguntas al profesor M. Mitchell Cerels, antiguo director de Estudios Sefardíes de la Universidad Yeshiva; al doctor Howard M. Sachar, profesor de Historia de la Universidad George Washington; y al doctor Thomas E Glick, director del Instituto de Historia Medieval de la Universidad de Boston.

El padre James Field, director de la Congregación del Culto Divino de la archidiócesis de Boston, y al padre Richard Lennon, rector del Seminario St. John's de Brighton, Massachusetts, contestaron pacientemente a las preguntas de un judío norteamericano acerca de la Iglesia católica y doy también las gracias por su gentileza al Departamento de Latín del Colegio de la Santa Cruz de Worcester, Massachusetts.

El rabino Don Pollack y Charles Ritz me ayudaron a localizar las fechas de las fiestas judías en la Edad Media. Charlie Ritz, amigo mío de toda la vida, también me permitió utilizar libremente su biblioteca personal sobre temas judíos. El abogado Saul Fatíes, un compañero de armas durante mi juvenil permanencia en el Ejército de Estados Unidos, respondió a varias preguntas de tema jurídico.

La Universidad de Massachusetts en Amherst me concedió el privilegio de utilizar la Biblioteca WEB Du Bois, tal como viene haciendo desde hace varios años. Doy particularmente las gracias a Gordon Fretwell, el director adjunto de dicha biblioteca; a Betty Brace, jefa de los servicios de asistencia al usuario; y a Edda Holm, antigua jefa de la oficina de préstamos interbibliotecarios. Agradezco también la amabilidad de la Biblioteca Mugar Memorial y de la Biblioteca de Ciencia e Ingeniería de la Universidad de Boston, donde cursé mis estudios; de la Biblioteca Médica Countway y de la Biblioteca Widener de la Universidad de Harvard; de la Biblioteca de la Facultad de Hebreo; de la Biblioteca Pública Brookline; y de la Biblioteca Pública de Boston.

Descubrí que los relatos ofrecían valoraciones distintas de la población judía española a finales del siglo XV y algunos describían los acontecimientos de aquel periodo desde puntos de vista divergentes. En tales casos, me tomé la libertad de elegir la versión a mi juicio más lógica y probable.

Quisiera proponer una advertencia: he basado mis descripciones de remedios con plantas medicinales en los escritos de Avicena, Galeno y otros médicos de la antigüedad. Sin embargo, en esos primeros tiempos de la medicina no se aplicaba el método científico a la preparación de medicamentos, por lo que su eficacia no está probada. Se desaconseja la utilización de los remedios que aparecen en este libro, que pueden ser peligrosos y perjudiciales para la salud.

Desde los primeros tiempos del cristianismo hubo un activo mercado de robo y tráfico de reliquias religiosas, algunas de ellas falsas, que aún pervive en la actualidad. Las reliquias de santa Ana, venerada por los católicos por ser la madre de la Virgen María, se encuentran en muchas iglesias y en distintos lugares del mundo. Para la historia imaginaria de mi reliquia de santa Ana, incluyendo el período de Carlomagno, me he basado en acontecimientos que se describen en historias hagiográficas.

Los acontecimientos que rodearon a la reliquia después del período de Carlomagno son imaginarios, como también lo son el priorato de la Asunción de Toledo y el valle y la aldea de Pradogrande. Todos los reyes y obispos mencionados son históricos, exceptuando Enrique Sagasta y Guillermo Ramero. Todos los personajes modernos del epílogo son imaginarios y no están inspirados en ninguna persona viva o muerta.

Agradezco el cordial apoyo y la amistad de mi editor alemán el doctor Karl H. Blessing de la Karl Blessing Verlag, de mi agente norteamericano Eugene H. Winick de McIntosh Otis, Inc., de mi agente internacional Sara Fisher de la A. M. Heath Literary Agency de Londres, y de mi agente española Montse Yáñez.

Mi editorial de España, Ediciones B, me fue extremadamente útil en muchas cosas y doy las gracias a su gerente Blanca Rosa Roca y a Enrique de Hériz, su editor jefe.

Envié el manuscrito a Alemania y España en fragmentos para que se pudieran empezar las traducciones en cada uno de estos países mientras yo seguía escribiendo. El historiador y periodista José María Perceval revisó mis páginas con el fin de que los nombres de mis personajes encajaran con el lenguaje y la cultura de las regiones españolas en las que se desarrollaba la acción del relato. La difícil tarea, que yo le agradezco, convirtió las revisiones en una constante necesidad, y expreso también mi especial gratitud a la paciencia y habilidad de las editoras Judith Schwaab de Karl Blessing Verlag de Múnich y Cristina Hernández Johansson de Ediciones B de Barcelona. Durante buena parte de la escritura de mi novela disfruté del lujo de tener a Herman Gollob como editor de primera vista hasta que se fue a Inglaterra para llevar a cabo investigaciones sobre un libro acerca de sus relaciones con Shakespeare. Es un gran editor que ama la labor de los escritores y esta novela es mucho mejor de lo que hubiera sido sin él.

Mi hija Jamie Beth Gordon estuvo buscando constantemente «algún libro que le pudiera ser útil a papá» y siempre me siento halagado y reconfortado cuando leo algunas de las notitas que me deja. Mi hija Lise Gordon, que siempre me proporciona lectura tanto para documentarme como para mi solaz, y que es mi más severa aunque cariñosa editora, leyó una parte del manuscrito inicial y toda la obra terminada. Mi yerno Roger Weiss atendió innumerables llamadas de socorro siempre que mi ordenador se tragaba partes enteras fruto de mi esfuerzo y se negaba a devolvérmelas; siempre me sacó del apuro. Mi nuera María Palma Castillón tradujo, interpretó y leyó las pruebas de la edición española y, siempre que estábamos en el mismo país, nos atiborraba con excelentes platos de la cocina catalana. Mi hijo Michael Seay Gordon estuvo constantemente a mi lado con informes, recortes de periódico, llamadas telefónicas, consejos, inteligencia y apoyo. Entrevistó a muchas personas en mí nombre y fue un inmejorable compañero durante varios de mis viajes a España.

Lorraine Gordon, que sigue siendo la quintaesencia de la esposa de un escritor, me ofrece tantas cosas que ni siquiera intento expresarlas con palabras. Ha permitido que yo me enamorara de ella repetidamente, cosa que hace muchos años que llevo haciendo.

Brookline, Massachusetts.

6 de julio de 1999.